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Hombre - Mujer: dos psiques, un solo espíritu – Parte I



Maria Pinar Merino Martin

28/06/2024

Los tiempos que vivimos nos enseñan que la realidad es cada vez más relativa y que todas las teorías deben llevar la advertencia de que son sólo una parte de algo más amplio, apenas un detalle de un entramado mucho más complejo.



Foto de rajat sarki en Unsplash
Foto de rajat sarki en Unsplash
Así, se hace necesario revisar los modelos que nos sirven de referencia a la luz de los nuevos descubrimientos de la ciencia y la tecnología de la información. En este sentido, hay un aspecto especialmente complejo que nos incumbe a todos y que está en profunda revisión: el papel del hombre y la mujer.
 
Podríamos hablar de la incorporación de la mujer a funciones sociales más amplias y que históricamente le han estado vedadas, o de la lucha por la igualdad de oportunidades, trato, derechos y obligaciones, o de la educación sin prejuicios, o de la justicia social aplicada a las personas sin distinción de sexo...
 
Son muchos los pasos que se han dado, pero aún hay muchos más que dar para lograr la equiparación en todos los niveles y terminar con la injusticia y la discriminación a la que se ha visto sometida la mujer, sojuzgada en una sociedad de modelos fundamentalmente patriarcales.
 
Pero nos gustaría formar parte de la solución, no sólo del problema, y apuntar algunas posibles salidas a la situación que vivimos. Podríamos mirarlo desde una posición un poco más trascendente, colocarnos en el ámbito de la proyección espiritual para desde allí descender al plano de la psicología donde tenemos capacidad de acción.
 
Seguramente muchos habréis oído en alguna ocasión hablar de la teoría de los andróginos. Más o menos viene a explicar que cuando se genera un espíritu individualizado, que ha alcanzado un incipiente grado de consciencia y puede manejar la herramienta del libre albedrío, surge una «chispa divina» que se divide en dos partes, dos seres con polaridades distintas, una parte masculina y otra femenina o, lo que es lo mismo, un exponente del polo positivo y otro del negativo –sin que estos adjetivos sean calificativos, sino simplemente dos aspectos imprescindibles para que el SER pueda manifestarse.
 
Tendríamos así, a un mismo ser espiritual disociado en dos naturalezas. Si nos aproximamos un poco más encontraríamos que en cada una de esas naturalezas también se encuentran reflejados los dos polos, es decir, la parte femenina del espíritu completo tendría a su vez, en sí misma, las dos polaridades (masculina y femenina) aunque en diferente gradación. Con la parte masculina sucedería lo mismo.
 
Este principio fue recogido en El Kybalión cuando enuncia: «La generación existe por doquier; todo tiene sus principios masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos».
 
Todo en el Universo está sometido a este principio, auténtico motor de la existencia, desde la más pequeña partícula hasta la mente del ser humano. Durante el proceso de las sucesivas encarnaciones, las dos polaridades del mismo espíritu irán evolucionando progresivamente en su camino de aprendizaje y perfeccionamiento hasta el final de su andadura como seres humanos con soporte físico. Cuando terminen lo que en las filosofías orientales se conoce como “la rueda de las reencarnaciones” y hayan asimilado las experiencias que necesitaban, se integrarán en un solo ser de naturaleza energética en el que los dos polos estarán perfectamente equilibrados y compensados.
 
Pero hasta ese momento de integración tenemos un largo camino por recorrer y es ahí donde puede ayudarnos la psicología, mediante el estudio de la psique, de la personalidad, con objeto de reconocer posturas y acercar planteamientos que terminen con la tensión y el rechazo hoy existentes.

Evolución del pensamiento a lo largo de la historia

Desde el nacimiento de la filosofía el ser humano ha sido objeto de interés y estudio, pero se diferenciaba muy claramente a hombres y mujeres, postulando incluso que no tenían la misma naturaleza.
 
Hoy, todavía escuece la herida cuando leemos algunas teorías de Platón, de San Agustín y de otros insignes filósofos que consideraban a la mujer como un ser de categoría inferior.
 
La Psicología, desde mediados del siglo XX intentó desentrañar los misterios de la personalidad de unos y otras. Desde entonces han surgido diferentes teorías, unas que apuntaban a las influencias sociales, culturales, económicas y religiosas como responsables de los roles de ambos sexos. Otras que afirmaban que la biología y la herencia genética eran determinantes... pero no había una reconciliación de posturas.
 
Es posible, como suele suceder casi siempre, que todas las líneas de investigación tengan una parte de verdad que aportar y que la suma de todas nos dé una perspectiva más completa.

Los últimos descubrimientos

En los últimos años el estudio del cerebro desde la fisiología y la biología ha intentado descubrir las características y capacidades de hombres y mujeres, pero la polémica sigue abierta.
 
Si miramos la historia descubrimos que la mujer ha sido soporte, como es la tierra, representa la fecundidad, el calor, la ternura, la inteligencia, el tesón. Tiene una mejor percepción de la realidad y, normalmente, se ha ocupado de la administración de los bienes familiares. ¿Corresponderían esas tareas al desarrollo de sus facultades más sobresalientes?
 
El hombre es semilla, representa el ímpetu, la voluntad, la fuerza, el amor y la nobleza. Es más idealista y siente la obligación de sostener económicamente a la familia y pesa sobre él la carga de la responsabilidad. ¿Estas características tendrían que ver con el impulso natural del hombre o sólo con su evolución social?
 
Claramente podemos observar que ambas polaridades unidas formarían un ser humano mucho más completo. Estos atributos expresan una generalidad y, por supuesto, no son excluyentes. Habrá individuos particulares, tanto de uno como de otro sexo, que tengan desarrolladas esas facultades, pero tenemos que referirnos a un contexto general en el que señalamos que, si una mujer quiere adoptar alguna de las características propias del hombre, tendrá las mismas dificultades que si él quiere asumir las de la mujer. En definitiva, ambos están perfectamente preparados para representar cualquier papel, pero, evidentemente, unos los representarán mejor que otros.
 
¿Podríamos identificar a partir de las potencialidades o facultades innatas de cada sexo el papel que juegan socialmente? El reconocimiento y aceptación de esas capacidades ¿llevaría a una modificación de las estructuras sociales? ¿Se podría hablar de complementariedad en lugar de competencia? Partiendo de la observación de las diferencias ¿Podríamos integrar lo que hoy se nos presenta tan distanciado?

Continuará…




              



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