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Solo hacen falta 23 hormigas para hacer un hormiguero



Maria Pinar Merino Martin

02/11/2024

A veces, uno siente que las palabras que elige para transmitir una experiencia intensa se quedan cortas y desearía que esas palabras indujeran imágenes, sensaciones y sentimientos en las personas que las leen… Así me siento ahora, ante el deseo de compartir las vivencias que durante los días 12 y 13 de octubre tuvimos varios Caminantes del Corazón en la Comunidad de hispanohablantes de Bay Shore en Long Island, Nueva York.



Foto de Maksim Shutov en Unsplash
Foto de Maksim Shutov en Unsplash
La historia comenzó hace más de un año, recibí un correo insólito, de una doctora de Nueva York que nos pedía que fuéramos a su comunidad a enseñarles el Camino del Corazón. Era la primera vez que María V. se ponía en contacto con nosotros. Respondí a su correo sorprendida por una petición tan insólita, no nos conocía y queríamos saber cómo se había enterado de nuestra existencia y del trabajo que hacíamos en el Camino del Corazón.
 
Había visto una breve intervención mía en la película-documental ULU (Un latido Universal) en la que habíamos participado junto con otras personas entrevistadas porque tenían alguna relación, trabajo o investigación sobre las potencialidades del corazón.
 
Por alguna razón María V. se quedó con mis palabras y empezó su búsqueda a través de las redes sociales. Al cabo de un tiempo descubrió nuestra revista “Conciencia Global” y escribió su email con la petición.
 
Le agradecí su interés y le pregunté si tenía la posibilidad de viajar a España para conocernos… A partir de ahí hablamos varias veces por teléfono hasta que, finalmente, María V. pudo venir a Madrid y participar en uno de nuestros talleres, no era del Camino del Corazón sino de Terapia Regresiva, pero lo importante era que nos conociera y que participara de nuestro trabajo.
 
He de decir que María V. es una persona con una voluntad inquebrantable y con una perseverancia digna de admiración… Vino varias veces a Madrid y Barcelona a lo largo de todo un año, hizo su Iniciación al Camino del Corazón con su esposo Patrick V., participó con su madre, Isabelita, de 95 años en uno de nuestros viajes a Egipto y con su esposo a la isla de la Palma.
 
Nació entre nosotros una entrañable amistad, nos llamaba “su familia española” y así nos sentíamos. Ella seguía proponiéndonos ir a Nueva York con el Camino del Corazón, que ella ya había experimentado y quería con pasión que su comunidad tuviera la oportunidad de hacerlo.
 
Tras varios intentos de fechas y de lugares donde celebrarlo se llegó a un acuerdo: el evento tendría lugar en la Biblioteca Pública de Brightwater en Long Island, nos cedían sus instalaciones para hacer el taller los días 12 y 13 de octubre. Contábamos con equipos de sonido, ordenadores, proyectores, sillas y mesas… y todo lo necesario para llevarlo a cabo.
 
Anunciamos el evento en la plataforma de nuestra Escuela del Corazón: https://caminodelcorazon.newzenler.com y esperamos la inscripción de los interesados.
 
La mayoría de la comunidad son hispanohablantes, mayoritariamente de Méjico, pero también de Ecuador, Perú, Nicaragua, Guatemala y otros países de América Latina.

Un primer encuentro

Nosotros viajamos a Nueva York para conocer a la comunidad en el mes de Julio, María V. y su familia nos abrieron las puertas de su casa, para mí era importante saber por mi misma si lo que les íbamos a ofrecer realmente les iba a servir, si iba a serles de ayuda. Conocíamos el entusiasmo de María V. pero necesitábamos conocerlos para saber si era necesario hacer algún cambio en la metodología o los contenidos. Nuestro deseo era ser verdaderamente útiles y poder responder a las necesidades que ese colectivo tenía.
 
La acogida que nos hicieron fue increíble, María V. ya había hablado con los líderes de la Comunidad para explicarles el proyecto y tuvimos la oportunidad de hablar con ellos, mostrarles nuestro trabajo y atender sus preguntas. Desde el primer instante contamos con su absoluta colaboración en cuanto a difusión. Incluso nos propusieron dirigirnos directamente a la comunidad. La ocasión fue después de la misa de 12 que se celebra cada domingo en castellano en la parroquia de Bay Shore. Ante unas 500 personas anuncié brevemente nuestra intención de volver en octubre para compartir con los que estuvieran interesados nuestro trabajo sobre el Camino del Corazón.
 
A la salida repartimos algunos folletos y varias personas esperaban para hacernos preguntas. Su cordialidad y acogimiento nos resultaron increíbles, nos invitaban a su casa, nos preguntaban cuándo regresábamos a España… y los siguientes días varias de esas personas se acercaron por la casa de la familia de María V. para llevarnos algunas comidas típicas para que las probáramos… Realmente era enternecedor y sorprendente la hospitalidad y cariño que nos mostraron en todo momento.
 
Cuando, una semana después, nos despedimos del Padre Cleto, el sacerdote encargado de la comunidad hispana, un joven de Senegal que había estudiado en la Universidad de Comillas, en Madrid y que hablaba un perfecto castellano, nos pidió que hiciéramos lo posible para que el curso fuese en castellano e inglés, pues algunas personas de habla inglesa se habían enterado y querían participar. El proporcionaría los audífonos y los aparatos para hacer la traducción simultánea que utilizaban en la iglesia.

… Y llegó el 12 de octubre

Era el día de la Hispanidad. ¿Casualidad? Tengo ya muchos años para haber experimentado en mi vida que la casualidad no existe. Ese era el día y allí estábamos Luis Arribas y yo, junto con tres amigos Caminantes del Corazón Marga, Antonio e Inma, que se ilusionaron con la idea y se animaron a acompañarnos.
 
Habíamos estado el día anterior preparando la sala para recibir a los participantes… Iban llegando despacio, poco a poco… el sábado era un día complicado para algunos de ellos, tenían actividades extraescolares y deportivas de sus hijos, algunos trabajaban ese día… Nosotros estábamos nerviosos. Finalmente decidimos empezar pensando que a medida que fueran llegando todos los que se habían inscrito se incorporarían a la dinámica del taller.
 
En ese momento Antonio dijo: “Son 23 ¿empezamos? Ya se irán incorporando los demás” . Se habían inscrito casi 60… Yo me quedé un instante pensando y entonces sucedió algo mágico… esa magia que se hace presente en la vida cuando tu crees en ella, cuando le das espacio para que se manifieste.

15 años atrás

Estábamos en Ecuador, visitando algunas comunidades indígenas de la Amazonía y los Andes, en aquel viaje buscábamos el conocimiento de la medicina ancestral de esos pueblos. Visitábamos la comunidad indichuri, asentada en las orillas del río Negro, un afluente del Amazonas. Habíamos tenido una ceremonia la noche anterior con el chamán de la comunidad, había sido una preciosa experiencia que nos hizo abrir la mente y los corazones a la enseñanza de esos pueblos… Cuando el chamán me llamó para hacerme una limpieza con las plumas del Condor me dijo unas enigmáticas palabras en las que me decía que me atreviera, que fuese adelante con el proyecto…
 
Él no sabía nada de mí, solo habíamos hablado unos instantes cuando nos presentaron, no conocía mi actividad y mucho menos los proyectos que aún no estaban perfilados ni siquiera en mi imaginación… Cuando le miré con ojos interrogantes él solo se llevó la mano al corazón.
 
Por aquellos años Luis y yo, en el grupo de trabajo e investigación que formábamos con una decena de amigos nuestros, impartíamos talleres de desarrollo personal, de despertar de la conciencia, de transformación personal, de bioenergética, de desarrollo de capacidades extrasensoriales… y de forma interna llevábamos unos 7 años trabajando para despertar las capacidades del corazón, algo que habíamos aprendido en nuestros viajes de las distintas culturas y pueblos que visitábamos tanto de América, como de Asia y África.
 
El chamán sonrió seguro de que yo había entendido su mensaje.
 
Hablé con Luis, le conté lo que había pasado y decidimos compartir con el grupo de viajeros que nos acompañaban en esa oportunidad la propuesta: “Cuando regresemos a Madrid vamos a hacer un taller piloto que llamaremos “El Camino del Corazón” … estáis todos invitados y podéis traer a amigos o familiares que puedan estar interesados. El chamán nos ha animado a sacar al exterior los resultados del trabajo que llevamos realizando en el grupo durante casi una década y que intenta trabajar con las potencialidades y la inteligencia superior del corazón… ¿Quién está dispuesto a participar?”
 
Se apuntaron casi todos y anotaron a algunos amigos, a su pareja… el resultado de esa primera lista fueron 23 personas interesadas. “¡Tenemos 23, así que vamos adelante con el proyecto!”, dije en voz alta muy contenta.
 
Entonces vino corriendo hasta mí un niño indígena de unos 8 años, que nos había estado acompañando en nuestro paseo de aprendizaje por la selva para conocer las hierbas medicinales que ese pueblo utilizaba, y me dijo entusiasmado: “Señora, señora, ¡qué suerte tiene! ¡23 hormigas son las que hacen falta para hacer un hormiguero!”
 
En ese momento pensé que el niño simplemente quería apoyarme y que se había inventado lo de las 23 hormigas para animarnos a todos, por un instante pensé en preguntar al chamán o a alguien de la comunidad si eso era cierto… pero decidí apartar por un momento mi mente racional y sólo pensé: “mensaje recibido”.
 
Sé que la vida, si estamos lo suficientemente atentos, nos va dando pistas de los próximos pasos a dar, que el Universo, o la Energía Cósmica, o el Espíritu, o como cada uno quiera llamarlo, nos hace llegar sus “indicaciones” del camino a seguir… y Luis y yo, de común acuerdo, decidimos ponerle fecha al taller: Primer fin de semana de mayo 2009 en las casas rurales de unos amigos nuestros… Y ahí empezó todo.




              



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