Imaginemos que nos gusta la pintura, la poesía, el deporte o cualquier otra afición del abanico de nuestras actividades cotidianas. En estos días donde los medios de comunicación se polarizan en una información monotemática y sesgada podríamos irnos al teatro, al cine o a pasear por el campo y de esta manera estaríamos rompiendo el hábito, la costumbre, la rutina… Así nos liberaríamos del bombardeo de información que recibimos constantemente y tendríamos la oportunidad de ir a otras latitudes del pensamiento, de recorrer otros territorios de la conciencia o de reencontrarnos con nosotros mismos.
Estar en el momento justo y en él ahora es un privilegio que nos brinda el devenir y algo a lo que el destino nos acerca voluntariamente y de acuerdo con nosotros mismos. Romper sin romper, abrir los ojos, escuchar y ver con otra mirada las cosas puede hacernos disfrutar mucho más de este paseo por la vida.
Estar en el momento justo y en él ahora es un privilegio que nos brinda el devenir y algo a lo que el destino nos acerca voluntariamente y de acuerdo con nosotros mismos. Romper sin romper, abrir los ojos, escuchar y ver con otra mirada las cosas puede hacernos disfrutar mucho más de este paseo por la vida.
CONSTRUIR EL HOY CON MATERIALES DEL AYER
Hace unos cuantos días tuve la oportunidad de ir a un concierto de música en el que se interpretaban canciones de la década de los noventa, o a lo sumo del dos mil. Me di cuenta de que todas aquellas canciones conocidas, aunque eran más de la época de mi hijo que de la mía, me hicieron conectar con los años pasados y a la vez percibir el futuro, pues, aunque las notas musicales eran las de siempre a cada pieza le habían dado un toque y unos arreglos que la hacía distinta.
Todas las canciones eran diferentes, aun siendo las mismas de siempre. Música indie con aires de jazz y de swing servían como vehículo para engancharnos al acompañamiento de palmas, cantos y otras formas de captar la complicidad de los asistentes.
Sentí que hoy seguíamos construyendo con los materiales de ayer, pero con el compromiso de hoy. Porque estar en el aquí y el ahora es lo importante, poder disfrutar y sentirte parte del mundo en el que vives, sentirte participe al tocar las palmas, al cantar estribillos, o sencillamente al decir bravo, o al aplaudir calurosamente… porque todo ello nos hace compartir un mismo espacio trasformado del ayer a un hoy cotidiano y nuevo.
Hace falta frescura, aires nuevos y personas nuevas a las que abrazar, descubrir y seguir en estos días que despiertan; si no lo hacemos estamos condenados a repetir todo aquello que creíamos tener vivido y superado.
Con todo lo que está pasando y la que está cayendo, a veces se agradece cambiar de aires y hacer algo distinto a lo cotidiano. La vida nos depara un destino, pero, aun así, si cambiamos el roll podemos disfrutar de algo diferente.
Todas las canciones eran diferentes, aun siendo las mismas de siempre. Música indie con aires de jazz y de swing servían como vehículo para engancharnos al acompañamiento de palmas, cantos y otras formas de captar la complicidad de los asistentes.
Sentí que hoy seguíamos construyendo con los materiales de ayer, pero con el compromiso de hoy. Porque estar en el aquí y el ahora es lo importante, poder disfrutar y sentirte parte del mundo en el que vives, sentirte participe al tocar las palmas, al cantar estribillos, o sencillamente al decir bravo, o al aplaudir calurosamente… porque todo ello nos hace compartir un mismo espacio trasformado del ayer a un hoy cotidiano y nuevo.
Hace falta frescura, aires nuevos y personas nuevas a las que abrazar, descubrir y seguir en estos días que despiertan; si no lo hacemos estamos condenados a repetir todo aquello que creíamos tener vivido y superado.
Con todo lo que está pasando y la que está cayendo, a veces se agradece cambiar de aires y hacer algo distinto a lo cotidiano. La vida nos depara un destino, pero, aun así, si cambiamos el roll podemos disfrutar de algo diferente.
¡ATRÉVETE A CAMBIAR!
Si no has meditado nunca pruébalo, si no vas al cine comienza al menos con una vez al mes, práctica algún deporte, recita los poemas que escribiste antaño, sal con los amigos, toma algo distinto a las pastillas recetadas… Vive a tu manera, ponle a tu solfa el air nuevo de eternas primaveras y no te dejes llevar por el desánimo y la desilusión, pero sobre todo no te dejes llevar por los otros.
Haz aquello que te resuene con más fuerza, acércate a las pequeñas cosas que te cautiven, desgasta los zapatos en largos paseos y déjate llevar por los besos de los niños y de las personas que amas. Haz el mundo a tu medida y compártelo con otros que te tomaron la medida.
No siempre tenemos la oportunidad de coger el tren justo, porque pasa una vez y a una hora. Hay que estar ahí para dejarnos llevar de estación en estación. Mirar por la ventana y ver el campo, disfrutar del viento y la lluvia, de la vida que se desparrama ante nosotros y nos dice ven; gózala como una y única prebenda en este tránsito. Aprovecha y comparte, ama, se feliz, al fin y a la postre tenemos que compartir incluso con quienes alguna vez nos robaron la cartera.
Tenemos la obligación de ser felices, de mostrar la felicidad que llevamos dentro, esa que como si del ADN se tratara tenemos guardada en el frasco del corazón y debemos gastar a lo largo de la vida. Basta con saber que somos seres felices para poder serlo, aceptar la felicidad y dejarla en herencia a las generaciones venideras, empezar con la familia, seguir con el vecino y extenderlo a un mundo donde la vida sin lindes ni fronteras se comparta felizmente.
Y todo esto viene a cuento porque tenemos la obligación de ser felices, de compartir y repartir los dones de un planeta que nos fue legado para su custodia.
Haz aquello que te resuene con más fuerza, acércate a las pequeñas cosas que te cautiven, desgasta los zapatos en largos paseos y déjate llevar por los besos de los niños y de las personas que amas. Haz el mundo a tu medida y compártelo con otros que te tomaron la medida.
No siempre tenemos la oportunidad de coger el tren justo, porque pasa una vez y a una hora. Hay que estar ahí para dejarnos llevar de estación en estación. Mirar por la ventana y ver el campo, disfrutar del viento y la lluvia, de la vida que se desparrama ante nosotros y nos dice ven; gózala como una y única prebenda en este tránsito. Aprovecha y comparte, ama, se feliz, al fin y a la postre tenemos que compartir incluso con quienes alguna vez nos robaron la cartera.
Tenemos la obligación de ser felices, de mostrar la felicidad que llevamos dentro, esa que como si del ADN se tratara tenemos guardada en el frasco del corazón y debemos gastar a lo largo de la vida. Basta con saber que somos seres felices para poder serlo, aceptar la felicidad y dejarla en herencia a las generaciones venideras, empezar con la familia, seguir con el vecino y extenderlo a un mundo donde la vida sin lindes ni fronteras se comparta felizmente.
Y todo esto viene a cuento porque tenemos la obligación de ser felices, de compartir y repartir los dones de un planeta que nos fue legado para su custodia.