Es muy posible que muchos o muchas de los que estáis leyendo estas líneas no recordéis que cenasteis anoche pero seguro que recordáis lo que merendabais cuando erais pequeños o cuando besasteis por primera vez a alguien. Es algo natural que ocurre con la edad pero estoy seguro también que, si lo pensáis, reconoceréis conmigo en que a medida que has ido creciendo has cambiado tu forma de pensar, tu forma de relacionarte con los demás, tu forma de ver el mundo e incluso tus creencias. Has vivido varias vidas distintas a lo largo de tu existencia en este mundo y en cada una de ellas eras una persona distinta. Repasemos tu historia.
De 0 a 7 años
Hay una primera etapa de la que apenas somos conscientes que va desde los 0 a los 7 años más o menos. Cuando echamos la vista atrás apenas nos llegan recuerdos de lo que vivimos en esa etapa de la vida; a lo sumo nos llegan retazos de momentos puntuales, como el día de Reyes con los juguetes que tanto nos ilusionaban o alguna fiesta de cumpleaños, por poner un ejemplo. En esa etapa no éramos muy conscientes del mundo en el que vivíamos y de las cosas que sucedían en el entorno social del que formábamos parte, salvo que estuviéramos en un país en guerra, en cuyo caso las experiencias vividas entonces pudieron marcar el resto de nuestros días.
De 7 a 12 años
Después de esa etapa a la que hemos llamado primera infancia, le sigue una segunda que va desde los 7 a los 12 años. En ese periodo se produce una mayor socialización con las personas de nuestro entorno cercano, con amigos, familiares (primos, hermanos, etc.). Empezamos a necesitar al grupo, a sentirnos inmersos en un colectivo fuera de la influencia paterna. Aparecen las figuras a las que queremos imitar, como los superhéroes de ficción, pero aún no tenemos nada claro qué está ocurriendo en el mundo en el que vivimos. La política no es más que una palabra carente de significado o a lo sumo sabemos que existe por las conversaciones de la familia. El juego, el deporte y nuestros primeros pasos por el llamado mundo educativo dejaron su impronta en esta segunda etapa de nuestra vida.
de 13 a 18 años
El colegio infantil dio paso a algo más importante que nos pedía incluso más dedicación que el juego, que hasta entonces ocupaba más horas de las que ahora nos exigían los estudios. Seguramente igual que yo, todo el mundo recordará su paso por el colegio, el instituto y/o la universidad, y seguramente también esos recuerdos marcarían en gran medida nuestra visión del mundo y del papel que queríamos jugar en él. Surge en esa etapa, que va desde los 13 a los 18 años aproximadamente, el despertar de la sexualidad como una explosión nuclear en nuestro interior. Nuestro carácter varía radicalmente como fruto de la aparición en nuestro torrente sanguíneo, y consecuentemente en el cerebro y otras partes del organismo, de una gran cantidad de hormonas que producen una necesidad de relacionarnos más estrechamente con el otro sexo y crear uniones más fuertes con los amigos. Es, por tanto, este tercer periodo una etapa crucial en la vida donde se crean las bases de lo que más adelante será el núcleo central de nuestra trayectoria vital.
de 18 a 30 años
Seguramente, en la nueva etapa que va de los 18 a los 30 años, hayamos cometido muchos errores producto de una visión distorsionada de uno mismo y de nuestras capacidades y necesidades, tanto económicas, como de relaciones. Seguramente también, quizás estemos trabajando en una profesión que no tiene nada que ver con lo que en su día pensábamos que nos gustaría hacer. Si lo piensas, querido lector, y recuerdas lo que viviste en esa época de tu vida, puede que me estés dando la razón. Afortunadamente, teníamos muchos años por delante para corregir esos errores de juventud salvo que, como les ocurre a algunos que piensan que no entienden como aún no les han dado el premio Nobel en algo y sigan creyéndose el ombligo del mundo donde los errores siempre los cometen otros. Probablemente en ese periodo ya te hayas casado e incluso seas ya padre o madre, situación ésta que obliga a hacer juegos malabares para atender por igual tanto a lo profesional como a lo familiar. Esta cuarta etapa se caracteriza por un desajuste emocional a todos los niveles y da entrada a una nueva visión de la vida.
de 30 a 40 años
Ya hemos repasado someramente cuatro etapas o vidas, porque estarás de acuerdo conmigo en que ninguna tiene realmente algo que ver con las otras, como si hubieses nacido cada vez en una vida distinta. Pues bien, ahora piensa cuando tenías entre los 30 y los 40 años ¿Vaya época, eh? Hay muchas personas que en esa quinta época o vida se replantean su existencia y se preguntan para qué habrán nacido, si están viviendo lo que querían vivir, e incluso lo que habían planificado antes de nacer. En ese periodo se suelen producir dos hechos fundamentales de forma simultanea: una revolución interna a la que podemos llamar “emergencia espiritual” y que lleva a la persona a buscar respuestas acerca del papel que el ser humano, y él en particular, juegan en este entramado al que llamamos vida. Y, por otro lado, también siente la necesidad de evolucionar en lo profesional, de avanzar en su profesión incluso dejando la empresa donde trabajaba hasta ese momento y crear la suya propia, lo que generalmente le exige un gasto energético y de dedicación importante que puede dar lugar a problemas familiares. En este periodo vital aparece el síndrome del “corredor de fondo”, llamado así por el sentimiento de soledad que se apodera de la persona que intenta dar sentido a lo que hasta ese momento han sido sus “vidas”. Si lo has hecho bien, si has sido coherente con lo que te indicaban tu mente y tu corazón, tu siguiente “vida” te dará respuesta a tus inquietudes internas y habrás superado momentos difíciles a nivel físico y emocional, que de otra forma te hubieran pasado factura.
de 50 a 65 años
Y entramos en otro periodo vital, de los 50 a los 65 años, la sexta etapa. Nacemos a esta “vida” en un momento en que, probablemente, te gustaría dejarlo todo y vivir más plácidamente, salvo que “vivas para trabajar” como hacen muchos… o te guste tanto lo que haces que no quieras dejarlo. Esto último es lo ideal porque mantiene tu mente activa. Sin embargo, lo normal es que, llegada la edad de jubilación, se cree un vacío existencial que a muchos/as les cuesta la vida. Por el contrario, aquellas personas que han ido construyendo su “casa” siguiendo los planos que mencionaba en el párrafo anterior, donde la coherencia entre mente y corazón era la base a la hora de poner ladrillos, ellas saben cómo vivir este periodo y generan, dentro de sí mismas y del entorno que les acoge, una energía fantástica que les convierte en seres atractivos y recogen los frutos de lo que habían sembrado tanto para ellas como para quienes han tenido la fortuna de compartir su espacio y su tiempo.
El siguiente “nacimiento” se produce cuando las personas tienen entre los 66 y los 80 años, por poner una fecha. Esta séptima etapa vital es recogida por todas las culturas como la etapa de la recolección, de la sabiduría, del desprendimiento. Poco a poco, los seres humanos vamos incorporando que la vida física tiene un final y que conviene ir dejando en quienes nos suceden la semilla de un conocimiento fruto de la experiencia que puede serles muy útil para el desarrollo de su propia vida.
Como he escrito en un anterior artículo, están naciendo personas que hoy tienen cinco, seis u ocho años, con unas capacidades intelectuales y emocionales superiores a sus progenitores, en una espiral maravillosa que el ser humano debe recorrer hasta que mente y espíritu sea una misma energía, hasta que la consciencia y la coherencia impregnen cada periodo de su vida. Ojalá que así sea.
El siguiente “nacimiento” se produce cuando las personas tienen entre los 66 y los 80 años, por poner una fecha. Esta séptima etapa vital es recogida por todas las culturas como la etapa de la recolección, de la sabiduría, del desprendimiento. Poco a poco, los seres humanos vamos incorporando que la vida física tiene un final y que conviene ir dejando en quienes nos suceden la semilla de un conocimiento fruto de la experiencia que puede serles muy útil para el desarrollo de su propia vida.
Como he escrito en un anterior artículo, están naciendo personas que hoy tienen cinco, seis u ocho años, con unas capacidades intelectuales y emocionales superiores a sus progenitores, en una espiral maravillosa que el ser humano debe recorrer hasta que mente y espíritu sea una misma energía, hasta que la consciencia y la coherencia impregnen cada periodo de su vida. Ojalá que así sea.