Todo cuanto existe en el Universo se mueve entre dos conceptos contrapuestos: el orden y el caos. El uno no puede existir sin el otro, de la misma manera que la vida no existiría sin la muerte. Antes de que las cosas adquieran sentido, antes de que unos elementos se unan a otros para formar unos terceros más complejos, antes de que lo inanimado se convierta en vida, está el caos, la relación desprovista de intención, el orden en potencia.
Aparentemente, los astros se mueven por el espacio de una manera caótica, unas esferas chocan contra otras porque no parece existir una ley que lo impida o la vida se apaga y florece sin que previamente exista una voluntad que así lo decida. Sin embargo, el caos lleva implícitas unas leyes que determinan su comportamiento. Nada se mueve por azar, nada, ni siquiera uno sólo de nuestros cabellos se mueve aleatoriamente, por tanto, cualquier acontecimiento que ocurra tanto en nuestras vidas como en el entorno en que nos movemos, responderá a unas causas muy concretas que no siempre acertamos a descubrir. Probablemente, haya inteligencias de orden superior cuyo objetivo sea el coordinar lo caótico para transformarlo en elementos ordenados, como lo es la vida. Probablemente, también, sea el plano de las energías el que dé sentido a los elementos dispersos que, unidos de una forma programada, den lugar a estructuras de orden en el plano material. Al fin y al cabo, todo lo que existe en el Universo es energía.
Los seres humanos, cuando están en etapas como la que se encuentran ahora, son transgresores del orden porque juegan a ser dioses. Quieren modificar lo que existe para crear su propio universo y el resultado generalmente es el dolor, tanto físico como mental. La ignorancia es muy atrevida y siempre, antes de cambiar algo, hay que aplicar el principio de prudencia, sopesar las posibles consecuencias que pueden afectar a lo que queremos cambiar y, como fichas de un dominó, lo que se puede derivar de cada uno de esos posibles cambios generados por nuestros deseos de mejorar lo que la Naturaleza ha creado. Dice el axioma que es más sencillo destruir (caos) que construir (orden).
El orden no es otra cosa que la disposición armónica del caos para producir efectos tan beneficiosos como son la vida y la evolución, únicos caminos para alcanzar esa divinidad que tanto añoramos. La evolución es, por tanto, un camino sin retorno entre dos principios: el caos y el orden.
Aparentemente, los astros se mueven por el espacio de una manera caótica, unas esferas chocan contra otras porque no parece existir una ley que lo impida o la vida se apaga y florece sin que previamente exista una voluntad que así lo decida. Sin embargo, el caos lleva implícitas unas leyes que determinan su comportamiento. Nada se mueve por azar, nada, ni siquiera uno sólo de nuestros cabellos se mueve aleatoriamente, por tanto, cualquier acontecimiento que ocurra tanto en nuestras vidas como en el entorno en que nos movemos, responderá a unas causas muy concretas que no siempre acertamos a descubrir. Probablemente, haya inteligencias de orden superior cuyo objetivo sea el coordinar lo caótico para transformarlo en elementos ordenados, como lo es la vida. Probablemente, también, sea el plano de las energías el que dé sentido a los elementos dispersos que, unidos de una forma programada, den lugar a estructuras de orden en el plano material. Al fin y al cabo, todo lo que existe en el Universo es energía.
Los seres humanos, cuando están en etapas como la que se encuentran ahora, son transgresores del orden porque juegan a ser dioses. Quieren modificar lo que existe para crear su propio universo y el resultado generalmente es el dolor, tanto físico como mental. La ignorancia es muy atrevida y siempre, antes de cambiar algo, hay que aplicar el principio de prudencia, sopesar las posibles consecuencias que pueden afectar a lo que queremos cambiar y, como fichas de un dominó, lo que se puede derivar de cada uno de esos posibles cambios generados por nuestros deseos de mejorar lo que la Naturaleza ha creado. Dice el axioma que es más sencillo destruir (caos) que construir (orden).
El orden no es otra cosa que la disposición armónica del caos para producir efectos tan beneficiosos como son la vida y la evolución, únicos caminos para alcanzar esa divinidad que tanto añoramos. La evolución es, por tanto, un camino sin retorno entre dos principios: el caos y el orden.