El dolor es temporal, se circunscribe al hecho concreto o a la situación, en cambio el sufrimiento puede perpetuarse en el tiempo hasta eternizarse. Una experiencia dolorosa puede suponer una oportunidad para fortalecernos, en cambio el sufrimiento termina por destruirnos, nos sume en el victimismo, en el sentimiento de injusticia, en la infravaloración y normalmente termina en estados depresivos que se mantienen en el tiempo.
He aquí un ejercicio interesante para lidiar con el dolor. Este ejercicio requiere diez minutos de tranquilidad en un lugar donde no seas molestado. Comienza meditando unos momentos. Con los ojos cerrados recuerda algún suceso o situación del pasado que te haya enojado mucho. Puede ser una discusión, una época en la que tus sentimientos fueron lastimados o algún encuentro fortuito que te haya molestado. La pérdida de un trabajo, una ruptura, etc. Una vez que te hayas ubicado en una situación de esta naturaleza intenta recordar todos los detalles que puedas. Haz una película mental de lo que ocurrió exactamente.
El primer paso para manejar el dolor de esta situación es identificar con precisión qué estás sintiendo. ¿Qué palabra describe mejor lo que sientes con respecto a este acontecimiento o situación? Busca una palabra que englobe todas las emociones que sientes, una palabra que describa tus sentimientos más profundos. Ahora concéntrate en esa palabra durante unos segundos. Deja que tu atención se desplace gradualmente de esa palabra a tu cuerpo. ¿Qué sensaciones físicas sientes como resultado de revivir esa emoción? Todas las emociones tienen aspectos mentales y físicos inseparables. Los sentimientos ocurren en la mente y se manifiestan en el cuerpo al mismo tiempo. Percibe las sensaciones que ha originado este suceso en el que estás pensando. ¿Se crisparon automáticamente tus manos? ¿Sientes opresión en el estómago? ¿Te duele? Percibe la experiencia física de la emoción y ubícala en un punto específico de tu cuerpo.
He aquí un ejercicio interesante para lidiar con el dolor. Este ejercicio requiere diez minutos de tranquilidad en un lugar donde no seas molestado. Comienza meditando unos momentos. Con los ojos cerrados recuerda algún suceso o situación del pasado que te haya enojado mucho. Puede ser una discusión, una época en la que tus sentimientos fueron lastimados o algún encuentro fortuito que te haya molestado. La pérdida de un trabajo, una ruptura, etc. Una vez que te hayas ubicado en una situación de esta naturaleza intenta recordar todos los detalles que puedas. Haz una película mental de lo que ocurrió exactamente.
El primer paso para manejar el dolor de esta situación es identificar con precisión qué estás sintiendo. ¿Qué palabra describe mejor lo que sientes con respecto a este acontecimiento o situación? Busca una palabra que englobe todas las emociones que sientes, una palabra que describa tus sentimientos más profundos. Ahora concéntrate en esa palabra durante unos segundos. Deja que tu atención se desplace gradualmente de esa palabra a tu cuerpo. ¿Qué sensaciones físicas sientes como resultado de revivir esa emoción? Todas las emociones tienen aspectos mentales y físicos inseparables. Los sentimientos ocurren en la mente y se manifiestan en el cuerpo al mismo tiempo. Percibe las sensaciones que ha originado este suceso en el que estás pensando. ¿Se crisparon automáticamente tus manos? ¿Sientes opresión en el estómago? ¿Te duele? Percibe la experiencia física de la emoción y ubícala en un punto específico de tu cuerpo.
Aquí duele…
El siguiente paso consiste en expresar el sentimiento. Coloca tu mano en la parte del cuerpo donde sientes que está ubicado y di en voz alta: «Aquí duele». Si el dolor tiene más de un emplazamiento toca cada parte y repite la frase «Aquí duele».
En nuestro interior tenemos el poder para hacer que desaparezca el dolor de cualquier pena. Nuestras reacciones a los acontecimientos externos se localizan en el cuerpo. Creamos emociones que generan dolor físico. Cuando comprendemos este simple hecho podemos aprender a cambiar nuestra forma de responder a los sucesos externos. Podemos elegir nuestra reacción ante los acontecimientos. Si reaccionamos con ira, hostilidad, depresión, resistencia, ansiedad o alguna otra emoción intensa, nuestros cuerpos siguen esa dirección y generan la secreción de las hormonas correspondientes, contracciones musculares y otras reacciones físicas afines que producen dolor. Por tanto, debemos tener siempre presente que estos efectos son nuestra responsabilidad porque tenemos la capacidad de modificar nuestros pensamientos para gestionar mejor nuestras reacciones y hacerlas menos dañinas. Somos capaces de liberarnos del drama y la turbulencia emocional.
Medita unos momentos en el concepto de responsabilidad personal en las reacciones emocionales.
Una vez que ubicas y reconoces el dolor y que has asumido la responsabilidad por su existencia puedes liberarlo. Sitúa tu atención en la parte del cuerpo donde tienes el dolor. Para ello te apoyarás en una respiración consciente. Procura liberar con cada exhalación esa tensión que estás manteniendo. Concéntrate durante medio minuto en liberar la tensión y el dolor con cada respiración. Déjalo ir. Exhálalo.
El siguiente paso es compartir el dolor. Imagina que puedes hablar con la persona involucrada en la situación que has recordado para este ejercicio. ¿Qué le dirías? Mientras lo piensas recuerda que ella no fue la causa verdadera de tu dolor. Tú tuviste la reacción emocional que se manifestó en dolor físico. Tú has asumido la responsabilidad. Con esto en mente ¿qué le dirías a esa persona? Lo que decidas decirle será exclusivo de ti y de tu situación. Cualquier cosa que digas para compartir el dolor que sentiste ayudará a eliminar para siempre esa experiencia de tu conciencia. Comparte lo que sentiste, lo que sientes ahora y la manera en que planeas manejar esos sentimientos en el futuro.
En nuestro interior tenemos el poder para hacer que desaparezca el dolor de cualquier pena. Nuestras reacciones a los acontecimientos externos se localizan en el cuerpo. Creamos emociones que generan dolor físico. Cuando comprendemos este simple hecho podemos aprender a cambiar nuestra forma de responder a los sucesos externos. Podemos elegir nuestra reacción ante los acontecimientos. Si reaccionamos con ira, hostilidad, depresión, resistencia, ansiedad o alguna otra emoción intensa, nuestros cuerpos siguen esa dirección y generan la secreción de las hormonas correspondientes, contracciones musculares y otras reacciones físicas afines que producen dolor. Por tanto, debemos tener siempre presente que estos efectos son nuestra responsabilidad porque tenemos la capacidad de modificar nuestros pensamientos para gestionar mejor nuestras reacciones y hacerlas menos dañinas. Somos capaces de liberarnos del drama y la turbulencia emocional.
Medita unos momentos en el concepto de responsabilidad personal en las reacciones emocionales.
Una vez que ubicas y reconoces el dolor y que has asumido la responsabilidad por su existencia puedes liberarlo. Sitúa tu atención en la parte del cuerpo donde tienes el dolor. Para ello te apoyarás en una respiración consciente. Procura liberar con cada exhalación esa tensión que estás manteniendo. Concéntrate durante medio minuto en liberar la tensión y el dolor con cada respiración. Déjalo ir. Exhálalo.
El siguiente paso es compartir el dolor. Imagina que puedes hablar con la persona involucrada en la situación que has recordado para este ejercicio. ¿Qué le dirías? Mientras lo piensas recuerda que ella no fue la causa verdadera de tu dolor. Tú tuviste la reacción emocional que se manifestó en dolor físico. Tú has asumido la responsabilidad. Con esto en mente ¿qué le dirías a esa persona? Lo que decidas decirle será exclusivo de ti y de tu situación. Cualquier cosa que digas para compartir el dolor que sentiste ayudará a eliminar para siempre esa experiencia de tu conciencia. Comparte lo que sentiste, lo que sientes ahora y la manera en que planeas manejar esos sentimientos en el futuro.
La sincronicidad
Puedes practicar este ejercicio siempre que sientas turbulencia emocional en tu vida. Cuando lo hayas terminado dedica un momento para celebrar que esta experiencia dolorosa te ha servido para trascender a un nivel más elevado de conciencia. Si lo practicas regularmente con el tiempo serás capaz de liberarte por completo de la turbulencia y el dolor emocional, y despejarás el camino para experimentar la sincronicidad.
Este término fue acuñado por Carl G. Jung refiriéndose a la “simultaneidad de sucesos vinculados por el sentido, pero de manera no casual”.
A veces los acontecimientos interiores y exteriores se sincronizan de un modo inexplicable, sin embargo, para la persona que lo observa tiene un cierto sentido. Esto explica la conexión que hay entre la persona y su entorno, de manera que ambos interactúan creando circunstancias coincidentes y que la sabiduría popular ha reflejado en una afirmación: “Lo que sucede conviene”.
Este término fue acuñado por Carl G. Jung refiriéndose a la “simultaneidad de sucesos vinculados por el sentido, pero de manera no casual”.
A veces los acontecimientos interiores y exteriores se sincronizan de un modo inexplicable, sin embargo, para la persona que lo observa tiene un cierto sentido. Esto explica la conexión que hay entre la persona y su entorno, de manera que ambos interactúan creando circunstancias coincidentes y que la sabiduría popular ha reflejado en una afirmación: “Lo que sucede conviene”.