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Las necesidades básicas y el Camino del Corazón



Maria Pinar Merino Martin

12/03/2021

Desde que el psicólogo Abraham Maslow publicó su teoría sobre las necesidades básicas del ser humano que él sintetizó en lo que se conoce como la pirámide de Maslow, ha habido distintos autores que han abundado en este tema, como por ejemplo Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martin Hopenhayn. Estas necesidades son pocas, son constantes en todas las culturas y se mantienen a lo largo de diferentes periodos históricos. Sin embargo, la satisfacción de esas necesidades sí que cambia con el tiempo y con la evolución de cada cultura.



Imagen de Pexels en Pixabay
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En estos tiempos convulsos vamos a centrar la atención en tres aspectos relacionales: la inclusión, el control y el afecto, que se refieren a otras tantas necesidades fundamentales. Las tres delimitan un espacio que podríamos llamar el triángulo del bienestar, en el que la persona se siente bien consigo misma, con los demás y con su entorno. Es decir, hoy día, dada la situación que se vive, lo traduciríamos a tres niveles: individual, social y global.
 
En realidad, en estas tres necesidades se pueden incluir todas las demás, desde las puramente fisiológicas, las de seguridad, las de afecto y reconocimiento… hasta llegar a la cúspide que es el nivel de autorrealización, motivación de crecimiento o necesidad de ser.
 
Estas tres necesidades básicas se satisfacen perfectamente dentro de un pequeño grupo. Veamos, por ejemplo, cómo se cubren estas necesidades dentro de un grupo del Camino del Corazón.
 
Vayamos con la primera: LA NECESIDAD DE INCLUSIÓN. Se define como la necesidad de formar parte de un colectivo, de ser aceptado por éste, valorado y tenido en cuenta. Todos formamos parte de diferentes grupos naturales (familia, amigos, compañeros de trabajo, clubs de hobbies, de investigación, de estudio, etc.) y eso nos permite satisfacer esta necesidad. Dentro de un pequeño grupo la persona siente que “forma parte” de algo más grande, de una estructura superior. Por ejemplo, los grupos de Caminantes son grupos de trabajo, pero también de apoyo, de investigación, de desarrollo, de crecimiento… las personas que pertenecen a un grupo de caminantes comparten objetivos y una filosofía de vida común… Hemos podido comprobar que, aunque la primera línea de trabajo es el autoconocimiento y el mejoramiento personal, enseguida surge el impulso de volcar fuera del grupo lo aprendido, de dar al trabajo una proyección al exterior, una dimensión social que nos ha quedado muy clara sobre todo en los últimos meses.  
 
La segunda es LA NECESIDAD DE CONTROL. Se define como la necesidad de sentir la responsabilidad del grupo en cuanto a su estructura, objetivos, trabajos, logros, etc. Se trata de conocer las reglas del juego para poder participar en lo que está sucediendo. Quizás, si lo tomamos por el viejo modelo de controlar los procesos y los acontecimientos caigamos en la frustración, pues en estos tiempos resulta muy difícil controlar cualquier cosa, ya que la tremenda interdependencia que existe entre todos y con todo nos hace depender de los demás. Cuando una persona tiene satisfecha su necesidad de control avanza en la toma de consciencia de que cada uno de nosotros, Caminantes del Corazón, tenemos las herramientas y los recursos necesarios para manejar las situaciones que estamos viviendo… No mediante el control, sea del tipo que sea, sino desde la consciencia de nuestro potencial y de la oportunidad que nos ofrece la vida para poner en práctica lo aprendido.
 
La tercera es LA NECESIDAD DE AFECTO. Se define como la necesidad de todo ser humano de sentirse aceptado y querido no sólo por lo que tiene o sabe sino por lo que es integralmente. El sentirse querido/a, aceptado/a tal como somos, respetando las diferencias. El apoyo, el afecto, la ayuda de todo tipo ha cruzado España de Norte a Sur y de Este a Oeste para que nadie se sintiera solo y para que lo que se necesitaba llegara a través de los medios más variados… Ha sido algo que experimentamos cada día en el Camino del Corazón. De manera natural ha surgido el afecto, el respeto mutuo, la aceptación. Si no existiera ese cariño, ese vínculo, esa complicidad, ningún grupo se mantendría a lo largo de tantos años.

Photo by Christian Bowen on Unsplash
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¿Eres infantil, adolescente o adulto?

Esas tres necesidades van evolucionando a medida que la persona va llevando a cabo su proceso de maduración. Así pues, podríamos establecer tres etapas arrancando desde la infancia, pasando por la adolescencia y llegando a la madurez.
 
Por ejemplo, una persona satisfaría su necesidad de inclusión comenzando con actitudes infantiles, con poca práctica de socialización y tendería a establecer relaciones de dependencia con aquellos a los que considera privilegiados o mejor preparados. Después pasaría a una actitud adolescente donde mostraría posiciones de contra-dependencia, de rebeldía, de protesta por no estar de acuerdo con nada. Finalmente, aprendería a manifestarse de forma adulta, encontrando satisfacción a su necesidad al sentirse incluido y tenido en cuenta, por lo tanto, empezará a mostrar actitudes tanto de autonomía como de interdependencia.
 
Si hacemos ese mismo recorrido con la necesidad de control, comenzaríamos nuevamente desde la actitud infantil donde la persona claramente tiende a quitarse responsabilidades de encima y las remite a aquellos que considera más preparados, es decir, suele ser abdícrata, sólo hace lo que le mandan y no toma iniciativas. Cuando la persona supera esa fase infantil entra en la actitud adolescente donde suele sentirse rechazada y marginada y tiene un fuerte impulso de búsqueda de poder y control del grupo, tiene una actitud autócrata. Siguiendo adelante en su evolución la personal llega a la actitud adulta y busca satisfacer su necesidad de control a través de un mayor conocimiento, necesita “saber a qué se está jugando y cuáles son las reglas del juego” para poder participar más y mejor. Se transforma en un elemento demócrata, participacionista e implicado dentro del grupo.
 
Y, por último, cuando nos enfocamos en la necesidad de afecto nos encontramos en los primeros pasos con la actitud infantil en la que la persona mantiene una actitud de reclamo y atención exagerados (mimos, caricias, atención exclusiva, etc), sólo quiere recibir e intenta establecer con los demás miembros del grupo relaciones hiperpersonales. Cuando supera esa etapa llega la actitud adolescente en la cual se niega a admitir su necesidad de afecto, se vanagloria de no querer dar ni recibir, de ser autosuficiente y no necesitar nada ni a nadie, le gusta establecer relaciones funcionales o de trabajo y pretenden establecer relaciones hipopersonales. Avanzando hacia la madurez del adulto la persona dentro del grupo siente plena satisfacción de su necesidad de afecto, sabe estar abierto para dar y recibir e intenta establecer relaciones interpersonales donde prima la colaboración y la fraternidad.

Photo by Jessica Fadel on Unsplash
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Y yo ¿Qué puedo hacer?

No sabemos cuánto tiempo vamos a tener que vivir en esta situación planetaria de incertidumbre que atravesamos ahora, pero tememos que se puede prolongar en el tiempo. La solución no es retrasar dos meses los proyectos para ver si algo se arregla. Creo que eso no es sostenible, creo que hay que integrar la situación, con todas las circunstancias y adaptar nuestras capacidades para seguir trabajando por los ideales que nos han inspirado, para defender aquello en lo que creemos. Y, por supuesto, no estoy hablando de sufrir riesgos innecesarios sino todo lo contrario. Es dar respuesta a lo que vivimos, cada uno su propia respuesta. Los Caminantes del Corazón desde su conocimiento de sí mismos y de su espíritu de servicio a la comunidad, y cualquier persona expresando lo mejor de sí en aquellos grupos naturales a los que pertenezca.
 
Es el momento de que cada uno sea un referente, que muestre sus valores y aproveche la oportunidad para compartir lo que tiene integrado o asimilado, de expresar lo aprendido, de compartir su perspectiva, de aportar su interpretación de la realidad desde el respeto y la concordia.
 
Siempre hemos dicho que el cambio personal es el primer paso del cambio social. Cada uno podemos generar una lista de acciones, pero lo importante es llevarlas a cabo, intentar que del mundo de las ideas y las utopías pasen a ser proyectos. A veces, serán movimientos activistas y, en ocasiones, serán propuestas de cambio personal (consumo, hábitos, etc.). Cada uno debe hacer su propia hoja de ruta para este nuevo futuro, moverse en el ámbito que elija, pero sabiendo que no está solo, sino que hay distintos grupos de personas que están abarcando otras áreas… A mí eso me motiva y a lo largo de los años he podido ver que funciona y es efectivo… La suma de individualidades transformadas produce una transformación social que no se puede cuantificar y además es imparable e irreversible.
 
Para nosotros, los Caminantes del Corazón, es un momento importante, fundamental, es la oportunidad de trabajar con las herramientas que nos definen y creo que es necesario abrir un diálogo con estos contenidos y formular propuestas realistas para un mundo mejor.




              



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