Lo que, es más, cada lado del córtex prefrontal parece manejar un grupo distinto de respuestas emocionales, regulando el lado
derecho las emociones más desagradables, aquellas que pueden hacernos retroceder (por ejemplo, el miedo o el rechazo a algo); y las emociones más positivas como la felicidad el izquierdo.
Estos hallazgos de la neurociencia suponen un telón de fondo para comprender la dinámica de nuestra vida emocional. Las emociones que sentimos y el modo en que lo hacemos están gobernados por este circuito del cerebro y otros más amplios
interconectados.
También observamos el acercamiento y la retirada como formas fundamentales de describir la conducta de un organismo y de clasificar las distintas emociones. Este acercamiento y la conducta de retirada se pueden vincular con la actividad de cada hemisferio. Los resultados del laboratorio sugieren que las regiones frontales del hemisferio izquierdo están más asociadas a la conducta de acercamiento y las del derecho con las de la conducta de retirada.
La hiperactividad del hemisferio derecho parece potenciar la conducta de retirada y, cuando éste está deprimido o lesionado, se potencia el acercamiento porque el hemisferio izquierdo tiene el control mayoritario, ya que carece del equilibrio que le proporciona el derecho.
Existe una activación preconsciente en el cerebro que desencadena las emociones y sólo después se es verdaderamente consciente de lo que está pasando.
El hemisferio derecho del cerebro influye en otras estructuras que segregan hormonas asociadas con la destrucción de las partes del cuerpo. Si el hemisferio derecho suele estar hiperactivo puede existir una relación entre los estados emocionales negativos habituales y un aumento de la secreción de las reacciones químicas aflictivas.
derecho las emociones más desagradables, aquellas que pueden hacernos retroceder (por ejemplo, el miedo o el rechazo a algo); y las emociones más positivas como la felicidad el izquierdo.
Estos hallazgos de la neurociencia suponen un telón de fondo para comprender la dinámica de nuestra vida emocional. Las emociones que sentimos y el modo en que lo hacemos están gobernados por este circuito del cerebro y otros más amplios
interconectados.
También observamos el acercamiento y la retirada como formas fundamentales de describir la conducta de un organismo y de clasificar las distintas emociones. Este acercamiento y la conducta de retirada se pueden vincular con la actividad de cada hemisferio. Los resultados del laboratorio sugieren que las regiones frontales del hemisferio izquierdo están más asociadas a la conducta de acercamiento y las del derecho con las de la conducta de retirada.
La hiperactividad del hemisferio derecho parece potenciar la conducta de retirada y, cuando éste está deprimido o lesionado, se potencia el acercamiento porque el hemisferio izquierdo tiene el control mayoritario, ya que carece del equilibrio que le proporciona el derecho.
Existe una activación preconsciente en el cerebro que desencadena las emociones y sólo después se es verdaderamente consciente de lo que está pasando.
El hemisferio derecho del cerebro influye en otras estructuras que segregan hormonas asociadas con la destrucción de las partes del cuerpo. Si el hemisferio derecho suele estar hiperactivo puede existir una relación entre los estados emocionales negativos habituales y un aumento de la secreción de las reacciones químicas aflictivas.
¿Cómo enfocar las emociones positivas y las negativas?
En tibetano no hay ninguna palabra que se pueda traducir como emoción. Sin embargo, si estamos hablando de una clasificación de emoción como las emociones negativas, Cleshas o aflicciones, entonces existen seis fundamentales: la ignorancia, el apego, la ira, el orgullo, la visión incorrecta y el escepticismo o la duda aflictiva.
La emoción es el sentimiento que aparece como respuesta a cualquier desencadenante. Una emoción tiene al menos tres componentes necesarios: una experiencia que se puede sentir en el cuerpo, la cognición o el pensamiento y una reacción expresiva.
Las personas han empezado a darse cuenta de que el problema no es el estrés. Éste no es más que un acontecimiento externo. Algunas pueden hallarse en situaciones que objetivamente son muy estresantes y mostrar muy poca reacción biológica. Otras personas producen esta activación autónoma en situaciones que para la mayor parte de ellas no son biológicamente estresantes.
¿Cómo podemos explicar esto? No es sólo el acontecimiento en sí mismo. Es el modo en que la mente lo interpreta y cómo le hace frente. Hay dos formas de hacerlo: una saludable y otra no tanto.
Los ejemplos de formas saludables suponen un enfoque activo para resolver el problema o adoptar una visión distinta del mismo de modo que ya no resulte un conflicto. Otro método es hacerse cargo de las emociones que van surgiendo en una situación de estrés hablando o estando en contacto con otras personas.
Las formas poco saludables incluyen reprimir o negar el problema, desear que éste desaparezca o fantasear sobre un estado más placentero. En lugar de hacerle frente la persona está constantemente intentando huir del mismo. El problema no desaparece y, aunque la mente esté en otra parte, el cuerpo tiene todavía la reacción.
Otros ejemplos de no tratar correctamente las emociones son el sentido de culpa y la insensibilización. Culpabilizarse es una forma de odio hacia sí mismo típica de los occidentales. La insensibilización consiste en que las personas pierden su capacidad de ser conscientes de los sentimientos a consecuencia de un trauma psicológico extremo como pueden ser los malos tratos.
La meditación de la atención vigilante es sencillamente aprender a tener una actitud abierta de aceptación hacia cualquier cosa que surja en la mente mientras observamos el movimiento de la misma. Esta simplicidad hace que sea útil como técnica para combatir el estrés.
La emoción es el sentimiento que aparece como respuesta a cualquier desencadenante. Una emoción tiene al menos tres componentes necesarios: una experiencia que se puede sentir en el cuerpo, la cognición o el pensamiento y una reacción expresiva.
Las personas han empezado a darse cuenta de que el problema no es el estrés. Éste no es más que un acontecimiento externo. Algunas pueden hallarse en situaciones que objetivamente son muy estresantes y mostrar muy poca reacción biológica. Otras personas producen esta activación autónoma en situaciones que para la mayor parte de ellas no son biológicamente estresantes.
¿Cómo podemos explicar esto? No es sólo el acontecimiento en sí mismo. Es el modo en que la mente lo interpreta y cómo le hace frente. Hay dos formas de hacerlo: una saludable y otra no tanto.
Los ejemplos de formas saludables suponen un enfoque activo para resolver el problema o adoptar una visión distinta del mismo de modo que ya no resulte un conflicto. Otro método es hacerse cargo de las emociones que van surgiendo en una situación de estrés hablando o estando en contacto con otras personas.
Las formas poco saludables incluyen reprimir o negar el problema, desear que éste desaparezca o fantasear sobre un estado más placentero. En lugar de hacerle frente la persona está constantemente intentando huir del mismo. El problema no desaparece y, aunque la mente esté en otra parte, el cuerpo tiene todavía la reacción.
Otros ejemplos de no tratar correctamente las emociones son el sentido de culpa y la insensibilización. Culpabilizarse es una forma de odio hacia sí mismo típica de los occidentales. La insensibilización consiste en que las personas pierden su capacidad de ser conscientes de los sentimientos a consecuencia de un trauma psicológico extremo como pueden ser los malos tratos.
La meditación de la atención vigilante es sencillamente aprender a tener una actitud abierta de aceptación hacia cualquier cosa que surja en la mente mientras observamos el movimiento de la misma. Esta simplicidad hace que sea útil como técnica para combatir el estrés.
María Pinar Merino
Extracto de “La salud emocional. Conversaciones con el Dalai Lama sobre la salud, las emociones y la mente”, de Daniel Goleman.