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El crecimiento personal



Maria Pinar Merino Martin

09/02/2024

Hay tres momentos en la vida de cada persona que destacan sobre los demás: el nacimiento, la muerte y el más importante: cuando se da cuenta de que es un ser con una capacidad de consciencia e intenta descubrir qué ha venido a hacer aquí. Los dos primeros siempre se dan, no así el último, por eso es tan importante.



Foto de Nikola Jovanovic en Unsplash
Foto de Nikola Jovanovic en Unsplash
El proceso del ser comienza en la infancia, en esa etapa son los padres, los maestros, los amigos los que conforman nuestras primeras estructuras de pensamiento. Dicen que la familia es la primera ventana por la que nos asomamos al mundo. Durante los años de la primera infancia nuestro cerebro registra todas las vivencias como impactos emocionales. Son las neuronas de nuestro hemisferio cerebral derecho las que reciben, registran y procesan la información que procede del exterior y las resonancias internas que despierta.
 
También es importante tener en cuenta las influencias que recibimos del entorno, del medio en el que nos desarrollamos, la integración en el ambiente que nos rodea. Después, a medida que empiezan a desarrollarse las estructuras de pensamiento racional poco a poco vamos construyendo nuestra personalidad en base a cubrir nuestras necesidades básicas:
 
  1. Necesidad de Inclusión: Todos necesitamos sentir que formamos parte de algo mayor (familia, grupo de amigos, compañeros de colegio o de trabajo, etc.)
  2. Necesidad de control: Es una necesidad que se va desarrollando a lo largo del tiempo… para participar, para interrelacionarnos con los que nos rodean necesitamos conocer las “reglas del juego”, el contexto, en definitiva.
  3. Necesidad de afecto: Es la más importante de las tres, se trata de sentirnos queridos, aceptados, valorados por lo que somos.
 
A lo largo del crecimiento aparecen las crisis. A veces lo que vivimos en el exterior se hace tan intenso, tan complejo, que la persona se ve encorsetada y no puede mostrarse como realmente es. Pierde contacto con su Ser Interior y siente que está a expensas de las circunstancias. No acepta los impulsos internos y no se atreve a manifestarlos porque cree que no van a ser comprendidos o aceptados por los demás… y eso le hace adoptar posturas, disfraces, dar la imagen que los demás esperan, proveerse de escudos, protegerse tras barreras que le ocultan, etc.
 
A veces las crisis se agudizan y se produce el vacío, la depresión, la insatisfacción. Se intenta compensar con hiperactividad para aplacar el sentimiento de vacío. Desde el exterior con la profesión, la experiencia, lo funcional. Intentamos resolverlo desde fuera. En el interior, sin alimento, atravesamos “La noche oscura del alma” como la llamó San Juan de la Cruz… En ocasiones esos procesos pueden durar años. 

Emprendiendo el viaje

El crecimiento personal no tiene nada que ver con leer muchos libros o asistir a muchos cursos o participar en cuantas alternativas encontramos en nuestro camino. El verdadero crecimiento se produce cuando activamos “el conocimiento interno”, muchas veces se produce por resonancia ante lo que estamos viviendo fuera. Surgen valores innatos, certezas profundas o planteamientos internos que nos hacen filtrar e interpretar las experiencias y la realidad que estamos viviendo de una manera diferente. En ese momento se asimila la información, el conocimiento, o la experiencia de una forma diferente y se integra en nosotros produciendo los cambios en nuestra personalidad.
 
El viaje más apasionante es el que nos hace recorrer nuestro universo interior.

Foto de Motoki Tonn en Unsplash
Foto de Motoki Tonn en Unsplash

Hitos para ser más consciente

  • Primero: Conocerse uno mismo. “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo”.  Aumentar la consciencia respondiendo a las eternas preguntas: ¿de dónde vengo?, ¿quién soy?, ¿qué he venido a hacer aquí?, ¿hacia dónde me encamino?... La consciencia da libertad y la posibilidad de reconocer las herramientas y recursos que hemos ido acumulando con el fin de ponerlos en práctica y lograr así una mejor gestión de las circunstancias que vivimos.
  • Segundo: Descubrir el propósito fundamental de nuestra vida. Es un hito fundamental pues a partir de ese momento orientaremos nuestra brújula en esa dirección con la confianza de que seremos más felices, nos sentiremos más útiles y nuestra vida adquirirá ese sentido trascendente tan importante.
  • Tercero: Dejar los pesos muertos por el camino, desprenderse, desapegarse para crear nuevos espacios. Las experiencias asimiladas son bagajes, los conflictos no solucionados se convierten en pesos que nos mantienen atados a personas y circunstancias del pasado, lo que nos impide seguir creciendo. La resistencia al cambio nos hace en ocasiones repetir los mismos comportamientos y obtener los mismos resultados, aunque sean negativos. Hay personas que intentan que el presente les compense de lo que sucedió en el pasado o cubra las carencias de entonces. Algo que jamás puede suceder.
La vida es como un puzle. Cada experiencia conforma una pieza que hay que colocar y después ir encajando las otras piezas que van llegando… De vez en cuando hay que tomar distancia, alejarnos para descubrir si la imagen que estamos generando es la que queremos. La clave es abrirse al aprendizaje permanente.

Foto de Zack Minor en Unsplash
Foto de Zack Minor en Unsplash

Pasos para conocernos a nosotros/as mismos/as

  • Limpiar nuestra biografía. Hacer aflorar lo inconsciente, sacarlo a la luz para conocerlo, comprenderlo y aceptarlo… volviendo a colocar la pieza de cada experiencia traumática pasada de manera adecuada para que sea un cimiento estable y firme donde puedan apoyarse las siguientes experiencias.
  • Descubrir impulsos inconscientes grabados en nuestra personalidad (miedos, apegos, dependencias, creencias limitantes, etc. que hayan quedado marcados y condicionan nuestra respuesta a las situaciones del presente. Liberarnos de ellos.
  • Modificar comportamientos y actitudes: cambiar los esquemas mentales prefijados que tengamos que nos hacen infelices. Mantenernos en la evocación del pasado nos producirá angustia porque sabemos que lo que ocurrió no se puede cambiar, tan solo podemos cambiar nuestra interpretación del hecho, nuestra mirada. Preocuparnos por el futuro incierto nos generará angustia. Solo hay un momento de acción: el presente.
  • Planificar el futuro, la energía mental necesita ser canalizada, dirigida hacia un objetivo. Los proyectos deben ser como semillas que hay que plantar y cuidar para que crezcan y generen lo que buscamos.
  • Recordar que el aprendizaje, la adquisición de conocimiento, el desarrollo de nuestras potencialidades o el crecimiento personal son procesos continuos, solo hay metas volantes. El crecimiento es consustancial con la vida, por eso es fundamental vivir desde el presente, centrarse en el paso que se está dando, disfrutar del recorrido, no colocarse al final del camino.




              



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