Desde esta publicación siempre intentamos aportar algunas claves para esclarecer el clima de incertidumbre que nos invade en estos tiempos, tratamos de perfilar algunas sendas y de esbozar itinerarios apoyados en dos baluartes: vivir los valores humanos y despertar la inteligencia del corazón que nos lleva a un estado de conciencia superior.
Para sobrevivir en tiempos difíciles
Vivir el presente, centrándonos en lo que tenemos que gestionar en cada instante y mirando hacia atrás sólo para ser conscientes de la experiencia que hemos acumulado. Sabiendo que cada uno de nosotros conoce hoy más, sabe más, es más fuerte, está mejor preparado, tiene más herramientas, habilidades y recursos que los que teníamos en el pasado. Si lo hacemos así, podremos apoyarnos en la seguridad que dan las experiencias asimiladas y evitando la angustia de lo porvenir forjándonos imágenes futuras que –como decía Borges- se caen estrepitosamente porque no están ancladas en un presente sólido. Hoy, ahora, en este instante, llegan a nuestra vida retos nuevos, situaciones de todo tipo generadas en contextos diferentes a los que habíamos explorado, no sólo como personas sino también como sociedad.
Erradicar el miedo al cambio, quitarnos de encima esa tendencia a repetir una y otra vez los procesos que alguna vez salieron bien, creyendo que eso nos garantizará el resultado. Sin embargo, la experiencia nos dice que las circunstancias de hoy son otras, que los parámetros han cambiado y que el futuro nunca ha estado garantizado. La resistencia al cambio es ir en contra del fluir de la vida por mor de una seguridad momentánea que nos impide crecer, desarrollarnos como seres humanos.
Mantener una actitud de confianza, confianza plena en la vida, en las personas pero, sobre todo, en nosotros mismos, en nuestras potencialidades, en nuestros recursos internos. La desconfianza bloquea nuestra mente y nos impide ver salidas a las situaciones que vivimos; tampoco vemos la ayuda que podríamos recibir del entorno, nos blindamos en una torre de aislamiento que sólo nos resta facultades, generando procesos cíclicos y bucles repetitivos, esperando que cambie algo del exterior sin nuestra intervención… la falta de confianza nos impide implicarnos.
Estar abiertos a asumir riesgos, ser conscientes de que los retos nos obligan a salir de la comodidad, de la pasividad… Hoy más que nunca es preciso recordar la importancia de seguir aprendiendo en la escuela de la vida; cada día es una página importante para seguir acumulando conocimientos y, sobre todo, experiencia. Es tiempo de volver a despertar la curiosidad que es el verdadero motor del aprendizaje, ser como los niños y recuperar la capacidad de asombrarnos con lo nuevo, de considerar las dificultades como un programa inteligente de la Vida para que sigamos evolucionando.
Atrevernos a ser creativos, necesitamos reinventar la mayoría de las instituciones que hemos generado como sociedad en el último siglo, rediseñar relaciones, estructuras, organizaciones pero, sobre todo, rediseñar nuestros propios procesos mentales y transformarlos en procesos biológicos, cambiantes, crecientes, vivos… Nuestro cerebro necesita nuevas rutas, dejar a un lado los mapas que en otros tiempos nos sirvieron y atreverse a abrir nuevas trochas en los territorios más intrincados. Hay que innovar, hay que emprender, hay que generar un mundo nuevo y para ello tenemos que despertar la capacidad creativa que todo ser humano posee.
Los grandes cambios se han generado gracias a la acción de pequeños grupos; son las minorías creativas las que tienen la llave del cambio y esas minorías están en todos los sectores… Los caminantes del corazón, están entre esas minorías cuando intentan establecer nuevas estructuras de pensamiento, de relación y de comunicación. Pero también ese mismo espíritu late en el corazón de miles de personas que de forma individual se reparten por todo el mundo intentando crear un Mundo Mejor.
Erradicar el miedo al cambio, quitarnos de encima esa tendencia a repetir una y otra vez los procesos que alguna vez salieron bien, creyendo que eso nos garantizará el resultado. Sin embargo, la experiencia nos dice que las circunstancias de hoy son otras, que los parámetros han cambiado y que el futuro nunca ha estado garantizado. La resistencia al cambio es ir en contra del fluir de la vida por mor de una seguridad momentánea que nos impide crecer, desarrollarnos como seres humanos.
Mantener una actitud de confianza, confianza plena en la vida, en las personas pero, sobre todo, en nosotros mismos, en nuestras potencialidades, en nuestros recursos internos. La desconfianza bloquea nuestra mente y nos impide ver salidas a las situaciones que vivimos; tampoco vemos la ayuda que podríamos recibir del entorno, nos blindamos en una torre de aislamiento que sólo nos resta facultades, generando procesos cíclicos y bucles repetitivos, esperando que cambie algo del exterior sin nuestra intervención… la falta de confianza nos impide implicarnos.
Estar abiertos a asumir riesgos, ser conscientes de que los retos nos obligan a salir de la comodidad, de la pasividad… Hoy más que nunca es preciso recordar la importancia de seguir aprendiendo en la escuela de la vida; cada día es una página importante para seguir acumulando conocimientos y, sobre todo, experiencia. Es tiempo de volver a despertar la curiosidad que es el verdadero motor del aprendizaje, ser como los niños y recuperar la capacidad de asombrarnos con lo nuevo, de considerar las dificultades como un programa inteligente de la Vida para que sigamos evolucionando.
Atrevernos a ser creativos, necesitamos reinventar la mayoría de las instituciones que hemos generado como sociedad en el último siglo, rediseñar relaciones, estructuras, organizaciones pero, sobre todo, rediseñar nuestros propios procesos mentales y transformarlos en procesos biológicos, cambiantes, crecientes, vivos… Nuestro cerebro necesita nuevas rutas, dejar a un lado los mapas que en otros tiempos nos sirvieron y atreverse a abrir nuevas trochas en los territorios más intrincados. Hay que innovar, hay que emprender, hay que generar un mundo nuevo y para ello tenemos que despertar la capacidad creativa que todo ser humano posee.
Los grandes cambios se han generado gracias a la acción de pequeños grupos; son las minorías creativas las que tienen la llave del cambio y esas minorías están en todos los sectores… Los caminantes del corazón, están entre esas minorías cuando intentan establecer nuevas estructuras de pensamiento, de relación y de comunicación. Pero también ese mismo espíritu late en el corazón de miles de personas que de forma individual se reparten por todo el mundo intentando crear un Mundo Mejor.