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El verdadero poder de hoy: Estar centrado en sí mismo



Alicia Montesdeoca Rivero

11/11/2020

Para lograrlo hay que relacionarse con el afuera desde una conciencia superior, desde la serenidad y desde el silencio. Para ello, es preciso apagar los ruidos externos, el bombardeo de la información especulativa. Porque por mucho que se opine, (y se opina mucho), nunca se podrá saber toda la verdad sobre un fenómeno, porque no tenemos conocimiento de todos los factores que están incidiendo en él (y las emergencias que la relación de todos ellos produce en un momento dado y en un espacio concreto).



Photo by Artem Kovalev on Unsplash
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Sin embargo, sí podemos conocer cuáles son nuestras aspiraciones más íntimas, nuestros mejores deseos, nuestras inclinaciones más puras, nuestros principios más sublimes.
 
Centradas o centrados en lo que somos, sin dejarnos guiar por otras brújulas que no están imantadas en su centro, y que nunca orientan la acción hacia el norte más elevado, elijamos la acción creadora de espacios de vida, de espacios de acogida, de espacios de protección.
 
Fortalezcamos nuestros proyectos, nuestras intenciones, nuestra dirección, con la fe en nuestros objetivos, con el amor puesto en lo que queremos crear, con la esperanza de que un nuevo proyecto de sociedad humana ha de salir de este momento doloroso.
 
Reflexionemos sobre las pérdidas que estamos teniendo como humanidad: nuestros niños de la calle sin amparo por carecer del hogar protector; nuestros jóvenes sin ilusiones ni esperanzas, ahogando, con la evasión que les proporciona el consumo, el aliento juvenil tan creador y tan esperanzador para todos. Nuestras mayores pérdidas están ahí, en los fundamentos del futuro social, las nuevas generaciones.

Photo by Rowan Chestnut on Unsplash
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La identidad

¿Qué fortalece nuestra identidad? ¿Qué la debilita? ¿Cuál es el eje alrededor del cual gira nuestra vida? ¿De qué manera yo me enfrento a la realidad cotidiana? Una realidad en la que he de estar “presente” para vivirla plenamente, tanto cuando voy al trabajo, cuando he de cuidar a mi familia, realizar mis estudios o vivir el ocio.
 
Una realidad en un mundo lleno de contrastes y de diferencias; en un mundo lleno de seres que conozco y a los que amo, pero más lleno aún de seres extraños a mí e ignorados por mí; seres cercanos y lejanos; seres con una vida plena de posibilidades o con total carencia de ellas.
 
¿Cómo me puedo enfrentar a los problemas y al dolor con dignidad si no es sabiendo en dónde estoy situada, cuál es la razón por la cual suceden los acontecimientos y cómo formar mi personalidad social salvando mi vida interna?

Ser críticos y también constructivos

Ser críticos para darnos cuenta de que determinadas acciones, propuestas, imposiciones, ofertas, opiniones, acontecimientos… van en contra de la permanencia de la vida. Ser lo suficientemente responsable para no poner en riesgo, por acción o por omisión, la vida propia ni la de los demás.
 
Esta realidad requiere: estar conectado con la propia identidad; ser conscientes de la responsabilidad que se asume en cualquier acción que se realice y aceptar que se tiene un compromiso hacia los otros. Este compromiso implica sumo respeto a la identidad individual, solidaridad en todo momento y diseño de acciones encaminadas a la generación de la concordia social.
 
El equilibrio personal se consigue cuando no te arrastran las modas cambiantes; cuando asumes la propia vida como única y respetas la de cada uno de los otros porque también son únicas; cuando no dejas de ser tú a pesar de que las corrientes parezcan ir en contra de tú andar; cuando realizas tu trabajo, tus estudios, el cuidado de los otros, poniendo toda la conciencia en ello, sin convertir en rutina ninguna labor; cuando no tratas de evadirte ante el miedo, la tristeza o el dolor y los encaras y les preguntas por lo que se esconde detrás de esas emociones; cuando no te importa reconocerte frágil, sensible, ignorante, necesitada, y a la vez te sabes fuerte, sostenedora, sabia, y plenamente satisfecha de lo que posees.
 
También, cuando mantienes el deseo de saber y la curiosidad, sin preocuparte por parecer infantil o insegura. Cuando te sientes inquieta, angustiada, con desazón y localizas la voz que calma tu espíritu. No hay droga capaz de darte la paz que esa “voz” te da. Las inquietudes, las angustias, la desazón, son quebrantos de lo que está siendo tergiversado, mal interpretado, taponado, ocultado, diluido por falta de atención y de tiempo para el encuentro contigo.
 
Porque cuando nos sentimos cómodas o cómodos, solas o solos y en silencio, pero también felices por compartir con los demás lo que somos y tenemos, el mundo se puede venir abajo, pero la fortaleza se mantiene en pie porque está hecha de valores; porque se pliega ante los embates como un frágil junco azotado por el viento; porque identifica el momento y el proceso que vive; porque comprende la experiencia colectiva que se está viviendo; porque respeta la capacidad (grande o pequeña, todas válidas) con que los otros se enfrentan a lo mismo; porque acepta su parte de responsabilidad en lo que sucede; porque encara de frente el horror y el dolor poniendo su voluntad en paliarlos y en sacar los mejores aprendizajes de ellos.
 
No nos debilitemos ni a nosotros ni a la sociedad a la que pertenecemos con dudas en el momento de actuar; con críticas destructivas; con murmuraciones a las espaldas. Contemplemos y aceptemos lo que es en este instante nuestra realidad y dispongámonos a transformarla desde ahí, acogiendo y protegiendo todas las formas con las que se manifiesta la Vida. 


Alicia Montesdeoca Rivero
www.tendencias21.net




              



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