Entonces comenzó el bonito juego de intercambiar tiestos con plantitas de dinero y, lamentablemente, con el tiempo dejó de utilizarse para el fin para el que había sido creado, que no era otro que ser un comodín para ser convertido en cosas tan “banales” como los productos alimenticios o de abrigo.
Ahora están surgiendo lugares donde se está volviendo a utilizar coherentemente el dinero, pero no el dinero que emiten los bancos centrales sino el que de pronto crean barrios, cooperativas y hasta ciudades para intercambiar sus productos sin tener que pasar por la dependencia de los bancos. Yo lo llamo dinero solidario porque nace de la solidaridad entre vecinos, amigos, colegas de profesión, etc. algo que el dinero «oficial» había destruido.
En realidad, somos ricos sin saberlo. Nuestra riqueza está basada en nuestra experiencia, en nuestros conocimientos del mundo y del alma humana, de todo aquello que podemos dar sin esperar nada a cambio. Desde hace tiempo me he dado cuenta de que el intercambio de energías es también de lo más solidario. El abrazo, por ejemplo, es un regalo tanto para el que lo da como para el que lo recibe; la palabra amable o de apoyo ante la adversidad, el acompasar el paso al del amigo que necesita compañía, el poner tus capacidades a disposición del enfermo, el ayudar a levantarse al que, por circunstancias de la vida, se ha tropezado y ha caído... Todo eso forma parte de nuestra riqueza personal. Todo es “dinero” solidario que tenemos en nuestro poder y que no tiene sentido que nos guardemos como se hace con el otro, con el “oficial”, porque curiosamente es compartiéndolo como crece, como se desarrolla y nos hace más ricos.
Sin embargo, como ocurre con el dinero “oficial”, también hay avaros que creen que guardando para sí el dinero solidario, son más ricos. No suelen dar sonrisas, ni abrazos, ni desean los buenos días a quienes se cruzan con ellos y ven a los demás como potenciales competidores… La soberbia, la envidia, los celos, la maledicencia y el mal carácter, entre otros, forman parte de los “bancos malos” que están cargados de amargura, de tristeza, de rencores y de sentimientos de separación de los semejantes. Normalmente, los réditos de esos bancos suelen estar en consonancia con el tipo de “dinero” ingresado en ellos: enfermedades, rupturas, soledad, aislamiento, guerras, agresiones físicas o psíquicas, fundamentalismos…
Así que revisa tu caja fuerte, tu corazón, y comprueba cómo está de dinero solidario en forma de energía amorosa y no hagas préstamos con él, simplemente regálalo, verás cómo es muy rentable y ganarás en salud mental, energética y física. El otro, el «oficial» no suele dar la felicidad y muchas veces lo que nos trae son disgustos, depresiones y separaciones.
Hagamos buen uso de todos nuestros recursos, los internos y los externos, y podremos mirar a los ojos de los demás con la conciencia muy tranquila y una sonrisa de complicidad en los labios.
Ahora están surgiendo lugares donde se está volviendo a utilizar coherentemente el dinero, pero no el dinero que emiten los bancos centrales sino el que de pronto crean barrios, cooperativas y hasta ciudades para intercambiar sus productos sin tener que pasar por la dependencia de los bancos. Yo lo llamo dinero solidario porque nace de la solidaridad entre vecinos, amigos, colegas de profesión, etc. algo que el dinero «oficial» había destruido.
En realidad, somos ricos sin saberlo. Nuestra riqueza está basada en nuestra experiencia, en nuestros conocimientos del mundo y del alma humana, de todo aquello que podemos dar sin esperar nada a cambio. Desde hace tiempo me he dado cuenta de que el intercambio de energías es también de lo más solidario. El abrazo, por ejemplo, es un regalo tanto para el que lo da como para el que lo recibe; la palabra amable o de apoyo ante la adversidad, el acompasar el paso al del amigo que necesita compañía, el poner tus capacidades a disposición del enfermo, el ayudar a levantarse al que, por circunstancias de la vida, se ha tropezado y ha caído... Todo eso forma parte de nuestra riqueza personal. Todo es “dinero” solidario que tenemos en nuestro poder y que no tiene sentido que nos guardemos como se hace con el otro, con el “oficial”, porque curiosamente es compartiéndolo como crece, como se desarrolla y nos hace más ricos.
Sin embargo, como ocurre con el dinero “oficial”, también hay avaros que creen que guardando para sí el dinero solidario, son más ricos. No suelen dar sonrisas, ni abrazos, ni desean los buenos días a quienes se cruzan con ellos y ven a los demás como potenciales competidores… La soberbia, la envidia, los celos, la maledicencia y el mal carácter, entre otros, forman parte de los “bancos malos” que están cargados de amargura, de tristeza, de rencores y de sentimientos de separación de los semejantes. Normalmente, los réditos de esos bancos suelen estar en consonancia con el tipo de “dinero” ingresado en ellos: enfermedades, rupturas, soledad, aislamiento, guerras, agresiones físicas o psíquicas, fundamentalismos…
Así que revisa tu caja fuerte, tu corazón, y comprueba cómo está de dinero solidario en forma de energía amorosa y no hagas préstamos con él, simplemente regálalo, verás cómo es muy rentable y ganarás en salud mental, energética y física. El otro, el «oficial» no suele dar la felicidad y muchas veces lo que nos trae son disgustos, depresiones y separaciones.
Hagamos buen uso de todos nuestros recursos, los internos y los externos, y podremos mirar a los ojos de los demás con la conciencia muy tranquila y una sonrisa de complicidad en los labios.