Estos valores universales forman parte del territorio de la ética y son los cimientos básicos para la convivencia y para unas relaciones interpersonales satisfactorias que nos proporcionan felicidad y motivación, ya estemos refiriéndonos tanto al contexto personal, como al laboral o al social.
Los valores son leyes naturales que nos marcan una dirección, un sentido, son los que enmarcan nuestra actuación ética y están presentes en todos los preámbulos de las leyes de cualquier pueblo de la Tierra. Son como una estrella guía, si toda la sociedad asume esos valores compartidos, si los vive y los practica, la humanidad florece.
Sin embargo, a partir de la revolución industrial, la sociedad empezó a alejarse de estos valores naturales y comenzaron a regir otros principios que están muy marcados por la economía: la eficiencia, el éxito, el crecimiento, el beneficio económico, la prosperidad… La experiencia nos ha demostrado en las últimas décadas donde asistimos a una constante fragmentación social, que esos valores imperantes conducen al aislamiento, a la soledad, a la competitividad deshumanizada...
Es el momento de preguntarnos si es asentados en esas bases como queremos vivir, trabajar y relacionarnos. Quizás, las sucesivas crisis sean una invitación a repensar, rediseñar y redibujar la familia, la salud, la empresa, la política, la economía, etc. De hecho, los movimientos sociales que surgen en todo el planeta son la expresión latente de nuevas inquietudes humanas.
Los valores son leyes naturales que nos marcan una dirección, un sentido, son los que enmarcan nuestra actuación ética y están presentes en todos los preámbulos de las leyes de cualquier pueblo de la Tierra. Son como una estrella guía, si toda la sociedad asume esos valores compartidos, si los vive y los practica, la humanidad florece.
Sin embargo, a partir de la revolución industrial, la sociedad empezó a alejarse de estos valores naturales y comenzaron a regir otros principios que están muy marcados por la economía: la eficiencia, el éxito, el crecimiento, el beneficio económico, la prosperidad… La experiencia nos ha demostrado en las últimas décadas donde asistimos a una constante fragmentación social, que esos valores imperantes conducen al aislamiento, a la soledad, a la competitividad deshumanizada...
Es el momento de preguntarnos si es asentados en esas bases como queremos vivir, trabajar y relacionarnos. Quizás, las sucesivas crisis sean una invitación a repensar, rediseñar y redibujar la familia, la salud, la empresa, la política, la economía, etc. De hecho, los movimientos sociales que surgen en todo el planeta son la expresión latente de nuevas inquietudes humanas.
La Felicidad Interna Bruta (FIB) frente al Producto Interior Bruto (PIB)
Leonardo Boff nos habla de la Felicidad Interna Bruta (FIB) como el sustituto del Producto Interior Bruto (PIB) o del Producto Nacional Bruto (PNB) por el que se mide actualmente la economía y el desarrollo de los países pero que, en realidad, solo contempla parámetros económicos.
El único lugar del planeta donde se rigen por esos nuevos parámetros es en Bhutan, un pequeño país budista en las faldas del Himalaya donde miden la FIB y, para ello, contemplan el grado de cumplimiento de los valores fundamentales de las personas orientados a todos los ámbitos de la vida (familia, educación, sanidad, derechos humanos, medio ambiente, justicia, paz, libertad, etc…). En el reino de Bhutan creen que la acumulación de riqueza no conlleva la felicidad, pues la evidencia demuestra que un mayor desarrollo y progreso basado únicamente en la economía no proporciona la felicidad a sus ciudadanos. De hecho, los estudios apuntan que el crecimiento económico va en paralelo al bienestar personal y social hasta un punto en el que comienzan a convertirse en trayectorias divergentes.
Para medir la calidad de vida de los Buthaneses su gobierno realiza, cada dos años, una serie de encuestas, en las que participan todos los ciudadanos, con 180 preguntas para conocer si sus necesidades de todo tipo, desde las más básicas hasta las más sutiles, están satisfechas: “el verdadero desarrollo de la sociedad humana se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual. Si nuestros indicadores solo miden cuánto producimos, nuestras acciones tenderán solo a producir más”.
Así la encuesta plantea preguntas como: ¿Confías en tu vecino? ¿Tienen futuro tus hijos? ¿Tienes tiempo para meditar, rezar, leer? ¿Te sientes libre para expresarte o moverte? ¿Puedes viajar para ver a tus familiares que viven en otro punto del país? Etc…, recogen estos datos y los clasifican en nueve grandes bloques: el bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, la salud, la educación, la cultura, la diversidad medioambiental, el nivel de vida y la satisfacción con los gobernantes.
La sociedad de Bhutan se asienta en cuatro grandes pilares:
El único lugar del planeta donde se rigen por esos nuevos parámetros es en Bhutan, un pequeño país budista en las faldas del Himalaya donde miden la FIB y, para ello, contemplan el grado de cumplimiento de los valores fundamentales de las personas orientados a todos los ámbitos de la vida (familia, educación, sanidad, derechos humanos, medio ambiente, justicia, paz, libertad, etc…). En el reino de Bhutan creen que la acumulación de riqueza no conlleva la felicidad, pues la evidencia demuestra que un mayor desarrollo y progreso basado únicamente en la economía no proporciona la felicidad a sus ciudadanos. De hecho, los estudios apuntan que el crecimiento económico va en paralelo al bienestar personal y social hasta un punto en el que comienzan a convertirse en trayectorias divergentes.
Para medir la calidad de vida de los Buthaneses su gobierno realiza, cada dos años, una serie de encuestas, en las que participan todos los ciudadanos, con 180 preguntas para conocer si sus necesidades de todo tipo, desde las más básicas hasta las más sutiles, están satisfechas: “el verdadero desarrollo de la sociedad humana se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual. Si nuestros indicadores solo miden cuánto producimos, nuestras acciones tenderán solo a producir más”.
Así la encuesta plantea preguntas como: ¿Confías en tu vecino? ¿Tienen futuro tus hijos? ¿Tienes tiempo para meditar, rezar, leer? ¿Te sientes libre para expresarte o moverte? ¿Puedes viajar para ver a tus familiares que viven en otro punto del país? Etc…, recogen estos datos y los clasifican en nueve grandes bloques: el bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, la salud, la educación, la cultura, la diversidad medioambiental, el nivel de vida y la satisfacción con los gobernantes.
La sociedad de Bhutan se asienta en cuatro grandes pilares:
- Un desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo
- La preservación y promoción de la cultura
- La conservación del medio ambiente
- El buen gobierno.
Se da una gran importancia a la educación (a la que llaman “el sector noble”) y a los valores éticos por encima de los económicos y defienden que la economía debe estar al servicio de las personas y no al contrario, como sucede en occidente, donde se ha demostrado que un mayor poder económico no aporta una mayor felicidad. Miden la huella ecológica, tienen en cuenta la esperanza de vida y el bienestar de todos los ciudadanos en general. Son tremendamente cuidadosos con las medidas medioambientales que toman teniendo en cuenta cómo afectará a las generaciones futuras. El 80% del territorio está protegido como una reserva del bien común.
Una nueva economía del bien común
En estos momentos, con una crisis global sin precedentes a nivel económico y social, se hace imperativo promover nuevos paradigmas en economía que asuman los valores que ayuden a fortalecer las relaciones humanas, y el primer territorio de aplicación sería el mundo de la empresa.
La Economía del Bien Común que nos presenta Crhistian Felber, propone quitar el marco legal que favorece a la empresa en cuanto a resultados exclusivamente financieros y ampliarlo para favorecer la condición humana en todas sus facetas.
La economía del capitalismo, actualmente vigente, se rige por dos parámetros: el afán de lucro y la competencia. Ambos tendrían que ser reemplazados por: la contribución al bien común y la cooperación. La búsqueda del bien común por encima de intereses de cualquier otro tipo y el colocar siempre a las personas por encima de las cosas, son dos bastones que servirán de apoyo en el diseño de los nuevos modelos de empresas, tanto públicas como privadas.
La Competencia es considerada hoy como el máximo valor dentro del mundo empresarial, pero eso es una estrategia, no un valor. La Dignidad Humana debe ser el máximo valor del siglo XXI, única garantía de que las estructuras funcionen y pervivan a lo largo del tiempo. Todos tenemos el mismo valor como personas independientemente de los estudios realizados, del poder, la belleza, el sexo, la riqueza, la orientación sexual, religiosa o política… y, si todos compartimos los mismos valores, todos debemos tener acceso a los mismos derechos.
En pequeños y grandes equipos considerados como muy eficientes en su trabajo en empresas punteras se ha comprobado que la cooperación nos induce a rendir más y aumenta nuestra motivación. Produce en la persona relaciones más emocionales, permitiendo que emerja la solidaridad, el compartir, el buscar objetivos comunes, la asociación y el diálogo. Todo ello hace que nuestras relaciones sean más satisfactorias.
La Competitividad, por el contrario, es excluyente pues se basa en la máxima: “si yo gano tú pierdes”. Es un mecanismo que nos lleva a la supervivencia a ultranza, el poder, el lucro, la supremacía de unos sobre otros favorece la soberbia, genera miedos, estrés y enfermedad.
La importancia de los postulados de la Economía del Bien Común es que reposa sobre los mismos valores que hacen florecer las relaciones humanas: confianza, cooperación, aprecio, co-determinación, solidaridad, solidaridad… un conjunto de valores que contribuyen a motivar a los seres humanos y a hacerlos felices.
Durante nuestro periodo de actividad laboral pasamos 1/3 de nuestro día trabajando y, por lo tanto, es fundamental para nuestro equilibrio psicosocial que los valores que imperan en nuestro centro de trabajo y en nuestra actividad estén en consonancia y armonía con los de la empresa o entidad donde prestamos nuestros servicios.
La Economía del Bien Común que nos presenta Crhistian Felber, propone quitar el marco legal que favorece a la empresa en cuanto a resultados exclusivamente financieros y ampliarlo para favorecer la condición humana en todas sus facetas.
La economía del capitalismo, actualmente vigente, se rige por dos parámetros: el afán de lucro y la competencia. Ambos tendrían que ser reemplazados por: la contribución al bien común y la cooperación. La búsqueda del bien común por encima de intereses de cualquier otro tipo y el colocar siempre a las personas por encima de las cosas, son dos bastones que servirán de apoyo en el diseño de los nuevos modelos de empresas, tanto públicas como privadas.
La Competencia es considerada hoy como el máximo valor dentro del mundo empresarial, pero eso es una estrategia, no un valor. La Dignidad Humana debe ser el máximo valor del siglo XXI, única garantía de que las estructuras funcionen y pervivan a lo largo del tiempo. Todos tenemos el mismo valor como personas independientemente de los estudios realizados, del poder, la belleza, el sexo, la riqueza, la orientación sexual, religiosa o política… y, si todos compartimos los mismos valores, todos debemos tener acceso a los mismos derechos.
En pequeños y grandes equipos considerados como muy eficientes en su trabajo en empresas punteras se ha comprobado que la cooperación nos induce a rendir más y aumenta nuestra motivación. Produce en la persona relaciones más emocionales, permitiendo que emerja la solidaridad, el compartir, el buscar objetivos comunes, la asociación y el diálogo. Todo ello hace que nuestras relaciones sean más satisfactorias.
La Competitividad, por el contrario, es excluyente pues se basa en la máxima: “si yo gano tú pierdes”. Es un mecanismo que nos lleva a la supervivencia a ultranza, el poder, el lucro, la supremacía de unos sobre otros favorece la soberbia, genera miedos, estrés y enfermedad.
La importancia de los postulados de la Economía del Bien Común es que reposa sobre los mismos valores que hacen florecer las relaciones humanas: confianza, cooperación, aprecio, co-determinación, solidaridad, solidaridad… un conjunto de valores que contribuyen a motivar a los seres humanos y a hacerlos felices.
Durante nuestro periodo de actividad laboral pasamos 1/3 de nuestro día trabajando y, por lo tanto, es fundamental para nuestro equilibrio psicosocial que los valores que imperan en nuestro centro de trabajo y en nuestra actividad estén en consonancia y armonía con los de la empresa o entidad donde prestamos nuestros servicios.
Más información en: La Economía del Bien Común – Christian Felber