Dicen que se acerca ya el ansiado dinero de Bruselas. Quizás pararnos y primero pensar lo que queremos financiar, quizás detenernos y reflexionar sobre el empleo de esas ingentes sumas. Todo apunta a que esa gran ayuda irá a parar a los bancos insaciables, a una producción en importante medida desnortada. Financiar más de lo mismo o atrevernos a creer que otro modelo basado en el compartir y el cooperar es posible y, por lo tanto, inyectar el dinero en ese empeño.
No queremos nuevos y supersónicos coches, nuevos y superfluos bienes, no queremos más e inconsciente consumo. Queremos pan y futuro para todos los hermanos que pueblan esta tierra bendita. No queremos comprar más, queremos ser más, crear más, amar más… Nos asfixia una omnipresente publicidad que jamás habla a nuestras verdaderas necesidades, que nunca atiende las demandas de nuestra alma. No queremos lo último de la última gama de aparatos…, queremos que los últimos de las tierra se sienten a nuestra misma mesa y juntos compartamos un mismo y más feliz destino.
Ahora o quizás ya nunca. Hay que reinventar el mundo y nuestras relaciones. Pensamos que la economía era ocuparnos de nosotros mismos, cuidar de nuestros deseos y caprichos inmediatos y nos equivocamos de forma flagrante y dolorosa. Ahora sabemos que la economía es el arte de sostener la comunidad y la Vida y sus Reinos; es la oportunidad de proporcionar bienes y servicios al conjunto, ya nunca jamás de hacer subir y subir, a saber a consta de qué y de quién, los números de nuestra cuenta.
No, no queremos dinero de Bruselas, queremos repensar la civilización, antes de que sea demasiado tarde, antes de que este modelo económico se torne por completo insostenible, antes de que no quede tierra y agua puras para los nuevos humanos que ya están llegando.
No, no somos economistas. No conocemos más "prima" que aquella que nos sonrojaba con sus ojos azules y su mirada inocente, aquella que suspirábamos ver al otro lado del mantel de la ancha familia. "Riesgo" era sólo el temblor en su ansiada vera. Nos hablan de deuda y necesariamente hemos de recordar a los animales cruelmente enjaulados, masiva y diariamente degollados; obligatoriamente evocamos el agro intoxicado.
No sabemos de economía pero amamos la tierra y los árboles y los mares y los ríos y deseamos defenderlos y deseamos por siempre vivir en armonía y unión con ellos. No, no sabemos de economía, pero sí de relaciones fraternas, sí de respetar y venerar el sudor ajeno, aunque se vierta en frentes que están al otro lado del mundo. No sabemos de economía, pero alcanzamos a comprender que no es de ley enriquecerse a costa del trabajo del otro, especular a costa del terceros, porque se tiene la cartera más llena y se conoce mejor la jugada.
No concebimos beneficio a golpe de ratón. No, no sabemos de la economía que se maneja desde lejanas y autistas pantallas. Conocemos la pequeña y más real economía, aquella a ras de suelo y del milagro una y otra vez renovado de la semilla, aquella economía voluntariosa alejada de los edificios "inteligentes" y los centros financieros.
No queremos nuevos y supersónicos coches, nuevos y superfluos bienes, no queremos más e inconsciente consumo. Queremos pan y futuro para todos los hermanos que pueblan esta tierra bendita. No queremos comprar más, queremos ser más, crear más, amar más… Nos asfixia una omnipresente publicidad que jamás habla a nuestras verdaderas necesidades, que nunca atiende las demandas de nuestra alma. No queremos lo último de la última gama de aparatos…, queremos que los últimos de las tierra se sienten a nuestra misma mesa y juntos compartamos un mismo y más feliz destino.
Ahora o quizás ya nunca. Hay que reinventar el mundo y nuestras relaciones. Pensamos que la economía era ocuparnos de nosotros mismos, cuidar de nuestros deseos y caprichos inmediatos y nos equivocamos de forma flagrante y dolorosa. Ahora sabemos que la economía es el arte de sostener la comunidad y la Vida y sus Reinos; es la oportunidad de proporcionar bienes y servicios al conjunto, ya nunca jamás de hacer subir y subir, a saber a consta de qué y de quién, los números de nuestra cuenta.
No, no queremos dinero de Bruselas, queremos repensar la civilización, antes de que sea demasiado tarde, antes de que este modelo económico se torne por completo insostenible, antes de que no quede tierra y agua puras para los nuevos humanos que ya están llegando.
No, no somos economistas. No conocemos más "prima" que aquella que nos sonrojaba con sus ojos azules y su mirada inocente, aquella que suspirábamos ver al otro lado del mantel de la ancha familia. "Riesgo" era sólo el temblor en su ansiada vera. Nos hablan de deuda y necesariamente hemos de recordar a los animales cruelmente enjaulados, masiva y diariamente degollados; obligatoriamente evocamos el agro intoxicado.
No sabemos de economía pero amamos la tierra y los árboles y los mares y los ríos y deseamos defenderlos y deseamos por siempre vivir en armonía y unión con ellos. No, no sabemos de economía, pero sí de relaciones fraternas, sí de respetar y venerar el sudor ajeno, aunque se vierta en frentes que están al otro lado del mundo. No sabemos de economía, pero alcanzamos a comprender que no es de ley enriquecerse a costa del trabajo del otro, especular a costa del terceros, porque se tiene la cartera más llena y se conoce mejor la jugada.
No concebimos beneficio a golpe de ratón. No, no sabemos de la economía que se maneja desde lejanas y autistas pantallas. Conocemos la pequeña y más real economía, aquella a ras de suelo y del milagro una y otra vez renovado de la semilla, aquella economía voluntariosa alejada de los edificios "inteligentes" y los centros financieros.
No más sálvese quien pueda
Sabemos de la economía del gozoso esfuerzo, de la azada que nos rinde, de las manos que se pierden en esta o aquella masa, del disfrutar los sabrosos frutos de ese agotamiento… Inundan los campos de gigantes máquinas, contribuyen a envenenar la tierra, a matar los mares y los ríos… y después nos dicen que eso es progreso. Que se quede el dinero en Bruselas si va a engrasar la misma producción sin conciencia, la misma economía del sálvese quien pueda, la misma macrolocura de infatigable antojo, de supuesta felicidad a corto plazo.
No sabemos de economía, pero sabemos dónde vamos, discernimos lo qué queremos. Nos consta que un mundo y un tiempo se acaban y felizmente arrancan otros. Sabemos que una civilización materialista y de propio ombligo se derrumba y otra tímida, silenciosa, de manos y corazones abiertos, cargada de futuro y esperanza, despierta. No, no queremos dinero de Europa para repetir la misma y agotada trastada. Ahora ganemos todos, sobre todo gane la Madre Tierra-Amalurra que lleva tanto tiempo perdiendo, sobre todo ganen las futuras generaciones que llevamos tanto tiempo olvidando, sobre todo gane un nuevo y más justo orden, una nueva paz y belleza compartidas sobre la faz de este mundo.
Sostenibilidad es observancia de la ley de la solidaridad universal. Ayudas y financiamiento por lo tanto, para los sectores, iniciativas y desarrollos solidarios con el presente y con cuantos, humanos o no, lo habitamos; con el futuro y con cuantos heredarán este aún maravilloso escenario. De la capital de Europa viene ya un blindado cargado de dinero, pero nosotros/as lo que necesitamos es un recargo de fuerza y de fe, de convencimiento de que podemos hacer las cosas de otra forma, para que por fin nadie se quede a la cola, para que nuestros ríos canten de nuevo alegres y nuestra tierra sonría reverdecida, colmada de frutos sanos.
Sabemos de la economía del gozoso esfuerzo, de la azada que nos rinde, de las manos que se pierden en esta o aquella masa, del disfrutar los sabrosos frutos de ese agotamiento… Inundan los campos de gigantes máquinas, contribuyen a envenenar la tierra, a matar los mares y los ríos… y después nos dicen que eso es progreso. Que se quede el dinero en Bruselas si va a engrasar la misma producción sin conciencia, la misma economía del sálvese quien pueda, la misma macrolocura de infatigable antojo, de supuesta felicidad a corto plazo.
No sabemos de economía, pero sabemos dónde vamos, discernimos lo qué queremos. Nos consta que un mundo y un tiempo se acaban y felizmente arrancan otros. Sabemos que una civilización materialista y de propio ombligo se derrumba y otra tímida, silenciosa, de manos y corazones abiertos, cargada de futuro y esperanza, despierta. No, no queremos dinero de Europa para repetir la misma y agotada trastada. Ahora ganemos todos, sobre todo gane la Madre Tierra-Amalurra que lleva tanto tiempo perdiendo, sobre todo ganen las futuras generaciones que llevamos tanto tiempo olvidando, sobre todo gane un nuevo y más justo orden, una nueva paz y belleza compartidas sobre la faz de este mundo.
Sostenibilidad es observancia de la ley de la solidaridad universal. Ayudas y financiamiento por lo tanto, para los sectores, iniciativas y desarrollos solidarios con el presente y con cuantos, humanos o no, lo habitamos; con el futuro y con cuantos heredarán este aún maravilloso escenario. De la capital de Europa viene ya un blindado cargado de dinero, pero nosotros/as lo que necesitamos es un recargo de fuerza y de fe, de convencimiento de que podemos hacer las cosas de otra forma, para que por fin nadie se quede a la cola, para que nuestros ríos canten de nuevo alegres y nuestra tierra sonría reverdecida, colmada de frutos sanos.