Los cometas, esos rastreadores del cosmos, siguen órbitas dentro de un sistema solar, pero suelen ser órbitas muy excéntricas, de tal manera que viajan durante años por el espacio antes de retornar al punto de partida.
Los cometas son fecundadores, dadores de vida y en cada emanación que producen cuando pasan cerca del sol, desprenden no sólo hielo, sino también aminoácidos que son la base de la vida e impregnan con ellos a los planetas susceptibles de albergarla.
Esto ya es conocido, pero lo que no conocéis es que el hielo que desprenden no es sólo agua, también es vida, porque dentro de esas moléculas de agua viajan programas super avanzados de coordinación biológica y ecológica que son los que dan sentido a la impregnación de aminoácidos y otros elementos coadyuvantes de la vida.
Así pues, podemos decir que la programación vital está en el agua y dependiendo de su composición molecular, esa agua no es solo un medio de desarrollo biológico, sino que puede llegar a ser el verdadero vehículo de expresión del mundo de las energías y de la expresión mental.
Lo difícil es saber quién hace el programa, porque parece difícil ubicarle en el plano físico y aunque es verdad que hay ingenieros genéticos que saben cómo crear vida de diferentes especies, también lo es que necesitan la materia prima para ello, pero nunca a nivel de programar cometas. Estos son ingenieros de escala superior, de tal nivel que es prácticamente imposible saber dónde están y cómo actúan, porque manipulan las piezas dentro de un laboratorio llamado Universo. A ver si no, cómo es posible que programen cometas de tal manera que sus emanaciones caigan donde tienen que caer y en el momento adecuado en un espacio tan inconmensurable.
Y os preguntaréis ¿qué relación tiene todo esto con el río de la vida? Ese río de energía vital que deambula por el espacio esperando que se den las circunstancias precisas para que un planeta albergue vida como si fuera el útero de una mujer.
El río de la vida es el programador de los cometas. Ahora todo consiste en que cada uno de vosotros piense en la cantidad de elementos que han intervenido para que haya podido nacer y además que lo haya hecho en buenas condiciones y lleno de posibilidades.
Por Shaogen
Los cometas son fecundadores, dadores de vida y en cada emanación que producen cuando pasan cerca del sol, desprenden no sólo hielo, sino también aminoácidos que son la base de la vida e impregnan con ellos a los planetas susceptibles de albergarla.
Esto ya es conocido, pero lo que no conocéis es que el hielo que desprenden no es sólo agua, también es vida, porque dentro de esas moléculas de agua viajan programas super avanzados de coordinación biológica y ecológica que son los que dan sentido a la impregnación de aminoácidos y otros elementos coadyuvantes de la vida.
Así pues, podemos decir que la programación vital está en el agua y dependiendo de su composición molecular, esa agua no es solo un medio de desarrollo biológico, sino que puede llegar a ser el verdadero vehículo de expresión del mundo de las energías y de la expresión mental.
Lo difícil es saber quién hace el programa, porque parece difícil ubicarle en el plano físico y aunque es verdad que hay ingenieros genéticos que saben cómo crear vida de diferentes especies, también lo es que necesitan la materia prima para ello, pero nunca a nivel de programar cometas. Estos son ingenieros de escala superior, de tal nivel que es prácticamente imposible saber dónde están y cómo actúan, porque manipulan las piezas dentro de un laboratorio llamado Universo. A ver si no, cómo es posible que programen cometas de tal manera que sus emanaciones caigan donde tienen que caer y en el momento adecuado en un espacio tan inconmensurable.
Y os preguntaréis ¿qué relación tiene todo esto con el río de la vida? Ese río de energía vital que deambula por el espacio esperando que se den las circunstancias precisas para que un planeta albergue vida como si fuera el útero de una mujer.
El río de la vida es el programador de los cometas. Ahora todo consiste en que cada uno de vosotros piense en la cantidad de elementos que han intervenido para que haya podido nacer y además que lo haya hecho en buenas condiciones y lleno de posibilidades.
Por Shaogen