Me ha llegado por diferentes vías un mensaje que circula por las redes sociales y que reproduzco aquí porque me parece que arroja un poco de luz al panorama sombrío que nos rodea. En estos momentos es muy importante que haya mentes lúcidas que no se dejen invadir por un lado por lo que en Psicología se llama la Indefensión Aprendida o por el contrario por la protesta, la crítica y la queja a ultranza como armas para responder a las situaciones con las que no estamos de acuerdo.
Esta es una reflexión de D. Marco Tulio González S.J. Ex-Decano de la facultad de Psicología de la Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia).
"Estamos viviendo un momento desafiante. En realidad, creo que la ola que está revolviendo nuestras entrañas es global. La sombra salió a la superficie. Lo escondido está siendo revelado, y eso no se refiere sólo a la situación político-económico-social, sino a cada uno de nosotros.
La forma en que reaccionamos a este momento revela también nuestras sombras. Eso no es malo. Sólo podemos limpiar la suciedad que vemos. Mientras nos ocupamos de señalar con el dedo la oscuridad allá afuera, en los demás, en la política, en aquellos que atacamos por pensar diferente de nosotros, dejamos de actuar y transformar lo que nos corresponde: Nosotros mismos.
Cada uno de nosotros tiene dones y habilidades que sirven a la totalidad. Unos tienen una mente clara y excelentes ideas, otros son ágiles en encontrar soluciones creativas. Unos saben curar, otros tienen el don de la oratoria. Unos aman estar en grupo e iniciar movimientos que se expanden, otros prefieren quedarse en el jardín cuidando de una sola semilla.
El momento requiere que cada uno de nosotros descubra su don y lo coloque al servicio del todo y de todos...
¿Hay algo que sólo tú puedas dar?
Necesitamos evitar la trampa de ser aspirados por esa ilusión colectiva que dice que nuestro destino está en manos de alguien, y no en nosotros mismos. Mientras nos quedamos atrapados por la revuelta, reclamando, protestando, atacándonos unos a otros, alimentando esa ola que causa angustia y miedo, dejamos de hacer lo único que podría ser verdaderamente revolucionario: ¡EXISTIR! Ser la luz que somos.
No importa la sombra que nos rodea, estamos aquí para manifestar nuestra luz. Una sola vela encendida rompe la oscuridad.
Si eres alguien influyente en la política, sé luz. Si eres influyente en la educación, sé luz en la educación. Si eres dueño de un quiosco en la playa, coloca amor al preparar los sandwiches.
Donde quiera que estés, haz lo mejor.
Deja de desperdiciar tu energía juzgando, polarizando, criticando, quejándote, atacando. Esto no resuelve nada. Sólo aumenta ese velo de separatividad y ceguera de todos nosotros.
Este es el último intento de la sombra de apartarnos de nosotros mismos.
Tenemos un poder inmenso y todo puede transformarse si somos sabios y valientes para hacer lo único que nos corresponde.
No nos dejemos engañar por lo que vemos a nuestro alrededor.
Respirar.
Haz lo mejor.
Vibra con la luz que eres.
¡Y confía!
¡Estás en camino!
Las Almas son como velas que se encienden las unas a las otras
Esta es una reflexión de D. Marco Tulio González S.J. Ex-Decano de la facultad de Psicología de la Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia).
"Estamos viviendo un momento desafiante. En realidad, creo que la ola que está revolviendo nuestras entrañas es global. La sombra salió a la superficie. Lo escondido está siendo revelado, y eso no se refiere sólo a la situación político-económico-social, sino a cada uno de nosotros.
La forma en que reaccionamos a este momento revela también nuestras sombras. Eso no es malo. Sólo podemos limpiar la suciedad que vemos. Mientras nos ocupamos de señalar con el dedo la oscuridad allá afuera, en los demás, en la política, en aquellos que atacamos por pensar diferente de nosotros, dejamos de actuar y transformar lo que nos corresponde: Nosotros mismos.
Cada uno de nosotros tiene dones y habilidades que sirven a la totalidad. Unos tienen una mente clara y excelentes ideas, otros son ágiles en encontrar soluciones creativas. Unos saben curar, otros tienen el don de la oratoria. Unos aman estar en grupo e iniciar movimientos que se expanden, otros prefieren quedarse en el jardín cuidando de una sola semilla.
El momento requiere que cada uno de nosotros descubra su don y lo coloque al servicio del todo y de todos...
¿Hay algo que sólo tú puedas dar?
Necesitamos evitar la trampa de ser aspirados por esa ilusión colectiva que dice que nuestro destino está en manos de alguien, y no en nosotros mismos. Mientras nos quedamos atrapados por la revuelta, reclamando, protestando, atacándonos unos a otros, alimentando esa ola que causa angustia y miedo, dejamos de hacer lo único que podría ser verdaderamente revolucionario: ¡EXISTIR! Ser la luz que somos.
No importa la sombra que nos rodea, estamos aquí para manifestar nuestra luz. Una sola vela encendida rompe la oscuridad.
Si eres alguien influyente en la política, sé luz. Si eres influyente en la educación, sé luz en la educación. Si eres dueño de un quiosco en la playa, coloca amor al preparar los sandwiches.
Donde quiera que estés, haz lo mejor.
Deja de desperdiciar tu energía juzgando, polarizando, criticando, quejándote, atacando. Esto no resuelve nada. Sólo aumenta ese velo de separatividad y ceguera de todos nosotros.
Este es el último intento de la sombra de apartarnos de nosotros mismos.
Tenemos un poder inmenso y todo puede transformarse si somos sabios y valientes para hacer lo único que nos corresponde.
No nos dejemos engañar por lo que vemos a nuestro alrededor.
Respirar.
Haz lo mejor.
Vibra con la luz que eres.
¡Y confía!
¡Estás en camino!
Las Almas son como velas que se encienden las unas a las otras
La indefensión aprendida
La “indefensión aprendida” hace referencia a la condición de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente, sin poder hacer nada y que no responde a pesar de que existan oportunidades para ayudarse a sí mismo, evitando las circunstancias desagradables o que le causan sufrimiento.
La persona se instala en el pensamiento de que no tiene ningún control sobre el resultado de las circunstancias que vive. Las informaciones que vierten los medios de comunicación y los poderes políticos están dirigidas a llevarnos a un estado de shock sembrando el miedo y la incertidumbre, de este modo, atemorizados y paralizados no reaccionamos ante las injusticias sociales, las pérdidas de derechos, las agresiones a los derechos humanos… son tantos y tan grandes los problemas que tendemos a considerarlas como inevitables y movidas por poderes superiores a los que no tenemos acceso, que la persona se siente impotente y cae en la pasividad.
Las leyes, recortes, medidas y ajustes de los gobiernos o las restricciones de libertades, o la animadversión ante las migraciones masivas… nos son administrados gradualmente como un veneno que nos somete a una ansiedad constante, que cuentan, además, con el falso legitimador de los medios de comunicación y líderes de opinión.
A finales de los 60, el psicólogo Martin Seligman realizó un experimento. Dentro de una caja de laboratorio, un perro era expuesto a descargas eléctricas que no podía evitar. En cambio, en otra caja, otro perro sí que podía interrumpir esos shocks pulsando una palanca. Más tarde, los perros eran situados sobre una superficie electrificada de la que podían escapar simplemente saltando una barrera.
El perro que había podido controlar las descargas la saltaba, mientras que el otro perro, en lugar de buscar la salida a la situación adversa, permanecía aguantando las descargas de manera pasiva. Había, pues, “asimilado” su indefensión.
¿Para qué gastar energías sabiendo que de los estímulos adversos no se puede escapar?
Como al perro víctima del experimento de Seligman, se nos somete a unos shocks (que podríamos llamar “ajustes”, “recortes”, “condicionamientos” o “reeducación”) que, al parecer, no podremos evitar por mucho que hagamos huelgas, acciones de concienciación o nos manifestemos o bien, se castiga a ellos que lo hacen.
Pero John Dewey ya nos advertía que “Una sociedad libre debe producir personas libres”. Es decir, personas con capacidad de elección y de discernimiento; de comprender lo que les pasa y de ser capaces de cambiar su situación si así lo deciden.
Para que esto sea posible, es necesario que las personas tengan garantizado el acceso al conocimiento, y sepan además manejar de forma crítica la información que reciben. Mediante el poder actual de los medios de comunicación como nuestra principal fuente de información y análisis de la realidad, es posible inducir este estado depresivo en buena parte de la población para mantenerla en un estado de pasividad. A esta sutil estrategia debemos sumar muchas más, aunque entre ellas, también destacan el efecto “cortina de humo” para desviar nuestra atención.
“Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales”. Cita del texto “Armas silenciosas para guerras tranquilas” de Noam Chomsky.
Terrible, ¿verdad? Pero más terrible aún es el darnos cuenta de que esta inoculación de indefensión aprendida es lo que están haciendo ahora mismo con nosotros. Nos tratan de convencer de que aceptemos resignadamente pérdidas de derechos y privatizaciones de bienes públicos sin resistir ni protestar. La consigna: que hagamos lo que hagamos no va a servir para nada. Es el peligro del mantram: “Son todos iguales” cuando nos referimos a la clase política en su conjunto, la falta de credibilidad y confianza en la clase política que provoca el cansancio de la población que llega a renunciar a su derecho al voto.
La persona se instala en el pensamiento de que no tiene ningún control sobre el resultado de las circunstancias que vive. Las informaciones que vierten los medios de comunicación y los poderes políticos están dirigidas a llevarnos a un estado de shock sembrando el miedo y la incertidumbre, de este modo, atemorizados y paralizados no reaccionamos ante las injusticias sociales, las pérdidas de derechos, las agresiones a los derechos humanos… son tantos y tan grandes los problemas que tendemos a considerarlas como inevitables y movidas por poderes superiores a los que no tenemos acceso, que la persona se siente impotente y cae en la pasividad.
Las leyes, recortes, medidas y ajustes de los gobiernos o las restricciones de libertades, o la animadversión ante las migraciones masivas… nos son administrados gradualmente como un veneno que nos somete a una ansiedad constante, que cuentan, además, con el falso legitimador de los medios de comunicación y líderes de opinión.
A finales de los 60, el psicólogo Martin Seligman realizó un experimento. Dentro de una caja de laboratorio, un perro era expuesto a descargas eléctricas que no podía evitar. En cambio, en otra caja, otro perro sí que podía interrumpir esos shocks pulsando una palanca. Más tarde, los perros eran situados sobre una superficie electrificada de la que podían escapar simplemente saltando una barrera.
El perro que había podido controlar las descargas la saltaba, mientras que el otro perro, en lugar de buscar la salida a la situación adversa, permanecía aguantando las descargas de manera pasiva. Había, pues, “asimilado” su indefensión.
¿Para qué gastar energías sabiendo que de los estímulos adversos no se puede escapar?
Como al perro víctima del experimento de Seligman, se nos somete a unos shocks (que podríamos llamar “ajustes”, “recortes”, “condicionamientos” o “reeducación”) que, al parecer, no podremos evitar por mucho que hagamos huelgas, acciones de concienciación o nos manifestemos o bien, se castiga a ellos que lo hacen.
Pero John Dewey ya nos advertía que “Una sociedad libre debe producir personas libres”. Es decir, personas con capacidad de elección y de discernimiento; de comprender lo que les pasa y de ser capaces de cambiar su situación si así lo deciden.
Para que esto sea posible, es necesario que las personas tengan garantizado el acceso al conocimiento, y sepan además manejar de forma crítica la información que reciben. Mediante el poder actual de los medios de comunicación como nuestra principal fuente de información y análisis de la realidad, es posible inducir este estado depresivo en buena parte de la población para mantenerla en un estado de pasividad. A esta sutil estrategia debemos sumar muchas más, aunque entre ellas, también destacan el efecto “cortina de humo” para desviar nuestra atención.
“Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales”. Cita del texto “Armas silenciosas para guerras tranquilas” de Noam Chomsky.
Terrible, ¿verdad? Pero más terrible aún es el darnos cuenta de que esta inoculación de indefensión aprendida es lo que están haciendo ahora mismo con nosotros. Nos tratan de convencer de que aceptemos resignadamente pérdidas de derechos y privatizaciones de bienes públicos sin resistir ni protestar. La consigna: que hagamos lo que hagamos no va a servir para nada. Es el peligro del mantram: “Son todos iguales” cuando nos referimos a la clase política en su conjunto, la falta de credibilidad y confianza en la clase política que provoca el cansancio de la población que llega a renunciar a su derecho al voto.
La queja y la crítica
La queja es la expresión por medio de palabras o sonidos ante una contrariedad, un dolor, una pena, una injusticia, una frustración, etc. Puede ser algo que ayude a solucionar situaciones que nos causan perjuicio, sin embargo, casi siempre utilizamos la queja negativa y sistemática que no sirve para nada y que nos mete en un bucle pesimista que nos hace sentirnos peor a medida que seguimos instalados en ella. La queja nos hace culpar a lo de fuera, ya sean personas o circunstancias de lo que sucede, negándonos a aceptar nuestra parte de responsabilidad.
Lo opuesto a la queja es la autorresponsabilidad, aprender a aceptar los cambios, buscar soluciones y estrategias. Y, aunque es cierto que hay circunstancias que escapan de nuestro poder y responsabilidad: desastres naturales, desigualdad, injusticias, guerras, precariedad laboral, la pobreza… siempre podemos centrar nuestra energía en nuestro territorio: podemos ser más generosos y altruistas, consumir responsablemente, cuidar la naturaleza, reciclar, reutilizar y reducir, ser más compasivos y tolerantes, etc.
La crítica es otro de nuestros mecanismos automatizados de respuesta. La crítica puede ser constructiva cuando aporta alternativas para que algo mejore, sin embargo, la más común es la crítica negativa y destructiva. Una de las consecuencias de la crítica es la retroalimentación y la falta de objetividad a la hora de analizar o juzgar a personas o circunstancias.
Tanto la queja como la crítica nos colocan en una postura de inacción, de pasividad, de sentirnos víctimas de las circunstancias y además ambas actitudes tienden a cronificarse. Cuando estamos emitiendo estos pensamientos, emociones y sentimientos negativos no sólo estamos dañando a otras personas sino sobre todo a nosotros mismos, porque no olvidemos que el “caldero” donde se cuecen esos ingredientes es nuestro propio cuerpo. Se ha demostrado en laboratorio que estos pensamientos y actitudes negativas generan en nuestro corazón frecuencias cardiacas caóticas que producen alteraciones en todos nuestros sistemas a nivel físico, energético, psicológico y emocional.
En cambio generar pensamientos, emociones y sentimientos positivos como el amor, la concordia, la compasión, la tolerancia, el respeto, el cuidado, la ternura, la confianza… produce en el corazón frecuencias de coherencia cardiaca que resultan altamente beneficiosas para nuestro bienestar a nivel del ser integral.
La Madre Teresa de Calcuta decía: “Quien dedica su tiempo a mejorarse a sí mismo no tiene tiempo de criticar a los demás”.
Estar atentos para no dejarnos llevar por la inercia que se genera a nuestro alrededor, ya sea de indefensión aprendida, de queja o de crítica y ocupar nuestro potencial en nuestra propia transformación, en cambiar aquello de nosotros o nuestro entorno que no nos hace feliz, en buscar el autoconocimiento, nuestro propio desarrollo para llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos a la que podemos aspirar, abrirnos para recibir lo que la vida nos ofrece con confianza en que tenemos herramientas y recursos para cambiar nuestras situaciones personales… y que si una vez hecho ese trabajo somos capaces de unirnos a otros que tengan los mismos valores y se muevan por una ética compartida, podremos alcanzar los cambios sociales que nuestro mundo actual demanda.
Lo opuesto a la queja es la autorresponsabilidad, aprender a aceptar los cambios, buscar soluciones y estrategias. Y, aunque es cierto que hay circunstancias que escapan de nuestro poder y responsabilidad: desastres naturales, desigualdad, injusticias, guerras, precariedad laboral, la pobreza… siempre podemos centrar nuestra energía en nuestro territorio: podemos ser más generosos y altruistas, consumir responsablemente, cuidar la naturaleza, reciclar, reutilizar y reducir, ser más compasivos y tolerantes, etc.
La crítica es otro de nuestros mecanismos automatizados de respuesta. La crítica puede ser constructiva cuando aporta alternativas para que algo mejore, sin embargo, la más común es la crítica negativa y destructiva. Una de las consecuencias de la crítica es la retroalimentación y la falta de objetividad a la hora de analizar o juzgar a personas o circunstancias.
Tanto la queja como la crítica nos colocan en una postura de inacción, de pasividad, de sentirnos víctimas de las circunstancias y además ambas actitudes tienden a cronificarse. Cuando estamos emitiendo estos pensamientos, emociones y sentimientos negativos no sólo estamos dañando a otras personas sino sobre todo a nosotros mismos, porque no olvidemos que el “caldero” donde se cuecen esos ingredientes es nuestro propio cuerpo. Se ha demostrado en laboratorio que estos pensamientos y actitudes negativas generan en nuestro corazón frecuencias cardiacas caóticas que producen alteraciones en todos nuestros sistemas a nivel físico, energético, psicológico y emocional.
En cambio generar pensamientos, emociones y sentimientos positivos como el amor, la concordia, la compasión, la tolerancia, el respeto, el cuidado, la ternura, la confianza… produce en el corazón frecuencias de coherencia cardiaca que resultan altamente beneficiosas para nuestro bienestar a nivel del ser integral.
La Madre Teresa de Calcuta decía: “Quien dedica su tiempo a mejorarse a sí mismo no tiene tiempo de criticar a los demás”.
Estar atentos para no dejarnos llevar por la inercia que se genera a nuestro alrededor, ya sea de indefensión aprendida, de queja o de crítica y ocupar nuestro potencial en nuestra propia transformación, en cambiar aquello de nosotros o nuestro entorno que no nos hace feliz, en buscar el autoconocimiento, nuestro propio desarrollo para llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos a la que podemos aspirar, abrirnos para recibir lo que la vida nos ofrece con confianza en que tenemos herramientas y recursos para cambiar nuestras situaciones personales… y que si una vez hecho ese trabajo somos capaces de unirnos a otros que tengan los mismos valores y se muevan por una ética compartida, podremos alcanzar los cambios sociales que nuestro mundo actual demanda.