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Incendios forestales



Juan I. Fernández-Golfín

26/09/2019

Al acabar el verano todo el mundo habla de los incendios forestales, de sus causas y consecuencias. Desgraciadamente, todos los años se supera alguna estadística fatal ya que cuando no es el total de superficie quemada es el número de grandes incendios, el número de fallecidos en las labores de extinción o, simplemente, los daños ecológicos acaecidos en áreas de gran sensibilidad medioambiental.



Ante el aluvión de comentarios procedentes de periodistas, tertulianos de diversa índole o, simplemente, vecinos de la barra del bar; las gentes de bien se sobrecogen y se deprimen pensando en que en un futuro no lejano todo será un inmenso erial.
 
Mi objetivo en este artículo, como Ingeniero de Montes que soy, es tratar de analizar el asunto de los incendios forestales aportando a todos los lectores algunos conocimientos que le lleven a tener un poco de criterio.
 
Lo primero que hay que decir es que el fuego es el instrumento de regulación por naturaleza en todo el ámbito mediterráneo. Todos los excesos de vegetación se suelen resolver en nuestro entorno geográfico mediante el mecanismo del fuego.
 
Debemos entender que en nuestro país las causas del fuego están ahí siempre, ya que nuestros montes están fortísimamente antropizados (a veces con urbanizaciones y áreas recreativas en su seno). Por dicho motivo cualquier situación que afecte a la densidad de la vegetación o a su estado de humedad puede ser causa suficiente para que el fuego prenda en él.
 
De alguna forma es como si tuviéramos permanentemente encendida una cerilla, bastando sólo que le acercásemos un papel suficientemente seco como para que se generara una fogata.
 
Otro asunto que el gran público debe conocer es que un monte productivo generalmente no arde (véase lo que ocurre en los pinares de la montaña soriano-burgalesa). Y no arde porque de los montes se extrae la producción sobrante y, por tanto, son mantenidos con una densidad tal que difícilmente el fuego puede asentarse fácilmente en él. Esto sin contar con el hecho de que si las poblaciones aledañas sacan beneficio económico del monte (por ejemplo la famosa “Suerte de pinos” en la montaña soriano-burgalesa) el más pequeño conato de incendio es rápidamente sofocado por los propios vecinos, gente rural que se sabe mover bien por el monte.
 
Un ejemplo de este humano proceder radica en que, por ejemplo, si una zona en la que todos miramos orgullosos al monte se declara Parque Nacional y, por ello, se prohíben ciertos usos tradicionales (precisamente aquellos que permitieron al monte llegar a su estado actual) tarde o temprano aparece un incendio devastador.
 
Por lo tanto, si un monte no es productivo y, por decirlo de alguna forma fácil de entender, no se mantiene por sí mismo, es necesario invertir en él. La Sociedad debe saber a este respecto que si no quiere montes productivos pero tampoco desea incendios, debe invertir en Selvicultura preventiva.
 
El gran problema radica en que siempre hay prioridades económicas mucho más urgentes que el cuidado del bosque. Cuando hay que hacer perentoriamente una carretera para dar salida al último pelotazo urbanístico y el gestor de los recursos económicos se plantea de donde sacar el dinero necesario, al llegar a la partida de cuidado de los montes siempre piensa que es posible atrasarlo un año más. De hecho, durante la transición política de los años 80, cuando era necesario acometer muchos gastos extraordinarios, o en los momentos de crisis económica, es cuando el cuidado del monte se ha visto más intensamente comprometido. Cientos de miles de hectáreas repobladas durante los años 50 y 60 están actualmente esperando al incendio ya que su densidad es tan elevada (porque no se hicieron las claras en el momento establecido para ello) que ahora literalmente no se puede ni entrar en ellos.
 
A este respecto... ¿alguien se ha preguntado sobre la razón por la cual hace años en un día de incendio se quemaban 10 hectáreas y hoy se queman varios centenares? La explicación es sencilla pero no debemos mirar sólo a los montes sino a todo el sector agrario. El abandono de muchos terrenos agrícolas y la colonización de los mismos por especies arbustivas hace que se haya perdido la pasada estructura en mosaico y que ahora un fuego comienza en unos rastrojos, continúa por un suelo antiguamente agrícola y hoy repleto de arbustos para acabar quemando todo un monte. De este monte saltará a otro a través de las sucesivas tierras agrícolas abandonadas. Por tanto, el incendio forestal no es estrictamente tal sino un incendio rural.
 
Otra idea equivocada, pero muy arraigada en el gran público, radica en pensar que todo pasa porque se plantan pinos. La contestación a este aserto es muy fácil de dar técnicamente pero es muy difícil de introducir en la mente de la Sociedad. Cuando un suelo está fuertemente degradado después de cientos de años de cultivo agrícola o en suelos altamente pedregosos uno no puede plantar allí directamente especies de frondosas (esas que gustan a todos). Las especies colonizadoras por naturaleza, aquellas que permiten crear suelo forestal allí donde no lo hay son precisamente los pinos. Por tanto, el técnico forestal empezará con pinos con el ánimo de ir conduciendo las cosas de forma que a largo plazo puedan hacer aparición las frondosas. Cualquiera puede ver cómo en muchos casos al pie de los pinos, artificialmente introducidos, aparecen las encinas.
 
Un apunte final. Hace 30 años los incendios los apagaban los técnicos forestales y la guardería forestal. Gente de campo, que vivía en los aledaños del monte y que sabía moverse por él. De hecho, los incendios se apagaban de noche cuando el calor se atenuaba y el viento normalmente se calmaba. Ahora los bomberos forestales vienen de fuera siendo dirigidos por personal no cualificado para tareas forestales. Así ocurre que brigadas enteras se meten en verdaderos atolladeros en mitad de un incendio o que otras le “esperen” a lo lejos incapaces de meterse con decisión y conocimiento en los mismos.
 
Llegados a este punto los lectores se preguntarán... ¿pero esto tiene solución? Mi contestación debe ser positiva pero vinculada. La vinculo a que dispongamos de los recursos necesarios para que podamos mantener el monte con la estructura necesaria para que el fuego no arraigue en él y si lo hiciera pudiéramos combatirlo con eficacia. En esta búsqueda de recursos la Sociedad debe plantearse seriamente si no es mejor estrategia permitir un uso económico sostenible del monte como medio de asegurar su persistencia.
 
A aquellos que dudan de la posibilidad de equilibrar intereses económicos y medioambientales les sugiero que se paseen por el monte de Valsaín (Segovia), por la montaña soriano-burgalesa y por tantas y tantas zonas donde desde hace siglos coexisten en equilibrio hombres, animales y máquinas.




              



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