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El anciano que llevamos dentro



Aida Pérez

24/05/2020

He aquí un artículo escrito desde la más absoluta sensibilidad hacia el tema de las residencias de ancianos. Mi madre está en una de ellas, en silla de ruedas, totalmente dependiente, y con la cabeza perfecta (dentro de sus 86 años). Tengo que reconocer entre lágrimas, que es un homenaje y reconocimiento a ella y a tanto sufrimiento que están soportando algunos residentes y sus familias.



Photo by Huyen Nguyen on Unsplash
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Amanezco hoy, 19 de mayo de 2020 y me siento incapaz de saber qué día es, solo tengo una vaga sensación de que aún no es verano. Tuve que echar una ojeada a la pantalla del móvil para situarme. Una consecuencia más, de la experiencia que estoy viviendo de confinamiento, que, de manera desconcertante, comparto con una inmensa mayoría de las personas del planeta.
 
Y sin aviso, como un rayo, llega a mi consciencia el recuerdo... Concepción, Conchita, Conchi…, mi madre y su difícil realidad.
 
Nuestros viejitos. Esos seres que vemos ahí fuera pero que cada uno de nosotros ya somos internamente, no lo olvidemos; si antes no partimos de este mundo, por la prisa que a veces parece tener el destino, nos acercamos, segundo a segundo, sin ningún descanso, inexorablemente a lo que seremos. Unos dignos recipientes de experiencia y sabiduría, unos con más arrugas que otros y tal vez con más o menos enfermedades, dependiendo de tantas circunstancias y acontecimientos que rodean nuestras vidas, como estrellas que vigilan la noche.

Atrapados en la Residencia

Photo by Nick Karvounis on Unsplash
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Hemos hablado, escrito y escuchado infinidad de palabras sobre los momentos, para mí todavía surrealistas que estamos viviendo; aunque ahora, aquí en Madrid, bajo una discreta desescalada que lo dulcifica en parte. Así que mi intención no es aportar nada nuevo, porque hay ya mucha información interesante al respecto.
 
Pero si me gustaría saber y de manera profunda, qué piensan y sienten todos esos hombres y mujeres que quedaron atrapados entre las paredes de lo que pretendía ser su hogar en ese último periodo de su vida. Un ciclo tan decisivo y mágico para el Espíritu: la vejez.
 
Muchos jamás podrán ya explicármelo, su vulnerabilidad los dejó expuestos primero, al miedo, ese miedo que solo nos permite ver lo que identifica como amenaza y nubla el entendimiento y segundo, a la demagogia y la ineptitud de los que se erigieron en sus responsables y que prometían protegerles. El virus, en muchos casos, y cualquier otra enfermedad, en otros, hizo el resto. Partieron en la más absoluta soledad.
 
Pero aún quedan, hoy 19 de mayo, muchos más, muchos nosotros.... en un mañana.
 
¿Cómo es posible haber llegado a la situación en la que resulta tan difícil orquestar un protocolo, con medidas de seguridad que nos acerquen a nuestros seres queridos? Personas que llevan casi 3 meses aislados y que necesitan el aliento y la seguridad que necesitan que les proporciona su familia, sus seres queridos. Ellos que nos dieron todo lo que son ¿qué pensarán? Me pregunto.
 
¿Cómo es que somos capaces de enviar sondas de reconocimiento más allá de los confines de nuestro Sistema Solar, manipular ADN, o crear armas biológicas que se pueden volver contra nosotros... y no tenemos un protocolo de acercamiento que pueda paliar el dolor de la ausencia que sufren nuestros mayores?
 
Se que mi madre, también piensa esto desde su brutal confinamiento.

Humanizando el Mundo

Photo by Georg Arthur Pflueger on Unsplash
Photo by Georg Arthur Pflueger on Unsplash
Tengo que confesar, que hay un miedo que me acecha a raíz de esta macro-experiencia que estamos viviendo y compartiendo, casi de manera global. 
 
Estoy hablando de la amenaza del control casi demencial a los ciudadanos, del intento de dirigir nuestra forma de trabajar, del exceso de pantallas en la educación de los niños, y, sobre todo, la obsesión por mantenernos alejados los unos de los otros.
 
Pero no voy a incidir más en esos aspectos tan deshumanizados, aunque creo que es necesario no mirar hacia otro lado, enfrentar la realidad y ser consciente de lo que nos rodea. El conocimiento y la consciencia siempre nos lleva a lo nuevo, a los cambios de paradigma y a realidades más sanas.
 
Pero también creo comprender, por encima del desaliento, que cuando lo que nos aleja de nuestra humanidad se manifiesta tan descaradamente, nos da la opción de posicionarnos y saber qué es lo que realmente queremos y valoramos.
 
De darnos cuenta de que esta oportunidad se puede convertir en una señal, de que nuestra verdadera naturaleza divina, nuestra Luz están muy cerca de transformarlo TODO.
 
Va por ti, mamá.




              



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