La coherencia y el ser coherente
La coherencia es la capacidad de conectar muchos elementos para llegar a establecer un movimiento armónico con todas las partes relacionadas. Cada uno de nosotros está en un momento distinto de nuestra evolución, pero todos estamos en el estadio de crisálida, preparándonos para abandonar el sueño de las apariencias y despertar a la verdad de lo trascendente. Encontrar el sentido de por qué estamos juntos en este tiempo y en este espacio pasa por ser coherente con nosotros mismos y con los demás.
La coherencia es la capacidad de conectar muchos elementos para llegar a establecer un movimiento armónico con todas las partes relacionadas. Cada uno de nosotros está en un momento distinto de nuestra evolución, pero todos estamos en el estadio de crisálida, preparándonos para abandonar el sueño de las apariencias y despertar a la verdad de lo trascendente. Encontrar el sentido de por qué estamos juntos en este tiempo y en este espacio pasa por ser coherente con nosotros mismos y con los demás.
- Ser coherente consigo mismo es saber en qué momento estoy y aceptar que mi momento no tiene por qué coincidir con el de los otros, ni tan siquiera con el de la pareja.
- Ser coherente es saber aceptar que el medio en el que me desenvuelvo es el entorno que me sirve de espejo para verme y al que yo sirvo para su transformación, mientras me transformo.
- Ser coherente es aceptar los pasos que cada día me muestran mis capacidades y mis limitaciones, mientras valoro las capacidades y las limitaciones que poseen el entorno y cada uno de los seres humanos que lo integran.
- Ser coherente es convertir las “limitaciones” en oportunidades y no intentar que la evolución de la realidad que se derive de nuestras acciones acabe en unos objetivos previstos de antemano. Las realidades nuevas, que de aquellas acciones surjan, no pueden ser interpretadas a partir de un modelo concebido previamente, están llamadas a colocarnos en nuevas perspectivas. Abrirse a nuevas lecturas de cualquier realidad o experiencia requiere el entusiasmo de los niños o el de los inocentes.
- Ser coherente es asumir que la propia naturaleza de la evolución humana tiene como recurso principal la relación con los miembros de la especie y con el entorno que nos acoge. Con todos los miembros y con todos los entornos en los que la vida nos ha colocado.
- Ser coherente es no esperar a ser comprendido o comprendida en nuestras circunstancias, mientras no nos asumimos o no nos reconocemos como individualidades únicas en proceso de transformación, navegando en un mar de incertidumbres, permanentemente ideando estrategias para ajustarnos a los vaivenes –van y vienen- del movimiento de la vida.
- Ser coherente es cuidar con amorosa dedicación y respeto nuestras circunstancias; ellas son las semillas de nuestro florecimiento. Mientras, paralelamente, desarrollamos nuestro respeto y empatía por las circunstancias de los demás que, también, son el germen de nuevas y particulares primaveras.
- Ser coherente es desarrollar la capacidad de hacerse cómplice con los demás y con el juego de la Vida. Un juego que se esconde tras la apariencia de los retos y de los conflictos humanos, para que descubramos las leyes de Ella y las apliquemos con el corazón.
- Ser coherente, por último, es saberse un ser espiritual en proceso hacia una mayor consciencia, aceptando la soledad individual y sintiéndose solidarios con aquellos y aquellas que no pueden mirar ese requisito evolutivo por el vértigo que lo abismal produce.