El comienzo de la vida consciente
Al contemplar la maravilla de un nuevo nacimiento es cuando se van a hacer más evidentes estas cuestiones, porque observar como la vida se abre camino desplegando su fuerza descomunal para vencer todas las dificultades nos sorprende absolutamente y no podemos por menos que enfocarnos más claramente en el sentido de todo lo que somos.
La gran duda, tanto para los místicos como para la ciencia, es saber cuándo se introduce la inteligencia y la vida en el nuevo ser.
Durante mucho tiempo la gran mayoría de las escuelas ideológicas, filosóficas, científicas y terapéuticas se han basado en el paradigma de que la vida consciente comienza en el nacimiento e incluso más tarde, a partir del segundo o tercer año de vida, con lo que nuestras características comportamentales se formarían durante la infancia.
Pero gracias al desarrollo de la técnica e instrumental de exploración médica y, con ella, de la psicología prenatal, se ha visto que, desde el momento de la creación de una célula, ésta ya posee una conciencia elemental y que, de manera muy temprana, se desarrolla en el embrión un incipiente corazón que marca un pulso, un ritmo. Y ese ritmo expresa la vida, ya que el origen del propio universo es la vibración o movimiento que se constituye en energía que da forma a la materia. Entonces se podría decir que la vida comienza con la concepción en que se construye el cigoto o primera célula del nuevo ser.
La gran duda, tanto para los místicos como para la ciencia, es saber cuándo se introduce la inteligencia y la vida en el nuevo ser.
Durante mucho tiempo la gran mayoría de las escuelas ideológicas, filosóficas, científicas y terapéuticas se han basado en el paradigma de que la vida consciente comienza en el nacimiento e incluso más tarde, a partir del segundo o tercer año de vida, con lo que nuestras características comportamentales se formarían durante la infancia.
Pero gracias al desarrollo de la técnica e instrumental de exploración médica y, con ella, de la psicología prenatal, se ha visto que, desde el momento de la creación de una célula, ésta ya posee una conciencia elemental y que, de manera muy temprana, se desarrolla en el embrión un incipiente corazón que marca un pulso, un ritmo. Y ese ritmo expresa la vida, ya que el origen del propio universo es la vibración o movimiento que se constituye en energía que da forma a la materia. Entonces se podría decir que la vida comienza con la concepción en que se construye el cigoto o primera célula del nuevo ser.
¿Y la Conciencia? ¿Cuándo se encarna en la nueva vida?
Mayor duda se presenta al intentar clarificar en qué momento la conciencia se halla presente en esa nueva vida: ¿en el esperma y óvulo? ¿En alguna fase de la gestación entre el tercer y sexto mes? ¿En el instante del nacimiento?
Cualquier conclusión a la que se llegue en estos planteamientos no deja de ser mera hipótesis en base a las creencias, fe, intuición o suposición. Así las distintas teorías acerca de cómo nos convertimos en seres humanos van desde el ámbito de la creación por un Dios o Ser Supremo, hasta las variantes reencarnacionistas que vienen a decir que somos la consecuencia de nuestros actos en vidas pasadas o las visiones meramente fisiológicas que opinan que no somos más que el resultado de la fusión de la herencia genética de nuestros padres.
Pero lo que cada vez parece estar más claro y empieza a ser mayoritariamente aceptado es que durante los nueve meses del período de gestación y en el nacimiento, se van a establecer nuestras estructuras físicas, mentales, emocionales y de comportamiento. El feto es un ser pensante y sensitiva y emocionalmente abierto a la influencia de todo el mundo que le rodea, que recibe, bien de manera indirecta a través del cuerpo, pensamiento y emociones de la propia madre, o bien directamente por la incidencia de los estímulos y vibraciones exteriores sobre el abdomen materno. Así pues, nuestra vida posterior extrauterina se esboza y está influenciada por este período de gestación.
Cualquier conclusión a la que se llegue en estos planteamientos no deja de ser mera hipótesis en base a las creencias, fe, intuición o suposición. Así las distintas teorías acerca de cómo nos convertimos en seres humanos van desde el ámbito de la creación por un Dios o Ser Supremo, hasta las variantes reencarnacionistas que vienen a decir que somos la consecuencia de nuestros actos en vidas pasadas o las visiones meramente fisiológicas que opinan que no somos más que el resultado de la fusión de la herencia genética de nuestros padres.
Pero lo que cada vez parece estar más claro y empieza a ser mayoritariamente aceptado es que durante los nueve meses del período de gestación y en el nacimiento, se van a establecer nuestras estructuras físicas, mentales, emocionales y de comportamiento. El feto es un ser pensante y sensitiva y emocionalmente abierto a la influencia de todo el mundo que le rodea, que recibe, bien de manera indirecta a través del cuerpo, pensamiento y emociones de la propia madre, o bien directamente por la incidencia de los estímulos y vibraciones exteriores sobre el abdomen materno. Así pues, nuestra vida posterior extrauterina se esboza y está influenciada por este período de gestación.
El desarrollo de la personalidad y las influencias externas
Los diversos elementos que van a incidir sobre el desarrollo de esa incipiente personalidad pueden ser, entre otros, el carácter y relaciones de nuestros padres, el entorno cultural, el grado evolutivo alcanzado en el ser humano, las influencias químico-fisiológicas, sonoras y vibracionales, así como los agentes cósmicos no materiales. Todo esto dará forma a los esquemas de nuestras vidas. Como dice Gaston Saint Pierre: “Somos, en esencia, la conciencia desarrollada durante la gestación, como resultado de todas las influencias presentes en la concepción.”
De esta manera, tanto los grandes traumas y limitaciones que percibimos en nuestras vidas, como las habilidades y seguridad para la acción de que disponemos, van a tener origen en este período potenciadas o difuminadas gracias al refuerzo posterior durante, básicamente, la primera infancia. Lo que ocurrirá después no será más que la actualización o proyección a esos elementos esenciales incorporados en aquella etapa.
A esa “grabación” inicial interesa más, tal como afirma Thomas Verny, los estímulos provocados por los sentimientos profundos y constantes (ansiedad crónica, intensa ambivalencia con respecto a la maternidad,) que situaciones bruscas puntuales que no se llegan a repetir. Y también la impronta del padre en cuanto a los sentimientos hacia la esposa y el niño no nacido.
De esta manera, tanto los grandes traumas y limitaciones que percibimos en nuestras vidas, como las habilidades y seguridad para la acción de que disponemos, van a tener origen en este período potenciadas o difuminadas gracias al refuerzo posterior durante, básicamente, la primera infancia. Lo que ocurrirá después no será más que la actualización o proyección a esos elementos esenciales incorporados en aquella etapa.
A esa “grabación” inicial interesa más, tal como afirma Thomas Verny, los estímulos provocados por los sentimientos profundos y constantes (ansiedad crónica, intensa ambivalencia con respecto a la maternidad,) que situaciones bruscas puntuales que no se llegan a repetir. Y también la impronta del padre en cuanto a los sentimientos hacia la esposa y el niño no nacido.
La Técnica Metamórfica y lo prenatal
En el trabajo con la energía de esos esquemas conceptuales, gestacionales y de nacimiento se centra la “Técnica Metamórfica”. Diseñada inicialmente por Robert St.John, naturópata y reflexólogo inglés, que la acuñó con el nombre de “Terapia Prenatal” y posteriormente conocida como “Masaje Metamórfico”, consiste en aplicar suaves movimientos o caricias en las zonas correspondientes al reflejo de la espina dorsal en los pies, manos y cabeza, donde se supone que está integrada la estructura metafísica correspondiente a esos esquemas prenatales.
Aunque St.John la aplicó primero al tratamiento con niños con incapacidades intelectuales, posteriormente se vio que, gracias a la liberación de la estructura abstracta, de tiempo que supone este período de formación de los nueve meses de la gestación, lo cierto es que era aplicable a cualquier persona, como instrumento de conocimiento y transformación en cualquier fase de su vida. De ahí el término “metamorfosis”.
Aunque St.John la aplicó primero al tratamiento con niños con incapacidades intelectuales, posteriormente se vio que, gracias a la liberación de la estructura abstracta, de tiempo que supone este período de formación de los nueve meses de la gestación, lo cierto es que era aplicable a cualquier persona, como instrumento de conocimiento y transformación en cualquier fase de su vida. De ahí el término “metamorfosis”.
La Técnica Metamórfica pone en marcha nuestra fuerza vital
La Técnica Metamórfica no es una terapia o tratamiento, sino una especie de desencadenante que pone en movimiento nuestra fuerza vital o energía interna. Funciona sobre la base de que cada uno de nosotros tenemos una capacidad interior de cambio hacia la plena potencialidad de lo que, como seres humanos, podemos llegar a ser, hacia algo más grande de lo que somos en la actualidad. De la misma forma que una oruga se transforma en una mariposa, nosotros también podemos cambiar y crecer.
Nuestro desarrollo está restringido por nuestros cuerpos, pero esto no afecta a nuestro potencial de crecimiento espiritual y emocional. La misión del practicante o especialista en la Técnica Metamórfica es despertar esa fuerza vital de modo que podamos realizar nuestro pleno potencial. El practicante entiende que es la vida la que hace el trabajo que la persona necesita, el trabajo de cambio que sucede gracias a nuestra capacidad de autocuración, de verdadera creación de nosotros mismos.
Es por eso que la actitud mental es tan importante y al dar el masaje no podemos imponer nuestros deseos ni intentar dirigir la fuerza vital, ya que, si deseamos ayudar o canalizar energía al receptor, estaremos privando a su propia vida del espacio necesario para que trabaje. El practicante solo es un catalizador, igual que lo es la tierra y el agua para la semilla que germina y se transforma en árbol, permitiendo que la fuerza vital de la persona se exprese adecuadamente.
Aunque la técnica es parecida a la Reflexología en cuanto a que actúa sobre puntos reflejos en los pies, manos y cabeza (los pies expresan el movimiento, las manos la capacidad de acción y creación y la cabeza, como centro del pensamiento, la capacidad de concepción del proceso, previo a la acción), al contrario que el reflexólogo, el especialista en la Técnica Metamórfica no se concentrará en las áreas bloqueadas o dolorosas de los pies, simplemente reconoce que existen, sin decidir qué debe o no ser curado. Su trabajo es estimular la fuerza vital del paciente para que efectúe la curación o transformación allá donde es necesaria.
Nuestro desarrollo está restringido por nuestros cuerpos, pero esto no afecta a nuestro potencial de crecimiento espiritual y emocional. La misión del practicante o especialista en la Técnica Metamórfica es despertar esa fuerza vital de modo que podamos realizar nuestro pleno potencial. El practicante entiende que es la vida la que hace el trabajo que la persona necesita, el trabajo de cambio que sucede gracias a nuestra capacidad de autocuración, de verdadera creación de nosotros mismos.
Es por eso que la actitud mental es tan importante y al dar el masaje no podemos imponer nuestros deseos ni intentar dirigir la fuerza vital, ya que, si deseamos ayudar o canalizar energía al receptor, estaremos privando a su propia vida del espacio necesario para que trabaje. El practicante solo es un catalizador, igual que lo es la tierra y el agua para la semilla que germina y se transforma en árbol, permitiendo que la fuerza vital de la persona se exprese adecuadamente.
Aunque la técnica es parecida a la Reflexología en cuanto a que actúa sobre puntos reflejos en los pies, manos y cabeza (los pies expresan el movimiento, las manos la capacidad de acción y creación y la cabeza, como centro del pensamiento, la capacidad de concepción del proceso, previo a la acción), al contrario que el reflexólogo, el especialista en la Técnica Metamórfica no se concentrará en las áreas bloqueadas o dolorosas de los pies, simplemente reconoce que existen, sin decidir qué debe o no ser curado. Su trabajo es estimular la fuerza vital del paciente para que efectúe la curación o transformación allá donde es necesaria.
¿Esoterismo o evidencia experiencial?
Hasta la fecha no se han presentado, como en tantas otras técnicas útiles, evidencias científicas que demuestren cómo el hecho de actuar sobre estos reflejos puede cambiar nuestras vidas. Muchos médicos y terapeutas la consideran demasiado “esotérica” como para ser aceptable y otros afirman sentirse impresionados con los resultados pese a no saber cómo funciona la técnica.
Como siempre lo que prima es la evidencia de la propia experiencia. Ya se sabe que lo que da sabiduría es la práctica del conocimiento y no la teorización o intelectualización del mismo. Así que nada como probar y observar lo que ocurre.
La Técnica Metamórfica constituye una posibilidad más de cambio y de despertar al recuerdo de una etapa tan desconocida a la vez que importante como lo es la propia concepción, gestación y nacimiento.
Lo único que se puede perder es lastre que ya no sirve y hay mucho que ganar. No hay otro momento. Ahora es el tiempo de despertar a la vida.
Como siempre lo que prima es la evidencia de la propia experiencia. Ya se sabe que lo que da sabiduría es la práctica del conocimiento y no la teorización o intelectualización del mismo. Así que nada como probar y observar lo que ocurre.
La Técnica Metamórfica constituye una posibilidad más de cambio y de despertar al recuerdo de una etapa tan desconocida a la vez que importante como lo es la propia concepción, gestación y nacimiento.
Lo único que se puede perder es lastre que ya no sirve y hay mucho que ganar. No hay otro momento. Ahora es el tiempo de despertar a la vida.
Juan José Hervás Martín
Terapeuta Transpersonal y Formador
www.ailim.es
Bibliografía recomendada:
La Técnica Metamórfica (Gaston Saint Pierre-Debbie Boater)
La vida secreta del niño antes de nacer (Thomas Verny)