La creatividad
Sí. Hoy más que nunca se hace necesaria la utopía. Nos enfrentamos a un reto importantísimo: no podemos dejar a nuestros descendientes un mundo peor del que nos encontramos. Es imperativo que recuperemos los Valores Universales, que asentemos nuestras visiones y nuestros proyectos en el territorio de la Ética. Es imprescindible que la cooperación en lugar de la competitividad actual reinante, se extienda internacionalmente; los problemas y dificultades que atraviesa nuestro mundo demandan con urgencia el desarrollo de un conjunto de leyes que pongan la vida por encima de cualquier otra cosa, la vida humana, la vida de las especies animales y vegetales con las que compartimos el planeta.
Hoy nos encontramos en una situación que requiere despertar una de las capacidades humanas fundamentales: la creatividad.
Una creatividad humana que nos permita descubrir nuevos caminos, que nos ayude a hacer las cosas de otra manera, a generar estructuras basadas en el bien común por encima de los intereses particulares, a desarrollar procesos de cooperación, a erradicar la explotación, a proporcionar ayuda a los más necesitados en lugar de préstamos que les esclavizan para el resto de su vida.
El sector de la educación debe ser el primero en ser potenciado, decía Giner de los Ríos que “la educación es la capacidad de dirigir la propia vida”. Hay más de sesenta millones de docentes en todo el mundo y gracias a las muchas horas lectivas que pasan con los niños son los que tienen en su mano la palanca del cambio social.
Es imprescindible que desaparezcan esos grupos económicos G6, G7, G20… el planeta lo conforman 193 países y es dirigido por unos pocos que no tienen una conciencia global. El neoliberalismo ha entrado en las Naciones Unidas y sus miembros han cambiado su escala de valores.
Los datos que publica Oxfam y otras organizaciones de ayuda humanitaria no gubernamentales, son sobrecogedores: apenas las 85 personas más ricas del mundo tienen el mismo dinero que la mitad más pobre del planeta. Eso significa que la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% de la población. La concentración del 46% de la riqueza en manos de esa minoría supone un nivel de desigualdad “sin precedentes”.
Y en lo que respecta a la Unión Europea, hemos comprobado que desde hace varias décadas se ha convertido exclusivamente en una organización económica. Las instituciones educativas, de salud, de medio ambiente… están mediatizadas por la economía. Los informes que generan están focalizados en aumentar el miedo de la gente y una consecuencia directa del miedo son los fanatismos y la radicalización.
Hoy nos encontramos en una situación que requiere despertar una de las capacidades humanas fundamentales: la creatividad.
Una creatividad humana que nos permita descubrir nuevos caminos, que nos ayude a hacer las cosas de otra manera, a generar estructuras basadas en el bien común por encima de los intereses particulares, a desarrollar procesos de cooperación, a erradicar la explotación, a proporcionar ayuda a los más necesitados en lugar de préstamos que les esclavizan para el resto de su vida.
El sector de la educación debe ser el primero en ser potenciado, decía Giner de los Ríos que “la educación es la capacidad de dirigir la propia vida”. Hay más de sesenta millones de docentes en todo el mundo y gracias a las muchas horas lectivas que pasan con los niños son los que tienen en su mano la palanca del cambio social.
Es imprescindible que desaparezcan esos grupos económicos G6, G7, G20… el planeta lo conforman 193 países y es dirigido por unos pocos que no tienen una conciencia global. El neoliberalismo ha entrado en las Naciones Unidas y sus miembros han cambiado su escala de valores.
Los datos que publica Oxfam y otras organizaciones de ayuda humanitaria no gubernamentales, son sobrecogedores: apenas las 85 personas más ricas del mundo tienen el mismo dinero que la mitad más pobre del planeta. Eso significa que la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% de la población. La concentración del 46% de la riqueza en manos de esa minoría supone un nivel de desigualdad “sin precedentes”.
Y en lo que respecta a la Unión Europea, hemos comprobado que desde hace varias décadas se ha convertido exclusivamente en una organización económica. Las instituciones educativas, de salud, de medio ambiente… están mediatizadas por la economía. Los informes que generan están focalizados en aumentar el miedo de la gente y una consecuencia directa del miedo son los fanatismos y la radicalización.
La utopía hoy
Somos ciudadanos del mundo, capaces de expresarse libremente. Tal vez de forma aislada se consigan pequeños resultados, pero si nos unimos, si avanzamos juntos como nos dice el poema de Mario Benedetti… “Qué pasaría si un día despertamos dándonos cuenta de que somos mayoría? ¿Qué pasaría si de pronto una injusticia, sólo una, es repudiada por todos, todos los que somos, todos, no unos, no algunos, sino todos?”.
Hay un territorio que recuperar y es el de la dignidad del ser humano, de la vida. Es necesario fraguar los cambios de nuevos paradigmas.
Por ejemplo, que un porcentaje de mujeres más alto esté en puestos de poder. Se ha comprobado que el hombre utiliza la fuerza para conseguir sus objetivos y que en cambio la mujer la utiliza excepcionalmente, pues su tendencia natural es la conciliación. Lo que hoy nos parece imposible pueden ser posible mañana y así demos un paso para verlos hechos realidad.
Ya está bien de seguir haciendo diagnósticos, ha llegado el tiempo de aplicar los tratamientos. Es el momento de actuar y generar los “cómos”.
La próxima inflexión histórica debe ser “La Fuerza de la Palabra” –como dice Federico Mayor Zaragoza en su libro del mismo título. El ejercicio de los Derechos Humanos liberará a la humanidad del miedo y si no se pueden ejercer libremente tenemos la obligación de rebelarnos…
Hay muchos dirigentes políticos, grandes pensadores, humanistas, filósofos, nuevos economistas y personas empeñadas en alumbrar nuevos paradigmas en el sector al que pertenecen que señalan la necesidad de ponernos “en pie de paz” y actuar, implicándonos en nuestro entorno, siguiendo la máxima: “Actúa localmente, pero piensa globalmente”.
El expresidente de los EE.UU. B. Obama, aseveraba: “Somos la primera generación que se enfrenta a retos tan grandes y la última que puede resolverlos”. O el Papa Francisco cuando nos hace conscientes de la necesidad de implicarnos con urgencia: “Cuando digo hoy es hoy”.
Hay un territorio que recuperar y es el de la dignidad del ser humano, de la vida. Es necesario fraguar los cambios de nuevos paradigmas.
Por ejemplo, que un porcentaje de mujeres más alto esté en puestos de poder. Se ha comprobado que el hombre utiliza la fuerza para conseguir sus objetivos y que en cambio la mujer la utiliza excepcionalmente, pues su tendencia natural es la conciliación. Lo que hoy nos parece imposible pueden ser posible mañana y así demos un paso para verlos hechos realidad.
Ya está bien de seguir haciendo diagnósticos, ha llegado el tiempo de aplicar los tratamientos. Es el momento de actuar y generar los “cómos”.
La próxima inflexión histórica debe ser “La Fuerza de la Palabra” –como dice Federico Mayor Zaragoza en su libro del mismo título. El ejercicio de los Derechos Humanos liberará a la humanidad del miedo y si no se pueden ejercer libremente tenemos la obligación de rebelarnos…
Hay muchos dirigentes políticos, grandes pensadores, humanistas, filósofos, nuevos economistas y personas empeñadas en alumbrar nuevos paradigmas en el sector al que pertenecen que señalan la necesidad de ponernos “en pie de paz” y actuar, implicándonos en nuestro entorno, siguiendo la máxima: “Actúa localmente, pero piensa globalmente”.
El expresidente de los EE.UU. B. Obama, aseveraba: “Somos la primera generación que se enfrenta a retos tan grandes y la última que puede resolverlos”. O el Papa Francisco cuando nos hace conscientes de la necesidad de implicarnos con urgencia: “Cuando digo hoy es hoy”.
Hagamos de la utopía una forma de vida
La utopía es nuestro próximo hogar, al que pertenecemos y llegaremos algún día. No existe un mapa de ese territorio, ni un plano para llegar a él, ni un programa… pero existe, como en la obra de Tomás Moro. Es una isla con una costa y una tierra. Es el lugar al que pertenecemos desde los albores de la humanidad.
Para llegar a él hay que crear un espacio en algún lugar recóndito de nuestra mente y sembrar la idea de la posibilidad de un estado superior de existencia. Abrir la conciencia para que podamos visualizar ese mundo mejor y emprendamos rumbo hacia él.
Según Nick Bostrom, el profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oxford:
“…Para experimentar de primera mano lo que es la vida allí, necesitamos descubrir los métodos para obtener tres transformaciones radicales:
Para llegar a él hay que crear un espacio en algún lugar recóndito de nuestra mente y sembrar la idea de la posibilidad de un estado superior de existencia. Abrir la conciencia para que podamos visualizar ese mundo mejor y emprendamos rumbo hacia él.
Según Nick Bostrom, el profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oxford:
“…Para experimentar de primera mano lo que es la vida allí, necesitamos descubrir los métodos para obtener tres transformaciones radicales:
- Aumentar tu tiempo de vida saludable.
- Aumentar tus capacidades cognitivas.
- Elevar tu bienestar emocional
Y la tecnología es necesaria para conseguir los profundos cambios que nos permitirán participar en nuevas formas de vida. La vida humana, en su máxima expresión es fantástica, podemos crear algo todavía mayor: vida que sea verdaderamente humana”.
Puede parecer un “protocolo” muy pobre porque nos retrotrae al territorio personal, al-aparentemente insignificante- cambio individual, a empezar en nosotros mismos, en ti, en mí, viviendo cada día dando pasos hacia esa utopía, practicando en nuestra vida lo que queremos vivir a nivel social algún día.
Nos han dicho una y otra vez que la definición de utopía es un lugar que no existe, a lo largo de los años se la ha otorgado un significado peyorativo y cuando alguien quiere tildar a otro de soñador, le dice: “Eres un utópico” como si fuera realmente un descalificativo. Dejará de ser utopía si cada uno de nosotros somos capaces de bajar la utopía del mundo de la mente y la convertimos en proyectos que llevemos a cabo, provocando un efecto de contagio en los más cercanos… en definitiva la invitación es VIVIR la utopía, aunque sea a nivel personal.
¿Habéis observado alguna vez como se esparcen las ondas que se producen en la superficie de un lago cuando arrojamos una piedra? Todas las partículas del agua se movilizan, de forma más intensa donde se ha producido el epicentro y de forma más leve a medida que nos alejamos de él… pero todo el lago “se mueve”.
¿Y si cada uno generara cada día un pequeño epicentro cada día? Te invito a algo muy sencillo: Cada día, cuando comience tu jornada proponte tres sencillas cosas:
- Hacer algo bueno por ti, por tu cuidado y tu bienestar en cualquiera de tus planos de manifestación: físico, energético, mental, emocional o espiritual.
- Hacer algo bueno por los demás, por alguien cercano o lejano, algo que mejore la vida de esa/s persona/personas.
- Hacer algo bueno por el planeta que nos acoge, cuidando con consciencia de animales o plantas, aunque sea tu mascota o el cuidado de tus plantas de casa o de tu jardín.
Imagina, porque sabes hacerlo, que esas pequeñas iniciativas que llevas a cabo cada día y que puedes invitar a tus cercanos a secundarlas, generan una “ola” que se va haciendo más y más grande a medida que se incorporan nuevos “epicentros” … y un día, quizá podamos ver esa ola de conciencia abarcando a todo el planeta y ese Mundo Mejor Posible que deseamos sea ya una realidad.
Hemos de recordar, una y mil veces, las hermosas palabras de Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.