La importancia de guardar silencio y hablar

Escuchar desde el corazón es dejar que las palabras lleguen hasta ti como una lluvia que te empapa, que te cala, dejando que entren no solo los sonidos sino toda la carga de energías que transportan. ¿Te has dado cuenta alguna vez de cómo escuchas la lluvia caer? ¿O el crepitar del fuego en la chimenea? ... seguramente no elaboras juicios, análisis o pensamientos, sino que dejas que el sonido llegue. ¿Te has dado cuenta de cómo escuchas la música cuando lo haces con atención y disfrutando de la experiencia? … también dejas que las notas te invadan, no escuchas sólo con los oídos sino con todo el cuerpo ¿verdad?
 
Para poder escuchar al otro plenamente hemos de silenciar la mente, acallar el diálogo interno que a veces no cesa. Muchas veces escuchamos apenas la primera frase y enseguida empezamos a elaborar una respuesta interna. ¿Qué ha pasado? Pues que apenas hemos escuchado un 10-20% de lo que nos dicen, el resto se ha generado en nuestra propia mente con lo cual hemos perdido una gran cantidad de información. Todos hemos experimentado la sensación de empezar a hablar y encontrarnos con que nos cortan antes de terminar con la “recetilla” de lo que a él/ella le ha funcionado.
 
La comunicación debe ser una experiencia global, abierta, una especie de impacto en el que la comprensión llega no por el análisis sino por la percepción de lo que nos dicen, de cómo nos lo dicen, de los sutiles matices en el tono… de un sinfín de pequeños detalles que solo se pueden captar cuando estamos abiertos y ejerciendo la verdadera escucha. Por nuestra parte surgirá la respuesta desde el mismo lugar, desde el corazón y hablaremos también de la misma forma que hemos escuchado, con la misma actitud. Podríamos decir que la mente establece una comunicación entre egos, en cambio el corazón practica la comunicación más profunda, desde nuestra personalidad más interna.
 
Para que se den la escucha activa y la comunicación coherente es necesario darnos cuenta de la importancia del guardar silencio y el hablar. Si mantenemos la atención en el presente, en lo que está sucediendo en ese instante, sin perdernos en los recuerdos del pasado que se activan en nuestra mente, ni en las proyecciones hacia un futuro que aún no ha llegado. Prácticamente todas las escuelas de conocimiento nos dicen que si mantenemos la atención enfocada en el presente nuestra respuesta será una acción coherente, en cambio si estamos siguiendo los vaivenes de la mente nuestra respuesta será una reacción que estará teñida de los procesos mentales internos entre los que se debate nuestra mente.

He aquí un extracto del libro: “Ni lobo ni perro. Por senderos olvidados con un anciano indio” de Kent Nerburn, que nos puede servir para reflexionar sobre como tenemos integrado el silencio y el hablar en nuestro comportamiento. Son los dos elementos que intervienen en la comunicación.
 
“Nosotros los indios sabemos del silencio. No le tenemos miedo. De hecho, para nosotros es más poderoso que las palabras.
 
Nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio, y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros. Observa, escucha, y luego actúa, nos decían. Ésa es la manera de vivir.
 
Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías. Observa a los ancianos para ver cómo se comportan. Observa al hombre blanco para ver qué quiere. Siempre observa primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás. Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar.
 
Con ustedes es lo contrario. Ustedes aprenden hablando. Premian a los niños que hablan más en la escuela. En sus fiestas todos tratan de hablar. En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces. Y le llaman "resolver un problema". Cuando están en una habitación y hay silencio, se ponen nerviosos. Tienen que llenar el espacio con sonidos. Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir.
 
A la gente blanca le gusta discutir. Ni siquiera permiten que el otro termine una frase. Siempre interrumpen. Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido. Si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte. Te escucharé. Quizás deje de escucharte si no me gusta lo que estás diciendo. Pero no voy a interrumpirte. Cuando termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste, pero no te diré si no estoy de acuerdo, a menos que sea importante. De lo contrario, simplemente me quedaré callado y me alejaré. Me has dicho lo que necesito saber. No hay nada más que decir. Pero eso no es suficiente para la mayoría de la gente blanca.
 
La gente debería pensar en sus palabras como si fuesen semillas. Deberían plantarlas, y luego permitirles crecer en silencio. Nuestros ancianos nos enseñaron que la tierra siempre nos está hablando, pero que debemos guardar silencio para escucharla.
 
Existen muchas voces además de las nuestras. Muchas voces”.