El primero estaba relacionado con los términos “mapa” y “territorio” que se utilizan dentro de las técnicas psicológicas de la Programación Neurolingüística (PNL) desde hace años. En síntesis, cuando hablan de territorio se refieren a la realidad y cuando hablan de mapa se refieren a la interpretación que cada persona hace de esa realidad.
Pues bien, basándome en mis propias vivencias y aprovechando la fuente inagotable de experiencias que me proporciona la interrelación con los demás, me decidí a afrontar ese reto: A partir de una realidad, más o menos observable, intentar llegar a una lectura un poco más profunda con la que cualquier persona, inmersa en el camino de la búsqueda espiritual, podría sentirse identificada.
Era algo así como despertar la atención, estar alerta para observar el aprendizaje que pudiera esconderse detrás de los hechos. En otras palabras, intentar desentrañar el mensaje que la sincronicidad, o las coincidencias significativas, nos hacen llegar a través de la vida cotidiana. En el proceso intentaríamos ser conscientes del trazado de las líneas de nuestro mapa particular y de redibujar aquellas zonas que fueran necesarias.
Sin embargo, apenas empecé a escribir los primeros líneas, me di cuenta de que podía dar un paso más adelante y que este artículo también podía tener otro sentido que hasta entonces me había pasado desapercibido.
Estaba muy claro el viaje de ida que acabo de describir. Era, en otras palabras, un recorrido por el territorio de la realidad hasta ser conscientes de las coordenadas en las que nos movemos, del mapa que trazamos. Pero ése no era el destino final, mi intuición me decía que ese recorrido no estaba completo.
Algunos días después descubrí lo que se estaba gestando en mi cabeza: Hay experiencias místicas, estados no ordinarios de conciencia, viajes astrales, sueños lúcidos, desplazamientos mentales e incluso experiencias emocionales que son difícilmente “catalogables” y que, sin embargo, corresponderían a otro tipo de “realidad” acotada por parámetros distintos a nuestras tres dimensiones y a la percepción del tiempo lineal, por el que se rige nuestra vida.
Esas experiencias corresponderían a vivencias de nuestro ser en un mundo intangible y paralelo a este otro que consideramos real (físico y medible, captado por nuestros sentidos). Sin embargo, esas otras “vivencias” del mundo de lo “irreal”, son tremendamente válidas para quien las experimenta y contienen también una fuente importante de información para el Ser Integral que necesita de todas sus facultades y potencialidades para poder desarrollar su proceso evolutivo consciente.
La mayoría de las veces esas experiencias son inefables, imposibles de explicar, y quedan archivadas como un cúmulo de sensaciones emocionales que difícilmente podemos traducir en nuestra vida en forma de actitudes o comportamientos concretos.
¡Pues bien! El reto se ampliaba: a partir de una de esas experiencias extraordinarias descubrir nuevas líneas para trazar un nuevo mapa, más completo y detallado que el anterior, que nos permitiera reconocer el territorio de la realidad que estábamos atravesando en esta etapa concreta de nuestra vida. Se trataría de descubrir la información encapsulada o encriptada, a veces bajo símbolos, que esa otra parte de nuestro ser –hoy por hoy desconocida- puede aportarnos.
Buscar la relación que existe con lo que nos preocupa o nos ilusiona, localizar las resonancias que lo vivido en el mundo real tiene para nuestro ser interno y escuchar los ecos que él nos devuelve.
Hablamos muchas veces de que la vida es como una escuela a la que venimos a aprender y tal vez, de forma muy infantil, equiparamos aprendizaje únicamente con lo que podemos leer en los libros, estudiar en las escuelas, o experimentar en los talleres, cuando en realidad el verdadero campo de aprendizaje es la propia vida, ese libro que se abre cada día ofreciéndonos una página en blanco para que la escribamos libremente.
Las personas más sabias son aquellas que fluyen con la vida y con su entorno, las que son capaces de leer las señales de la Naturaleza, de descubrir el mensaje de las leyes universales, de escuchar cuando el universo nos habla, de conocer los procesos de la creación como ciclos naturales aplicables a toda manifestación de la vida.
Tal vez la tecnología y el progreso mal entendido nos hayan taponado en parte esos sentidos, pero no cabe duda de que siguen ahí, un poco adormecidos pero dispuestos a ser utilizados.
Decía Einstein que ningún problema se podía resolver en el mismo nivel en el que se creó ¿Será el momento de empezar a ensayar soluciones en el mundo “energético”, o en el mundo “mental”, para poder transformar el mundo “fisico”? ¿Habrá llegado la hora de asomarnos a esas otras realidades para extraer el conocimiento que encierran? ¿Estaremos preparados para empezar a experimentar con otras coordenadas que nos permitan encontrar explicaciones a lo que aquí nos está sucediendo? Sabemos que la energía influye sobre la materia, que las energías más sutiles influyen sobre las más densas que se sitúan en bandas de menor vibración, que la mente influye sobre la energía... Y tal vez algún día descubriremos que, a pesar de que ahora lo vemos todo fraccionado y diferenciado, no hay separación entre lo que existe manifestado y lo que aún no se ha expresado, que todo lo que existe es un inmenso océano de energías que interactúan y se interrelacionan constantemente.
No cabe duda de que si contamos con un bagaje más amplio de información, conocimientos y experiencias, estaremos en mejores condiciones para dar respuestas más coherentes a los acontecimientos de nuestra vida.
Mi invitación, queridos amigos, es que hagamos un intento por unir ambos mundos, el tangible y el intangible, sacándole a cada uno el mayor partido, aprovechando todas las posibilidades que tenemos al alcance para explorar el Universo exterior y el interior con el objetivo de encontrar respuestas a los interrogantes profundos que siempre nos hemos planteado, respuestas que den sentido a nuestra vida y que nos permitan cada día ser más conscientes y más libres.
Pues bien, basándome en mis propias vivencias y aprovechando la fuente inagotable de experiencias que me proporciona la interrelación con los demás, me decidí a afrontar ese reto: A partir de una realidad, más o menos observable, intentar llegar a una lectura un poco más profunda con la que cualquier persona, inmersa en el camino de la búsqueda espiritual, podría sentirse identificada.
Era algo así como despertar la atención, estar alerta para observar el aprendizaje que pudiera esconderse detrás de los hechos. En otras palabras, intentar desentrañar el mensaje que la sincronicidad, o las coincidencias significativas, nos hacen llegar a través de la vida cotidiana. En el proceso intentaríamos ser conscientes del trazado de las líneas de nuestro mapa particular y de redibujar aquellas zonas que fueran necesarias.
Sin embargo, apenas empecé a escribir los primeros líneas, me di cuenta de que podía dar un paso más adelante y que este artículo también podía tener otro sentido que hasta entonces me había pasado desapercibido.
Estaba muy claro el viaje de ida que acabo de describir. Era, en otras palabras, un recorrido por el territorio de la realidad hasta ser conscientes de las coordenadas en las que nos movemos, del mapa que trazamos. Pero ése no era el destino final, mi intuición me decía que ese recorrido no estaba completo.
Algunos días después descubrí lo que se estaba gestando en mi cabeza: Hay experiencias místicas, estados no ordinarios de conciencia, viajes astrales, sueños lúcidos, desplazamientos mentales e incluso experiencias emocionales que son difícilmente “catalogables” y que, sin embargo, corresponderían a otro tipo de “realidad” acotada por parámetros distintos a nuestras tres dimensiones y a la percepción del tiempo lineal, por el que se rige nuestra vida.
Esas experiencias corresponderían a vivencias de nuestro ser en un mundo intangible y paralelo a este otro que consideramos real (físico y medible, captado por nuestros sentidos). Sin embargo, esas otras “vivencias” del mundo de lo “irreal”, son tremendamente válidas para quien las experimenta y contienen también una fuente importante de información para el Ser Integral que necesita de todas sus facultades y potencialidades para poder desarrollar su proceso evolutivo consciente.
La mayoría de las veces esas experiencias son inefables, imposibles de explicar, y quedan archivadas como un cúmulo de sensaciones emocionales que difícilmente podemos traducir en nuestra vida en forma de actitudes o comportamientos concretos.
¡Pues bien! El reto se ampliaba: a partir de una de esas experiencias extraordinarias descubrir nuevas líneas para trazar un nuevo mapa, más completo y detallado que el anterior, que nos permitiera reconocer el territorio de la realidad que estábamos atravesando en esta etapa concreta de nuestra vida. Se trataría de descubrir la información encapsulada o encriptada, a veces bajo símbolos, que esa otra parte de nuestro ser –hoy por hoy desconocida- puede aportarnos.
Buscar la relación que existe con lo que nos preocupa o nos ilusiona, localizar las resonancias que lo vivido en el mundo real tiene para nuestro ser interno y escuchar los ecos que él nos devuelve.
Hablamos muchas veces de que la vida es como una escuela a la que venimos a aprender y tal vez, de forma muy infantil, equiparamos aprendizaje únicamente con lo que podemos leer en los libros, estudiar en las escuelas, o experimentar en los talleres, cuando en realidad el verdadero campo de aprendizaje es la propia vida, ese libro que se abre cada día ofreciéndonos una página en blanco para que la escribamos libremente.
Las personas más sabias son aquellas que fluyen con la vida y con su entorno, las que son capaces de leer las señales de la Naturaleza, de descubrir el mensaje de las leyes universales, de escuchar cuando el universo nos habla, de conocer los procesos de la creación como ciclos naturales aplicables a toda manifestación de la vida.
Tal vez la tecnología y el progreso mal entendido nos hayan taponado en parte esos sentidos, pero no cabe duda de que siguen ahí, un poco adormecidos pero dispuestos a ser utilizados.
Decía Einstein que ningún problema se podía resolver en el mismo nivel en el que se creó ¿Será el momento de empezar a ensayar soluciones en el mundo “energético”, o en el mundo “mental”, para poder transformar el mundo “fisico”? ¿Habrá llegado la hora de asomarnos a esas otras realidades para extraer el conocimiento que encierran? ¿Estaremos preparados para empezar a experimentar con otras coordenadas que nos permitan encontrar explicaciones a lo que aquí nos está sucediendo? Sabemos que la energía influye sobre la materia, que las energías más sutiles influyen sobre las más densas que se sitúan en bandas de menor vibración, que la mente influye sobre la energía... Y tal vez algún día descubriremos que, a pesar de que ahora lo vemos todo fraccionado y diferenciado, no hay separación entre lo que existe manifestado y lo que aún no se ha expresado, que todo lo que existe es un inmenso océano de energías que interactúan y se interrelacionan constantemente.
No cabe duda de que si contamos con un bagaje más amplio de información, conocimientos y experiencias, estaremos en mejores condiciones para dar respuestas más coherentes a los acontecimientos de nuestra vida.
Mi invitación, queridos amigos, es que hagamos un intento por unir ambos mundos, el tangible y el intangible, sacándole a cada uno el mayor partido, aprovechando todas las posibilidades que tenemos al alcance para explorar el Universo exterior y el interior con el objetivo de encontrar respuestas a los interrogantes profundos que siempre nos hemos planteado, respuestas que den sentido a nuestra vida y que nos permitan cada día ser más conscientes y más libres.