A lo largo de nuestra vida vamos tomando decisiones en base a lo que creemos mejor para nosotros. Lo que no nos paramos a pensar es qué cosas nos han influido o nos están influyendo en la actualidad fuera del ámbito familiar como, por ejemplo, aquel profesor que nos inculcó el ansia por investigar en el terreno de la física o de la literatura, aquel sacerdote que nos metió el miedo en el cuerpo si nos moríamos en pecado mortal, lo que ahora nos está influyendo inconscientemente cuando vamos a hacer algo que se sale de la norma... En fin, que estamos sometidos a influencias variopintas y que nos llevan a tomar decisiones muchas veces equivocadas.
La realidad es que tratamos de no tropezar dos veces en la misma piedra, algo que nos sucede más de lo que nos gustaría. El miedo a hacer lo incorrecto por no tener muchos datos objetivos sino solo subjetivos, procedentes de influencias «bienintencionadas», nos hace paralizarnos y, probablemente, dejar pasar oportunidades que tan solo nos pedían un poquito de riesgo, un poquito de aventura, un poquito de «saltarse a la torera» lo establecido, con lo bien que sienta enfrentarse al riesgo de vivir lo prohibido aunque solo sea un par de veces en la vida…
La realidad es que tratamos de no tropezar dos veces en la misma piedra, algo que nos sucede más de lo que nos gustaría. El miedo a hacer lo incorrecto por no tener muchos datos objetivos sino solo subjetivos, procedentes de influencias «bienintencionadas», nos hace paralizarnos y, probablemente, dejar pasar oportunidades que tan solo nos pedían un poquito de riesgo, un poquito de aventura, un poquito de «saltarse a la torera» lo establecido, con lo bien que sienta enfrentarse al riesgo de vivir lo prohibido aunque solo sea un par de veces en la vida…
Repasando las influencias que nos afectan
Si hacemos un repaso a nuestra biografía, y somos sinceros con nosotros mismos, sabremos qué cosas nos influyen y de quien proceden para, una vez visto, saber que no nos quedaría otra que empezar a poner en tela de juicio todas y cada una de esas influencias. La de los padres porque están basadas en su experiencia vivida en tiempos alejados de la actualidad y que ahora, probablemente, no tendrían sentido; la de los profesores de nuestros años de estudiante porque «hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad», como dice la zarzuela, y sus postulados ya han sido superados; la de las religiones, porque a medida que vamos haciéndonos mayores nos vamos dando cuenta de que sus historias parecen cuentos de miedo para los niños o están basadas en acontecimientos de hace más de dos mil años y que nada tienen que ver con lo que sucede en la actualidad; la de los políticos porque, finalmente, la gente se da cuenta de que hablan para ellos, no para el pueblo que dicen representar y se enzarzan en discusiones donde prima el “y tú más” buscando el voto de los ciudadanos, sobre todo en época de elecciones...
En fin, que sin darnos cuenta todos queremos influir sobre todos, fundamentalmente porque no queremos estar solos. Queremos compartir y convencer para sentirnos acompañados, para comprobar que nuestras ideas no son tan descabelladas, para darnos cuenta de lo listos que somos o para vivir un amor que nos haga felices.
En fin, que sin darnos cuenta todos queremos influir sobre todos, fundamentalmente porque no queremos estar solos. Queremos compartir y convencer para sentirnos acompañados, para comprobar que nuestras ideas no son tan descabelladas, para darnos cuenta de lo listos que somos o para vivir un amor que nos haga felices.
Las informaciones tendenciosas
Los medios de comunicación nos bombardean con informaciones de todo tipo pero haciendo hincapié sobre todo en los desastres que nos asolan y que solo poniéndonos en manos de la autoridad, ya sea ésta policial, científica o política podremos salvarnos. Últimamente, nos amenazan con la aparición de nuevas pandemias si cabe peores que la actual, así que ni se nos ocurra no hacer caso a lo que nos dicen los que saben o a los que mandan, no vaya a ser que nos muramos en el intento de seguir nuestro propio criterio.
No comprendo como la humanidad ha podido sobrevivir ante el ataque de tanta pandemia a lo largo de los siglos y sin vacunas que nos protegieran. Claro que las peores pandemias que han diezmado a la humanidad han sido las guerras de unos pueblos contra otros en todas partes del planeta y desde el principio de los tiempos, eso sí que han sido pandemias con millones de muertos y no la de la gripe o la del Covid-19…
En realidad, todo se resume a una cuestión de supervivencia. El ser humano necesita ser aceptado y valorado, en definitiva, ser querido. Si estamos solos nos morimos, como se muere la célula aislada del órgano al que pertenece y, si nos fijamos bien, prácticamente todo lo que hacemos y pensamos sólo tiene como objetivo final la supervivencia, tanto física como emocional.
Si nos centramos en los animales, éstos dedican la mayor parte de su tiempo en buscar comida, bien para ellos o para sus crías, porque saben que solo comiendo y protegiendo a sus hijos ellos pueden sobrevivir en el tiempo como especie. Nosotros hacemos lo mismo pero sin tener en cuenta el daño que nos hacemos unos a otros y al planeta mismo, lo que significa ir en contra de nuestra supervivencia como especie.
Según las estadísticas, cada vez nacen menos niños, sobre todo en el mundo occidental y más concretamente en nuestro país. Con la excusa de la pandemia, se han quedado sin trabajo cientos de miles de personas que se las ven y se las desean para sobrevivir en el día al día y donde el nacimiento de los hijos solo agravaría un problema que se puede volver endémico. Tratar de sobrevivir en una sociedad dominada por el miedo al contagio y a la muerte es un contrasentido que tardaremos mucho tiempo en eliminar de nuestra mente.
Ahora, piénsalo bien y descubrirás por qué haces lo que haces y sientes como sientes. Verás que todo es una cuestión de supervivencia.
No comprendo como la humanidad ha podido sobrevivir ante el ataque de tanta pandemia a lo largo de los siglos y sin vacunas que nos protegieran. Claro que las peores pandemias que han diezmado a la humanidad han sido las guerras de unos pueblos contra otros en todas partes del planeta y desde el principio de los tiempos, eso sí que han sido pandemias con millones de muertos y no la de la gripe o la del Covid-19…
En realidad, todo se resume a una cuestión de supervivencia. El ser humano necesita ser aceptado y valorado, en definitiva, ser querido. Si estamos solos nos morimos, como se muere la célula aislada del órgano al que pertenece y, si nos fijamos bien, prácticamente todo lo que hacemos y pensamos sólo tiene como objetivo final la supervivencia, tanto física como emocional.
Si nos centramos en los animales, éstos dedican la mayor parte de su tiempo en buscar comida, bien para ellos o para sus crías, porque saben que solo comiendo y protegiendo a sus hijos ellos pueden sobrevivir en el tiempo como especie. Nosotros hacemos lo mismo pero sin tener en cuenta el daño que nos hacemos unos a otros y al planeta mismo, lo que significa ir en contra de nuestra supervivencia como especie.
Según las estadísticas, cada vez nacen menos niños, sobre todo en el mundo occidental y más concretamente en nuestro país. Con la excusa de la pandemia, se han quedado sin trabajo cientos de miles de personas que se las ven y se las desean para sobrevivir en el día al día y donde el nacimiento de los hijos solo agravaría un problema que se puede volver endémico. Tratar de sobrevivir en una sociedad dominada por el miedo al contagio y a la muerte es un contrasentido que tardaremos mucho tiempo en eliminar de nuestra mente.
Ahora, piénsalo bien y descubrirás por qué haces lo que haces y sientes como sientes. Verás que todo es una cuestión de supervivencia.