Todo cuanto existe en el universo es el resultado de la interacción de dos polaridades. Desde los planos más materiales a los más sutiles, todos son la expresión de las tensiones producidas entre el polo positivo y el polo negativo. La misma evolución del ser humano viene marcada por los trasvases energéticos producidos entre la inconsciencia y la consciencia.
Según el principio de doble polaridad, la creación de una chispa espiritual, como toda energía, llevará implícita las dos polaridades, siendo la positiva la correspondiente a lo masculino y la negativa a lo femenino, sin que ello conlleve obviamente ningún tipo de calificativo. Es decir, que tal como dice la Biblia (Génesis 1,27): «Dios nos hizo hombre y mujer al mismo tiempo». Esto es muy importante, desde mi punto de vista, porque explicaría que cada polaridad por separado viviría aquellas experiencias que considerara necesarias para su evolución, siendo a su vez «complementarias» de las vividas por su otra parte espiritual.
Al fin y al cabo, de lo que se trata es de que cada espíritu creado recorra un camino de regreso a su origen recogiendo las experiencias y conocimientos necesarios para poder ser creador de su propio universo, y «cada espíritu creado», al estar compuesto de dos polaridades, no tendría que vivir por duplicado las mismas experiencias.
La comunicación entre ambas entidades espirituales, necesaria para el trasvase de información, se produciría de diferentes maneras: en el plano de desencarnados, durante viajes astrales, en sueños o compartiendo vivencias físicas juntos, bien como pareja o como alguien cercano con el que nos uniera un gran afecto, familiar o de amistad.
Según el principio de doble polaridad, la creación de una chispa espiritual, como toda energía, llevará implícita las dos polaridades, siendo la positiva la correspondiente a lo masculino y la negativa a lo femenino, sin que ello conlleve obviamente ningún tipo de calificativo. Es decir, que tal como dice la Biblia (Génesis 1,27): «Dios nos hizo hombre y mujer al mismo tiempo». Esto es muy importante, desde mi punto de vista, porque explicaría que cada polaridad por separado viviría aquellas experiencias que considerara necesarias para su evolución, siendo a su vez «complementarias» de las vividas por su otra parte espiritual.
Al fin y al cabo, de lo que se trata es de que cada espíritu creado recorra un camino de regreso a su origen recogiendo las experiencias y conocimientos necesarios para poder ser creador de su propio universo, y «cada espíritu creado», al estar compuesto de dos polaridades, no tendría que vivir por duplicado las mismas experiencias.
La comunicación entre ambas entidades espirituales, necesaria para el trasvase de información, se produciría de diferentes maneras: en el plano de desencarnados, durante viajes astrales, en sueños o compartiendo vivencias físicas juntos, bien como pareja o como alguien cercano con el que nos uniera un gran afecto, familiar o de amistad.
¿Almas gemelas?
Existe mucha polémica acerca de qué significa la expresión "almas gemelas". La creencia más popular es la idea de "la media naranja", una expresión que deriva del mito de los andróginos creado por Platón. Según este filósofo griego, los seres humanos eran originalmente hermafroditas. Para debilitar su enorme potencial los dioses los dividieron en dos entidades, originando así los sexos separados. Desde esta perspectiva, el impulso amoroso y erótico proviene de la nostalgia de esa otra parte separada de uno mismo. El amor podría definirse como la fuerza de atracción que impulsa a buscarse y fundirse en un único ser a esas dos almas que formaron una unidad primigenia.
Quienes han vivido experiencias que definen como de reencuentro con su “otra parte” afirman que es como si te miraras en un espejo; te ves a ti mismo, pero en otra polaridad. La reconoces inmediatamente, porque las miradas van al fondo del alma.
Seguramente la mayoría de quienes estén leyendo estas líneas habrán sentido esa imperiosa necesidad de encontrar a nuestra otra mitad, nuestra "alma gemela". Algunas personas afortunadas afirman haberlo logrado. Otras, sin embargo, recorren incesantemente los diversos caminos de la espiritualidad, sin llegar a encontrar a ese otro ser especial. ¿Qué es lo que hace la diferencia?
Quienes han vivido experiencias que definen como de reencuentro con su “otra parte” afirman que es como si te miraras en un espejo; te ves a ti mismo, pero en otra polaridad. La reconoces inmediatamente, porque las miradas van al fondo del alma.
Seguramente la mayoría de quienes estén leyendo estas líneas habrán sentido esa imperiosa necesidad de encontrar a nuestra otra mitad, nuestra "alma gemela". Algunas personas afortunadas afirman haberlo logrado. Otras, sin embargo, recorren incesantemente los diversos caminos de la espiritualidad, sin llegar a encontrar a ese otro ser especial. ¿Qué es lo que hace la diferencia?
¿Qué provoca el reencuentro?
Polémicas aparte, en lo que sí coinciden casi todos los estudiosos de este tema es en las causas del reencuentro entre las almas gemelas.
El encuentro no tiene por qué producirse como una historia de amor, ya que las relaciones no las tenemos simplemente para ser felices, sino que las vivimos para evolucionar. Y es que las relaciones son la gran escuela para el progreso del alma. Brian Weiss asegura que "son un laboratorio viviente, una prueba para determinar si hemos aprendido nuestras lecciones, para descubrir hasta qué punto nos acercamos hasta nuestro plan vital determinado". Por eso mismo, muchos sostienen que nos reencarnamos una y otra vez con las mismas almas, para representar distintos papeles y aprender todo lo que necesitamos acerca de la energía más poderosa del universo, el amor.
Cuando dos almas gemelas han de reencontrarse, el Cosmos se confabula para posibilitarlo. Todos aquellos que han vivido esta experiencia hablan de las señales del Universo. A ellas se refería Brian Weiss, con la bondad y el amor que emanan de su persona, "encontrar a tu alma gemela es un regalo del destino y, por ello, el Universo se encarga de que no pase desapercibido, de que la conexión se produzca; después será la decisión de ambos, el libre albedrío, lo que decida aceptar ese regalo o no".
Desde mi punto de vista, el reencuentro con el alma gemela lo decide cada parte al confeccionar su futuro programa de vida antes de encarnar, para lo cual se establece un pacto mutuo donde queda definido el tipo de relación que van a tener y el objetivo de ayuda mutua que quieren lograr. Evidentemente, sólo se puede producir el reencuentro dentro de una corriente de amor incondicional que es lo que preside siempre las relaciones entre las almas gemelas. El escritor argentino Enrique Barrios comentó que "si se quiere obtener un diploma, el único camino eficiente es el de estudiar las materias que corresponden. No debería pensarse en conseguirlo por otros medios para adelantar el proceso. Cuando hablamos de almas gemelas nos referimos a un gran amor, por lo que hemos de hacernos más doctos en la materia Amor, que todos estudiamos en la escuela de la vida".
Los términos «media naranja» o «andróginos», reflejan una realidad en términos materiales. Sin embargo, cuando hablamos de reencarnación -y según el planteamiento anterior-, estamos hablando de programas de vida complementarios que no se circunscriben exclusivamente a la relación amorosa que se pueda producir en una vida, aunque, eventualmente, ésta se produzca como necesidad de compartir también en lo físico las experiencias que se han incorporado en anteriores existencias.
Este tipo de encuentros son una especie de compensación, de recarga energética -pues cada uno es el complemento perfecto del otro-, que sirve de ayuda para afrontar los retos de la siguiente reencarnación, al tiempo que son un estímulo para llegar cuanto antes al reencuentro definitivo, el cual se da al final de lo que se conoce en Oriente como «Rueda de Reencarnaciones».
En ese momento, al unirse las dos polaridades, perfectas en su manifestación humana, se produce un salto cuántico en su evolución, pasando ambos, ya convertidos en un sólo ser, al siguiente plano dimensional, el plano de las energías vitalizadoras.
Sea un mito platónico, un sueño romántico, una metáfora o un principio reencarnacionista, el fenómeno de las almas gemelas supone, a fin de cuentas, un reencuentro mágico, durante el cual cada uno accede a una vivencia única, experimentando una transformación profunda y maravillosa. Quizás ésta sea la causa de que haya tantas opiniones al respecto y, sobre todo, de que encontrar nuestra alma gemela sea el anhelo más profundo de la mayoría de los seres humanos.
El encuentro no tiene por qué producirse como una historia de amor, ya que las relaciones no las tenemos simplemente para ser felices, sino que las vivimos para evolucionar. Y es que las relaciones son la gran escuela para el progreso del alma. Brian Weiss asegura que "son un laboratorio viviente, una prueba para determinar si hemos aprendido nuestras lecciones, para descubrir hasta qué punto nos acercamos hasta nuestro plan vital determinado". Por eso mismo, muchos sostienen que nos reencarnamos una y otra vez con las mismas almas, para representar distintos papeles y aprender todo lo que necesitamos acerca de la energía más poderosa del universo, el amor.
Cuando dos almas gemelas han de reencontrarse, el Cosmos se confabula para posibilitarlo. Todos aquellos que han vivido esta experiencia hablan de las señales del Universo. A ellas se refería Brian Weiss, con la bondad y el amor que emanan de su persona, "encontrar a tu alma gemela es un regalo del destino y, por ello, el Universo se encarga de que no pase desapercibido, de que la conexión se produzca; después será la decisión de ambos, el libre albedrío, lo que decida aceptar ese regalo o no".
Desde mi punto de vista, el reencuentro con el alma gemela lo decide cada parte al confeccionar su futuro programa de vida antes de encarnar, para lo cual se establece un pacto mutuo donde queda definido el tipo de relación que van a tener y el objetivo de ayuda mutua que quieren lograr. Evidentemente, sólo se puede producir el reencuentro dentro de una corriente de amor incondicional que es lo que preside siempre las relaciones entre las almas gemelas. El escritor argentino Enrique Barrios comentó que "si se quiere obtener un diploma, el único camino eficiente es el de estudiar las materias que corresponden. No debería pensarse en conseguirlo por otros medios para adelantar el proceso. Cuando hablamos de almas gemelas nos referimos a un gran amor, por lo que hemos de hacernos más doctos en la materia Amor, que todos estudiamos en la escuela de la vida".
Los términos «media naranja» o «andróginos», reflejan una realidad en términos materiales. Sin embargo, cuando hablamos de reencarnación -y según el planteamiento anterior-, estamos hablando de programas de vida complementarios que no se circunscriben exclusivamente a la relación amorosa que se pueda producir en una vida, aunque, eventualmente, ésta se produzca como necesidad de compartir también en lo físico las experiencias que se han incorporado en anteriores existencias.
Este tipo de encuentros son una especie de compensación, de recarga energética -pues cada uno es el complemento perfecto del otro-, que sirve de ayuda para afrontar los retos de la siguiente reencarnación, al tiempo que son un estímulo para llegar cuanto antes al reencuentro definitivo, el cual se da al final de lo que se conoce en Oriente como «Rueda de Reencarnaciones».
En ese momento, al unirse las dos polaridades, perfectas en su manifestación humana, se produce un salto cuántico en su evolución, pasando ambos, ya convertidos en un sólo ser, al siguiente plano dimensional, el plano de las energías vitalizadoras.
Sea un mito platónico, un sueño romántico, una metáfora o un principio reencarnacionista, el fenómeno de las almas gemelas supone, a fin de cuentas, un reencuentro mágico, durante el cual cada uno accede a una vivencia única, experimentando una transformación profunda y maravillosa. Quizás ésta sea la causa de que haya tantas opiniones al respecto y, sobre todo, de que encontrar nuestra alma gemela sea el anhelo más profundo de la mayoría de los seres humanos.