Una joven del círculo se dirigió a la sacerdotisa y le dijo:
- No participaré más en el grupo.
La sacerdotisa le respondió:
- Pero, ¿por qué?
La joven respondió:
- Veo a mi hermana que habla mal de otra; un grupito que vive hablando y no apoya, personas que durante la danza pareciera que tratan de lucirse en lugar de mirar el árbol y tantas otras cosas malas que veo...
La sacerdotisa le respondió:
- Muy bien, pero antes de irte, quiero que me hagas un favor: toma un vaso lleno de agua y da tres vueltas por el círculo sin derramar una gota de agua en el suelo. Después de eso, puedes salir del grupo.
Y la joven pensó:
- ¡Muy fácil!
Y dio las tres vueltas como le pidió la sacerdotisa.
Cuando terminó dijo:
- ¡Hecho!
Y la sacerdotisa le preguntó:
- Cuando estabas dando vueltas, ¿viste a alguna hermana hablar mal de otra?
La respuesta fue:
- No.
¿Viste a las danzantes quejarse entre sí?
- No.
¿Viste a alguien que no estuviera apoyando?
- No.
- ¿Sabes por qué? -Le preguntó- Estabas concentrada en el vaso para no tirar el agua.
Lo mismo es en nuestro grupo en nuestro círculo y en la vida. Cuando nuestro enfoque sean nuestros pasos, nuestro aprendizaje, nuestro servicio, nuestra
entrega, nuestro rezo y nuestra evolución, no tendremos tiempo de ver los errores de las demás.
Quién sale de un círculo por causa de otra persona, nunca entró a danzar, a sanar, a rezar, a orar por la humanidad, a servir.
Quien se fija en las demás, nunca entró con el fin de honrar a sus ancestros, nunca entró para su propia evolución, de encontrar en la danza su verdadero espíritu, de servir a la comunidad y al servicio de la Diosa.
Libérate del prejuicio, de la opinión de las demás, de fijarte en las demás.
¡SANA Y DANZA CON LA VIDA!