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El arte de surfear



Luis Arribas Mercado

14/07/2024

Si yo os preguntara ¿A quién no le gusta «hacerse el muerto» flotando sobre las aguas del mar o de la piscina (mejor del mar), dejándose llevar al pairo con un suave balanceo...?



Foto de Marvin Meyer en Unsplash
Foto de Marvin Meyer en Unsplash
Bueno, pues siendo eso algo muy agradable para hacer en vacaciones, quizás no lo sea tanto si nos «hacemos el muerto» en la vida cotidiana esperando que las circunstancias nos acerquen a buen puerto, en lugar de enfrentarlas y dirigirlas adecuadamente con un poco o un mucho de esfuerzo. A eso también se le llama “hacerse el sueco”.
 
Esperar que sean los otros quienes se impliquen en nuestras problemáticas es como «hacerse el muerto», con el agravante de que si insistimos, lo que nos ocurrirá es que nos quedaremos «fuera de juego».
 
El término surfear es fantástico. Significa que ante las circunstancias adversas podemos tener la habilidad de surfear sobre ellas, sin dejarse arrastrar y voltear por su fuerza sino manejando uno mismo con equilibrio, la situación para que su energía nos lleve a la playa, a la estabilidad.
 
Estas son cosas del verano... para todo el año.

Foto de Vignesh Moorthy en Unsplash
Foto de Vignesh Moorthy en Unsplash

En época de borrascas…

Hace unos cuantos años, cuando casi nada estaba informatizado, cuando se preveía la llegada de un mundo conectado a los ordenadores, hubo mucha gente que no sabía surfear, que no se supo adaptar al cambio que suponía el que todo se fuese dejando en manos de los esos monstruos que todo lo saben y de la llamada Inteligencia Artificial; gente que tuvo que dejar su trabajo y que entraron en depresión por sentirse inútiles, cuando hacía poco tiempo que estaban siendo casi imprescindibles; una ola gigantesca estaba llegando a las playas tranquilas y no todo el mundo sabía cómo librarse de ella.
 
Yo entonces tuve la suerte de que me encanta todo lo técnico y el aprender cómo se utilizaba un ordenador me parecía un reto importante. En realidad era como coger una tabla de surfing y empezar a hacer “pinitos” tratando de que la ola no te revolcara. En publicidad, donde trabajé muchos años, hacer un cartel normalito, con unos textos y una foto, por ejemplo, te podía llevar un día o más, porque todo había que hacerlo «a mano» y, de pronto, en muy poco tiempo, todo se dio la vuelta y en diez minutos podías tener tu cartel incluso más perfecto que antes. Había aparecido el famoso Photoshop.
 
Eso significaba un cambio, no solo técnico sino sobre todo mental, una adaptación que muchos no supieron asumir e incluso aceptar, con la idea peregrina de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Al menos en eso no lo era. Los creativos de las agencias de publicidad vieron cómo su mente recibía impulsos que antes, con las limitaciones existentes, no se atrevían a afrontar. Los que ya tenemos unos años podemos comparar cómo eran los anuncios de los años 70 y los que se hacen ahora…
 
Aunque he de reconocer que con el tiempo se han perdido algunas buenas costumbres que nos hacían la vida más agradable y hasta más sencilla, como la relación entre vecinos, las tertulias veraniegas en la calle, por la noche, huyendo del calor concentrado en los minipisos, donde se aireaban algunos problemas y la solidaridad los solucionaba (hablo de los años 50 y 60 del siglo pasado). También del respeto a los mayores, a los profesores y a los valores heredados de los antepasados que nos hablaban de anteponer las personas a las cosas, por ejemplo.
 
Aquellas personas, que carecían de casi todo en época de la postguerra civil, eran grandes expertos en surfear para sobrevivir, en enfrentarse a las borrascas con un espíritu combativo y contando con la ayuda inestimable de sus vecinos, que nos les iban a dejar ahogarse.
 
En fin, que actualmente hay que estar preparados para los cambios, grandes o pequeños, que están sucediendo y que están por suceder, que hay que aprender a surfear para que las olas no nos revuelquen y nos ahoguen, que la siguiente revolución no va a ser tanto tecnológica como social, humana, rompedora de las tendencias antisolidarias que nos están ahogando y que nos pueden llevar a agarrarnos a cualquier cosa que flote, aunque sean otros seres humanos.                                         
 
Aprendamos a surfear, con flexibilidad mental y apertura de corazón, que quizás sea la única salida honrosa a la que podamos agarrarnos en tiempos de crisis existencial.




              



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