Había hace años un anuncio en la tele donde se veía a un señor cargado hasta los topes con todo tipo de cosas y al ir a pagar le decía a la cajera: «En realidad, yo sólo venía a comprar una lámpara china...». Muchas de las cosas que compramos son «por si acaso...», lo mismo que las que ya no utilizamos hace tiempo y que guardamos por igual motivo.
El «por si acaso» es un concepto que acuñamos fundamentalmente por inseguridad, se produce probablemente en nuestro inconsciente y lo regula nuestro cerebro de reptil, ése al que no le gustan los cambios, que le encanta la rutina, que no cambia de trabajo, ni de casa, ni de coche, aunque sea un cascajo que se cae a trozos y tenga posibilidades para comprar otro; ése que está siempre preparado para atacar o defenderse o salir huyendo si se siente en peligro; ése que dice que «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer».
Conozco a unos cuantos que tienen un cerebro de reptil muy activo, a los que si le cambias la hora o el día de la cita les creas un problema enorme, no porque no puedan cambiarla sino porque les obligas a poner en marcha circuitos neuronales que ya tenían estructurados y anquilosados. Por mi parte, reconozco que conservo algunas cosas que ya no utilizo, más por los recuerdos asociados a ellas que por su utilidad, pero de eso al “Síndrome de Diógenes” va un abismo, porque los que padecen de ese síndrome no acumulan cosas, incluso basura, por si acaso un día las necesitaran, no son conscientes de que los “por si acaso” pueden acarrear su muerte por culpa de la porquería acumulada y los bichos y roedores que atrae.
Queridos amigo y amigas, no hay nada más saludable que cambiar la rutina cada poco tiempo; ir al trabajo por otro camino, no ver siempre el mismo canal de televisión, hacer el amor incorporando cosas un poco diferentes, ponerte de acuerdo con otro u otros para debatir sobre un tema y cambiar los roles, estando unas veces de acuerdo y otras en contra sobre un mismo asunto o incluso intentar cocinar si no lo haces habitualmente, y si lo haces atreverte a hacer cosas que nunca has hecho.
Alguien me dio un consejo hace tiempo para cambiar la rutina y eliminar los “por si acaso”. Se trata de guardar en cajas aquellas cosas que no utilizas desde hace tiempo, cerrar las cajas y ponerles una fecha de caducidad, por ejemplo un año. Si pasado ese tiempo no has usado nada del contenido de la caja, la coges tal cual está y la llevas a un contenedor… De esa manera estarán disponibles “por si acaso” alguien las necesita, es lo que vulgarmente se conoce como Ikea del Barrio.
La rutina adormece el cerebro, nos vuelve apáticos, sin creatividad, sin ilusión... y nos morimos antes, seguro, porque si nuestras células -sobre todo las neuronas- no reciben estímulos se creen que ya sabemos todo lo que teníamos que saber y que, por tanto, lo mejor es irse a aprender otras cosas en el «Más Allá».
Utiliza tus recursos de una manera coherente, no malgastes dinero y energía en adquirir cosas que no necesitas, al menos de momento, y deja los «por si acaso» a los que ya no tienen remedio.
El «por si acaso» es un concepto que acuñamos fundamentalmente por inseguridad, se produce probablemente en nuestro inconsciente y lo regula nuestro cerebro de reptil, ése al que no le gustan los cambios, que le encanta la rutina, que no cambia de trabajo, ni de casa, ni de coche, aunque sea un cascajo que se cae a trozos y tenga posibilidades para comprar otro; ése que está siempre preparado para atacar o defenderse o salir huyendo si se siente en peligro; ése que dice que «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer».
Conozco a unos cuantos que tienen un cerebro de reptil muy activo, a los que si le cambias la hora o el día de la cita les creas un problema enorme, no porque no puedan cambiarla sino porque les obligas a poner en marcha circuitos neuronales que ya tenían estructurados y anquilosados. Por mi parte, reconozco que conservo algunas cosas que ya no utilizo, más por los recuerdos asociados a ellas que por su utilidad, pero de eso al “Síndrome de Diógenes” va un abismo, porque los que padecen de ese síndrome no acumulan cosas, incluso basura, por si acaso un día las necesitaran, no son conscientes de que los “por si acaso” pueden acarrear su muerte por culpa de la porquería acumulada y los bichos y roedores que atrae.
Queridos amigo y amigas, no hay nada más saludable que cambiar la rutina cada poco tiempo; ir al trabajo por otro camino, no ver siempre el mismo canal de televisión, hacer el amor incorporando cosas un poco diferentes, ponerte de acuerdo con otro u otros para debatir sobre un tema y cambiar los roles, estando unas veces de acuerdo y otras en contra sobre un mismo asunto o incluso intentar cocinar si no lo haces habitualmente, y si lo haces atreverte a hacer cosas que nunca has hecho.
Alguien me dio un consejo hace tiempo para cambiar la rutina y eliminar los “por si acaso”. Se trata de guardar en cajas aquellas cosas que no utilizas desde hace tiempo, cerrar las cajas y ponerles una fecha de caducidad, por ejemplo un año. Si pasado ese tiempo no has usado nada del contenido de la caja, la coges tal cual está y la llevas a un contenedor… De esa manera estarán disponibles “por si acaso” alguien las necesita, es lo que vulgarmente se conoce como Ikea del Barrio.
La rutina adormece el cerebro, nos vuelve apáticos, sin creatividad, sin ilusión... y nos morimos antes, seguro, porque si nuestras células -sobre todo las neuronas- no reciben estímulos se creen que ya sabemos todo lo que teníamos que saber y que, por tanto, lo mejor es irse a aprender otras cosas en el «Más Allá».
Utiliza tus recursos de una manera coherente, no malgastes dinero y energía en adquirir cosas que no necesitas, al menos de momento, y deja los «por si acaso» a los que ya no tienen remedio.