Sin embargo, esa dicotomía que creamos entre la realidad y la «lectura» que cada uno hace de ella es la fuente principal de conflictos interpersonales y de problemas de comunicación.
Porque ante un mismo suceso cada persona recibe un impacto diferente, hace una interpretación absolutamente subjetiva y adopta una posición en la que prima lo que percibe «desde dentro» sobre lo que es capaz de observar «de fuera».
Esto funciona tanto para los hechos que podemos calificar de positivos, agradables, favorecedores... como para los negativos, desagradables o dolorosos, si bien es verdad que estos últimos nos colocan ante disyuntivas mucho más complejas.
Vamos a centrarnos en el territorio intentando simplemente OBSERVAR los hechos para luego ver como los INTERPRETAMOS:
Porque ante un mismo suceso cada persona recibe un impacto diferente, hace una interpretación absolutamente subjetiva y adopta una posición en la que prima lo que percibe «desde dentro» sobre lo que es capaz de observar «de fuera».
Esto funciona tanto para los hechos que podemos calificar de positivos, agradables, favorecedores... como para los negativos, desagradables o dolorosos, si bien es verdad que estos últimos nos colocan ante disyuntivas mucho más complejas.
Vamos a centrarnos en el territorio intentando simplemente OBSERVAR los hechos para luego ver como los INTERPRETAMOS:
El territorio y el mapa
Imaginemos que el territorio (realidad) por el que transitamos en el momento presente nos está proporcionando gratísimas experiencias; que estamos disfrutando del paisaje; que recogemos los frutos de lo que hemos hecho previamente; que recibimos las bendiciones de los que nos rodean; que nos sentimos felices porque el exterior nos está aportando gratificación; que nos da la sensación de estar inmersos en un maravilloso engranaje en el que todo el universo interviene y que todo fluye y funciona siguiendo unos derroteros de orden superior; que la vida y las leyes universales nos hacen vibrar al unísono con una masa crítica que se hace cada vez más patente y que por fin estamos caminando para conseguir eso tan difícil que es luchar por el propósito fundamental de nuestra vida.
Tal vez parezcan palabras demasiado grandes, pero también podemos expresarlo de un modo más fácil: la sensación interna de que estamos haciendo lo que proyectamos en su momento –tal vez cuando nuestra consciencia era mucho más amplia- y que por la ley de la sintonía eso que hacemos está empezando a dar resultados tanto en nosotros como en el entorno cercano. Esa sensación, que a veces experimentamos los seres humanos, es la de sentirnos bien con lo que hacemos, de sentirnos plenos. Todos nos hemos sentido así en alguna ocasión.
Evidentemente, esa situación tendrá una lectura diferente para cada persona: mientras que para uno lo más importante será el orgullo de haber superado las dificultades, para otro será el reconocimiento del exterior, para otro la sensación de sentirse incluido en un plan mucho mayor, para otro la recompensa por el esfuerzo, para otro la posibilidad de romper con la rutina o la mediocridad, para otro la oportunidad de vencer sus propios límites, para otro satisfacer su espíritu de servicio, para otro la idea de abrir camino, de ser un poco pionero y transgresor de los viejos sistemas, para otro una cuestión de autoestima y valoración personal... Y como éstos podríamos señalar muchísimos más matices.
Tal vez parezcan palabras demasiado grandes, pero también podemos expresarlo de un modo más fácil: la sensación interna de que estamos haciendo lo que proyectamos en su momento –tal vez cuando nuestra consciencia era mucho más amplia- y que por la ley de la sintonía eso que hacemos está empezando a dar resultados tanto en nosotros como en el entorno cercano. Esa sensación, que a veces experimentamos los seres humanos, es la de sentirnos bien con lo que hacemos, de sentirnos plenos. Todos nos hemos sentido así en alguna ocasión.
Evidentemente, esa situación tendrá una lectura diferente para cada persona: mientras que para uno lo más importante será el orgullo de haber superado las dificultades, para otro será el reconocimiento del exterior, para otro la sensación de sentirse incluido en un plan mucho mayor, para otro la recompensa por el esfuerzo, para otro la posibilidad de romper con la rutina o la mediocridad, para otro la oportunidad de vencer sus propios límites, para otro satisfacer su espíritu de servicio, para otro la idea de abrir camino, de ser un poco pionero y transgresor de los viejos sistemas, para otro una cuestión de autoestima y valoración personal... Y como éstos podríamos señalar muchísimos más matices.
La interpretación de la realidad
Si en ese momento se produce una crisis, por ejemplo, un ataque a lo que somos, a lo que pensamos, a lo que sentimos o se va contra lo que hemos puesto en marcha, o alguien intenta cargarse lo que hemos construido con esfuerzo, o incluso ataca nuestras creencias más profundas... ese territorio (realidad) que antes era luminoso y acogedor se vuelve hostil, el paisaje se oscurece, aparecen negros nubarrones que amenazan tormenta, todo se vuelve frío y sombrío y el viento amenazante trae ecos de peligro.
Es muy probable que el miedo intente tomar las riendas de la situación y junto con él todo un remolino de emociones desbordadas a las que hay que estar muy atentos porque es fundamental ser consciente de si son una respuesta a lo que estamos viviendo en ese momento o son producto de residuos acumulados a lo largo de toda nuestra vida y que ven en la situación presente una oportunidad magnífica para expresarse.
Ante ese cambio de «escenario» cada uno vuelve a trazar su mapa personal, va dibujando líneas más o menos gruesas, va colocando lo accidentes geográficos en los lugares que elige, plantea cimas y simas, cordilleras y valles, desiertos o vergeles, va colocando la vida y la muerte sobre el plano que se extiende ante él.
Tras una primera reacción que puede abarcar desde la ira a la impotencia, pasando por el dolor, la rabia, la incomprensión, el rechazo, la rebelión, el sentimiento de injusticia, de soledad... hay que empezar a mirar el mapa que hemos trazado intentando utilizar esas premisas que forman el «corpus filosófico» de los movimientos de nueva conciencia que tanto hemos escrito, hemos hablado y hemos defendido.
Es muy probable que el miedo intente tomar las riendas de la situación y junto con él todo un remolino de emociones desbordadas a las que hay que estar muy atentos porque es fundamental ser consciente de si son una respuesta a lo que estamos viviendo en ese momento o son producto de residuos acumulados a lo largo de toda nuestra vida y que ven en la situación presente una oportunidad magnífica para expresarse.
Ante ese cambio de «escenario» cada uno vuelve a trazar su mapa personal, va dibujando líneas más o menos gruesas, va colocando lo accidentes geográficos en los lugares que elige, plantea cimas y simas, cordilleras y valles, desiertos o vergeles, va colocando la vida y la muerte sobre el plano que se extiende ante él.
Tras una primera reacción que puede abarcar desde la ira a la impotencia, pasando por el dolor, la rabia, la incomprensión, el rechazo, la rebelión, el sentimiento de injusticia, de soledad... hay que empezar a mirar el mapa que hemos trazado intentando utilizar esas premisas que forman el «corpus filosófico» de los movimientos de nueva conciencia que tanto hemos escrito, hemos hablado y hemos defendido.