Empezar a recorrer el Camino del Corazón ha sido una aventura especial de mi vida. Intentar seguir en él, de forma consciente, salvando los obstáculos de la mente, también lo está siendo. Al evocar ese emocionante momento de la iniciación no puedo evitar que se esboce una sonrisa en mi rostro y que mis ojos se iluminen.
Siempre está muy presente también la recepción de la primera llave, sobre todo porque generó una comprensión particular del fenómeno de mi vida. Aquel primer mensaje me decía: “Caminante Gota de Rocío, tu camino ha estado marcado por la búsqueda de las claves del corazón humano…”. Y cierto es que, desde muy pequeño, sin ser consciente de ello, trataba de aproximarme de una forma especial a las personas, desde el estar, desde la comunicación, desde la mirada.
Y, más adelante, desde la poesía, desde la música, desde la actitud de servicio, desde los grupos que fundaba o coordinaba, desde mi vocación profesional. Tal vez por eso, también desde muy temprana edad, la gente se acercaba a mi para ser escuchada, entendida en sus dificultades, para encontrar un poco de luz en sus posibilidades; para recibir algo que ni siquiera yo sabía que estaba dando y que podía apoyar al otro en su autodescubrimiento: una escucha y acompañamiento honesto desde el corazón. Y hoy puedo reconocer que esta actitud es lo más importante que he podido ofrecer al mundo de todo cuanto he hecho en la vida.
También es verdad que la circunstancia de no sentirme comprendido en mi forma de ver la vida, de no entender el por qué las personas actuábamos tantas veces de forma tan poco compasiva y empática, me ha llevado muchas veces a ocultarme de los demás, como decía sabiamente la segunda parte del mensaje de aquella primera llave.
Así que bien podría decirse que toda la vida he estado en el Camino del Corazón, sólo que no he sido consciente de ello hasta hace unos pocos años, cuando me inicié en él y formulé mi compromiso de que “la guía de todo cuanto piense, sienta y haga sea mi corazón”. Seguramente todos nacemos en ese camino y tratamos de seguir en él y lo anhelamos pese a las dificultades de movernos en un entorno que promueve poco el entendimiento desde el lenguaje del corazón.
Asaltantes del camino
Desde que he dado luz sobre la importancia de vivir en el Camino del Corazón -especialmente en los tiempos que corren y por la necesidad de un cambio evolutivo en mi conciencia, como en la de todos-, me he enfocado en tratar de andar desde sus principios y parámetros. Sin embargo, esta tarea no siempre es fácil para mí. Constantemente tengo que enfrentarme a los “asaltantes del camino” que intentan seducirme y apartarme de mi decisión, disfrazándose de deseos, orgullo, autoengaños, ira, miedos, intereses creados y otras máscaras del ego.
Al ir recorriendo los sucesivos itinerarios, entrando en las numerosas posadas y recibiendo las primeras llaves, he intentado, unas veces inconscientemente y otras aplicando consciencia, llevar a mi mundo cotidiano y a mis relaciones las enseñanzas del corazón. Algunas veces parecía fácil y obtenía buenos resultados, otras la caída era grande y me sentía un poco frustrado e incapaz. Poco a poco he empezado a aprender que no todo depende de mí y que cuando el otro no está en disposición debo respetar su elección y su camino, sin dejar de ser coherente con los principios que yo he decidido seguir.
Mi vocación profesional como terapeuta me permite especialmente poner en práctica mi experiencia en el Camino. Y he de afirmar que mi forma de abordar las consultas está cambiando sustancialmente. Me coloco en otro lugar en cuanto a la escucha activa y mi mirada del otro se está haciendo mucho más compasiva y empática. Las dinámicas terapéuticas que utilizo parecen más inspiradas. Trato de aplicar todo lo que puedo las llaves, en la palabra, en el contacto y en la mirada. Incluso activo con mi llave del tacto las esencias florales que preparo, con el deseo de que transmitan su conocimiento amoroso a la persona a quienes van destinadas para su evolución más adecuada. Y la experiencia parece indicarme que los preparados así activados están siendo especialmente eficaces en su función.
Claro que, siendo realista, todo esto unas veces me funciona y otras no tanto. ¡Y es que son tantos los factores que intervienen para el Camino del Corazón cumpla su función!: mi disposición ese día, las cosas que haya vivido que me hayan llevado al ego o al corazón; la apertura del otro, su receptividad y empatía a lo que muestro; el que sea el momento adecuado para él, para abrir su corazón; … Así que trato de tener paciencia y no desanimarme. Al fin y al cabo estoy tratando de aprender una nueva forma consciente de vivir, por lo que todavía me resulta difícil transmitirla a los demás. Cuando lo consigo me siento muy feliz.
Siempre está muy presente también la recepción de la primera llave, sobre todo porque generó una comprensión particular del fenómeno de mi vida. Aquel primer mensaje me decía: “Caminante Gota de Rocío, tu camino ha estado marcado por la búsqueda de las claves del corazón humano…”. Y cierto es que, desde muy pequeño, sin ser consciente de ello, trataba de aproximarme de una forma especial a las personas, desde el estar, desde la comunicación, desde la mirada.
Y, más adelante, desde la poesía, desde la música, desde la actitud de servicio, desde los grupos que fundaba o coordinaba, desde mi vocación profesional. Tal vez por eso, también desde muy temprana edad, la gente se acercaba a mi para ser escuchada, entendida en sus dificultades, para encontrar un poco de luz en sus posibilidades; para recibir algo que ni siquiera yo sabía que estaba dando y que podía apoyar al otro en su autodescubrimiento: una escucha y acompañamiento honesto desde el corazón. Y hoy puedo reconocer que esta actitud es lo más importante que he podido ofrecer al mundo de todo cuanto he hecho en la vida.
También es verdad que la circunstancia de no sentirme comprendido en mi forma de ver la vida, de no entender el por qué las personas actuábamos tantas veces de forma tan poco compasiva y empática, me ha llevado muchas veces a ocultarme de los demás, como decía sabiamente la segunda parte del mensaje de aquella primera llave.
Así que bien podría decirse que toda la vida he estado en el Camino del Corazón, sólo que no he sido consciente de ello hasta hace unos pocos años, cuando me inicié en él y formulé mi compromiso de que “la guía de todo cuanto piense, sienta y haga sea mi corazón”. Seguramente todos nacemos en ese camino y tratamos de seguir en él y lo anhelamos pese a las dificultades de movernos en un entorno que promueve poco el entendimiento desde el lenguaje del corazón.
Asaltantes del camino
Desde que he dado luz sobre la importancia de vivir en el Camino del Corazón -especialmente en los tiempos que corren y por la necesidad de un cambio evolutivo en mi conciencia, como en la de todos-, me he enfocado en tratar de andar desde sus principios y parámetros. Sin embargo, esta tarea no siempre es fácil para mí. Constantemente tengo que enfrentarme a los “asaltantes del camino” que intentan seducirme y apartarme de mi decisión, disfrazándose de deseos, orgullo, autoengaños, ira, miedos, intereses creados y otras máscaras del ego.
Al ir recorriendo los sucesivos itinerarios, entrando en las numerosas posadas y recibiendo las primeras llaves, he intentado, unas veces inconscientemente y otras aplicando consciencia, llevar a mi mundo cotidiano y a mis relaciones las enseñanzas del corazón. Algunas veces parecía fácil y obtenía buenos resultados, otras la caída era grande y me sentía un poco frustrado e incapaz. Poco a poco he empezado a aprender que no todo depende de mí y que cuando el otro no está en disposición debo respetar su elección y su camino, sin dejar de ser coherente con los principios que yo he decidido seguir.
Mi vocación profesional como terapeuta me permite especialmente poner en práctica mi experiencia en el Camino. Y he de afirmar que mi forma de abordar las consultas está cambiando sustancialmente. Me coloco en otro lugar en cuanto a la escucha activa y mi mirada del otro se está haciendo mucho más compasiva y empática. Las dinámicas terapéuticas que utilizo parecen más inspiradas. Trato de aplicar todo lo que puedo las llaves, en la palabra, en el contacto y en la mirada. Incluso activo con mi llave del tacto las esencias florales que preparo, con el deseo de que transmitan su conocimiento amoroso a la persona a quienes van destinadas para su evolución más adecuada. Y la experiencia parece indicarme que los preparados así activados están siendo especialmente eficaces en su función.
Claro que, siendo realista, todo esto unas veces me funciona y otras no tanto. ¡Y es que son tantos los factores que intervienen para el Camino del Corazón cumpla su función!: mi disposición ese día, las cosas que haya vivido que me hayan llevado al ego o al corazón; la apertura del otro, su receptividad y empatía a lo que muestro; el que sea el momento adecuado para él, para abrir su corazón; … Así que trato de tener paciencia y no desanimarme. Al fin y al cabo estoy tratando de aprender una nueva forma consciente de vivir, por lo que todavía me resulta difícil transmitirla a los demás. Cuando lo consigo me siento muy feliz.
Experiencia compartida
Y esta felicidad sucedió en una ocasión, en mi trabajo como musicoterapeuta de un Centro de Día de Alzheimer en Alcorcón y quisiera compartir esa experiencia con vosotros hoy para animaros a utilizar conscientemente los recursos y llaves del Camino que vamos incorporando.
Acababa de recibir el fin de semana anterior mi tercera llave, la de la mirada compasiva, en un fin de semana maravilloso de convivencia y crecimiento. Ese jueves llegué con mucha energía al Centro. Como suele ser habitual el panorama era un poco desolador: aislamiento, tristeza, desconexión, dolor, vacío,… Algunos usuarios dormitando. Otros en su mundo o moviéndose sin parar de un lado a otro. Los menos afectados, esperando mi llegada. Tres de ellos, Paco, Lucía e Isabel, como suele suceder, en su falta de respuesta habitual a las terapeutas y auxiliares del Centro, sentados o deambulando, ensimismados, quién sabe en qué mundo personal.
En un chispazo de claridad me vino la idea de por qué no probar hoy mi llave recién incorporada. Y qué mejor campo de experimentación que tratar de llegar al corazón de estas personas tan aisladas dentro de sí mismas, perdidas en algún lugar del universo interior. Si había alguna esperanza con ellos, podía tratar de buscarla en la vivencia del Camino.
Así que me acerqué primero a Paco, le miré a los ojos, le sonreí, puse mis manos en sus manos y le dije: “Buenos días, Paco ¿Cómo va esa vida hoy? ¿Te animas a que hagamos un poquito de música juntos para alegrar el día?” Cuál sería mi sorpresa cuando, de repente, levanta la mirada, me sonríe, se levanta y se agarra a mi brazo y me dice: “vamos”; y acto seguido me acompaña para sentarse en el círculo, con el resto del grupo.
Era la primera vez que me daba una respuesta de ese tipo en más de un año que llevaba trabajando con él. Pero lo maravilloso es que durante el resto de la hora y media de sesión estuvo allí sentado, con el grupo, sonriente, tarareando en muchas ocasiones, atento e incluso marcando a veces el ritmo con las palmas y con los pies.
Algo semejante sucedió cuando invité a Lucía, que estaba adormilada y levantó enseguida su mirada con una sonrisa y se incorporó al grupo. Y con Isabel, que estaba deambulando sin parar y se quedó en el círculo, bailando y expresando su “laleo” pero hoy entonado con cierta melodía.
Gracias al Camino
La verdad es que no podía dar crédito a lo que estaba pasando ese día y no podía por menos que sentirme maravillado y dar gracias al Camino del Corazón por lo que me había regalado.
Y es que el resto del grupo, sin que vivieran un cambio tan espectacular al no ser tan severo su estado, también tuvieron un día especial, en el que reímos mucho, bromeábamos, cantábamos, marcábamos ritmos y nadie parecía enfermo y sí llenos de una especial vitalidad.
He de precisar que no siempre ha sido así después de aquel día. Muchas veces Paco, Isabel y Lucía han vuelto a su comportamiento habitual y, por muchas llaves que intentaba utilizar, no conseguía apenas respuesta. Son sus momentos, su vida, sus elecciones –sean conscientes o no-, y no me queda otra que respetarlas.
También, como decía antes, mi disposición, mi corazón más o menos abierto de cada día. Pero siempre guardaré en mi alma ese momento especial, con la magia que se derramó sobre aquel grupo de seres humanos y sobre mí, porque alimenta la esperanza de que, con total certeza, algún día, todos podremos vivir en el Camino del Corazón. Y, ese día marcará el comienzo de una nueva historia.
Mientras tanto, caminamos y trabajamos juntos, en el corazón y, así, como en aquel lema de la selección española en el mundial de futbol: ¡podemos! Ellos lo creyeron y lo consiguieron, ¿por qué no nosotros?
Y esta felicidad sucedió en una ocasión, en mi trabajo como musicoterapeuta de un Centro de Día de Alzheimer en Alcorcón y quisiera compartir esa experiencia con vosotros hoy para animaros a utilizar conscientemente los recursos y llaves del Camino que vamos incorporando.
Acababa de recibir el fin de semana anterior mi tercera llave, la de la mirada compasiva, en un fin de semana maravilloso de convivencia y crecimiento. Ese jueves llegué con mucha energía al Centro. Como suele ser habitual el panorama era un poco desolador: aislamiento, tristeza, desconexión, dolor, vacío,… Algunos usuarios dormitando. Otros en su mundo o moviéndose sin parar de un lado a otro. Los menos afectados, esperando mi llegada. Tres de ellos, Paco, Lucía e Isabel, como suele suceder, en su falta de respuesta habitual a las terapeutas y auxiliares del Centro, sentados o deambulando, ensimismados, quién sabe en qué mundo personal.
En un chispazo de claridad me vino la idea de por qué no probar hoy mi llave recién incorporada. Y qué mejor campo de experimentación que tratar de llegar al corazón de estas personas tan aisladas dentro de sí mismas, perdidas en algún lugar del universo interior. Si había alguna esperanza con ellos, podía tratar de buscarla en la vivencia del Camino.
Así que me acerqué primero a Paco, le miré a los ojos, le sonreí, puse mis manos en sus manos y le dije: “Buenos días, Paco ¿Cómo va esa vida hoy? ¿Te animas a que hagamos un poquito de música juntos para alegrar el día?” Cuál sería mi sorpresa cuando, de repente, levanta la mirada, me sonríe, se levanta y se agarra a mi brazo y me dice: “vamos”; y acto seguido me acompaña para sentarse en el círculo, con el resto del grupo.
Era la primera vez que me daba una respuesta de ese tipo en más de un año que llevaba trabajando con él. Pero lo maravilloso es que durante el resto de la hora y media de sesión estuvo allí sentado, con el grupo, sonriente, tarareando en muchas ocasiones, atento e incluso marcando a veces el ritmo con las palmas y con los pies.
Algo semejante sucedió cuando invité a Lucía, que estaba adormilada y levantó enseguida su mirada con una sonrisa y se incorporó al grupo. Y con Isabel, que estaba deambulando sin parar y se quedó en el círculo, bailando y expresando su “laleo” pero hoy entonado con cierta melodía.
Gracias al Camino
La verdad es que no podía dar crédito a lo que estaba pasando ese día y no podía por menos que sentirme maravillado y dar gracias al Camino del Corazón por lo que me había regalado.
Y es que el resto del grupo, sin que vivieran un cambio tan espectacular al no ser tan severo su estado, también tuvieron un día especial, en el que reímos mucho, bromeábamos, cantábamos, marcábamos ritmos y nadie parecía enfermo y sí llenos de una especial vitalidad.
He de precisar que no siempre ha sido así después de aquel día. Muchas veces Paco, Isabel y Lucía han vuelto a su comportamiento habitual y, por muchas llaves que intentaba utilizar, no conseguía apenas respuesta. Son sus momentos, su vida, sus elecciones –sean conscientes o no-, y no me queda otra que respetarlas.
También, como decía antes, mi disposición, mi corazón más o menos abierto de cada día. Pero siempre guardaré en mi alma ese momento especial, con la magia que se derramó sobre aquel grupo de seres humanos y sobre mí, porque alimenta la esperanza de que, con total certeza, algún día, todos podremos vivir en el Camino del Corazón. Y, ese día marcará el comienzo de una nueva historia.
Mientras tanto, caminamos y trabajamos juntos, en el corazón y, así, como en aquel lema de la selección española en el mundial de futbol: ¡podemos! Ellos lo creyeron y lo consiguieron, ¿por qué no nosotros?