Es el primer recuerdo que tengo de mi experiencia docente. Tras él vendrían muchos más. Primero de manera espontánea como monitor de grupos de ocio, como dirigente de campamentos, como formador de jóvenes en temas sociales… Luego de forma reglada, con estudios, reconocimiento oficial y título de Diplomado en Profesorado de Educación General Básica. Más tarde, ejerciendo ya como maestro en unidades de Educación Primaria y Educación Secundaria, llegaría la aventura de la enseñanza en los colegios públicos, el aluvión de experiencias edificantes, el contacto con el mundo de la educación, de sus tendencias, de sus movimientos de renovación pedagógica, el vivir las experiencias educativas día a día, codo con codo junto a compañeros “profesionales de categoría”, risa tras risa y satisfacción tras satisfacción con alumnos de diferentes edades y estatus sociales. Así pasaron 42 años de mi vida, siendo docente en activo.
Ahora ya no estoy “en activo” (aunque sigo dando alguna que otra clase de refuerzo a estudiantes que tienen sus dificultades con las matemáticas), no estoy en activo pero… ¡soy docente! Porque “ser docente” es en mí parte del “ser persona”, porque mi yo no sería el mismo sin esa vocación que siempre sentí dentro de mi corazón.
Ser docente deja huella en lo más íntimo del alma, dibuja una marca interior de las que no se borran ni con el tiempo, ni con las dificultades. De esas marcas que enorgullecen, que te hacen sentir mejor, que llenan la vida, que traen luz cada día, que permiten vivir en esperanza…
Y ahora que ya no tengo que levantarme temprano para perfilar los últimos detalles del tema que toca dar en case, que ya no tengo que entrar en el aula con la expectativa de “qué me encontraré hoy”, ahora que miro el patio del recreo desde fuera de la valla y que ya no tengo exámenes que corregir ni que calificar… vuelvo la vista atrás y me vienen a la memoria las experiencias vividas, con unos y con otros, con sonrisas en la boca o con lágrimas en los ojos, con dolor unas veces y con paz y satisfacción otras, pero siempre con ilusión y confianza. Y recordando algunas de ellas me he preguntado: “¿Por qué no aprovechar la ventana que me ofrece Conciencia Global y contar experiencias a los cuatro vientos por si a alguien le llega su eco y puede ayudarle en su quehacer diario o en su vida personal?” Es más: “¿Por qué no hacer desde aquí una invitación a otros docentes como yo, a que también escriban es esta nuestra revista digital?” Mirad, nuestra sección podría llamarse “El rincón del docente” y, quincenalmente, podíamos publicar alguna experiencia interesante vivida en el ámbito educativo, alguna reflexión edificante acerca del mundo de la educación, o, ¿por qué no?, alguna propuesta educativa para llevar a cabo en el ámbito personal o en el entorno social de cada uno.
Os invito, pues, a los lectores que os sintáis llamados a esta tarea, a que contactéis con Conciencia Global y a que participando en esta sección pongamos nuestro granito de arena en la construcción de un mundo cada vez más humano y nuestra semilla en esas tierras, frágiles o curtidas, verdes o ya en proceso de madurez, fértiles o ya con indicios de sequía… que son los mundos de la infancia, de la adolescencia, de la juventud, de la edad adulta.
Permitidme que me presente: “He sido durante muchos años docente en activo y ahora… ¡soy docente!
Ahora ya no estoy “en activo” (aunque sigo dando alguna que otra clase de refuerzo a estudiantes que tienen sus dificultades con las matemáticas), no estoy en activo pero… ¡soy docente! Porque “ser docente” es en mí parte del “ser persona”, porque mi yo no sería el mismo sin esa vocación que siempre sentí dentro de mi corazón.
Ser docente deja huella en lo más íntimo del alma, dibuja una marca interior de las que no se borran ni con el tiempo, ni con las dificultades. De esas marcas que enorgullecen, que te hacen sentir mejor, que llenan la vida, que traen luz cada día, que permiten vivir en esperanza…
Y ahora que ya no tengo que levantarme temprano para perfilar los últimos detalles del tema que toca dar en case, que ya no tengo que entrar en el aula con la expectativa de “qué me encontraré hoy”, ahora que miro el patio del recreo desde fuera de la valla y que ya no tengo exámenes que corregir ni que calificar… vuelvo la vista atrás y me vienen a la memoria las experiencias vividas, con unos y con otros, con sonrisas en la boca o con lágrimas en los ojos, con dolor unas veces y con paz y satisfacción otras, pero siempre con ilusión y confianza. Y recordando algunas de ellas me he preguntado: “¿Por qué no aprovechar la ventana que me ofrece Conciencia Global y contar experiencias a los cuatro vientos por si a alguien le llega su eco y puede ayudarle en su quehacer diario o en su vida personal?” Es más: “¿Por qué no hacer desde aquí una invitación a otros docentes como yo, a que también escriban es esta nuestra revista digital?” Mirad, nuestra sección podría llamarse “El rincón del docente” y, quincenalmente, podíamos publicar alguna experiencia interesante vivida en el ámbito educativo, alguna reflexión edificante acerca del mundo de la educación, o, ¿por qué no?, alguna propuesta educativa para llevar a cabo en el ámbito personal o en el entorno social de cada uno.
Os invito, pues, a los lectores que os sintáis llamados a esta tarea, a que contactéis con Conciencia Global y a que participando en esta sección pongamos nuestro granito de arena en la construcción de un mundo cada vez más humano y nuestra semilla en esas tierras, frágiles o curtidas, verdes o ya en proceso de madurez, fértiles o ya con indicios de sequía… que son los mundos de la infancia, de la adolescencia, de la juventud, de la edad adulta.
Permitidme que me presente: “He sido durante muchos años docente en activo y ahora… ¡soy docente!
José Luis P. Torralba, Sembrador de Luz