La palabra moksha significa libertad. Lo que expresa este Sutra cuando resuena en tu interior es: «Soy emocionalmente libre. Mi alma es ajena al melodrama. Estoy libre de resentimiento, aflicción, hostilidad y culpa. Estoy libre de engreimiento y de egoísmo. Estoy libre de autoconmiseración. Puedo reírme de mí. Puedo ver el lado humorístico de la vida».
Todas estas afirmaciones están contenidas en la libertad. Si no soy emocionalmente libre ensombrezco y enturbio la experiencia del espíritu con el ego y mis mejores intenciones no pueden cumplirse. En última instancia la libertad emocional produce libertad psicológica y espiritual.
En realidad, sólo existen dos emociones: el placer y el dolor, o se siente bien o se lastima. La mayoría de las personas cree que las dos emociones fundamentales son el amor y el miedo, pero éstas son en realidad formas de responder al placer o al dolor potenciales. Amor significa que queremos acercarnos a algo porque pensamos que nos dará placer, temor significa que queremos alejarnos porque creemos que nos producirá dolor.
Pasamos nuestra vida en la búsqueda del placer y evitando el dolor. Las cosas que producen placer o dolor son diferentes para cada uno. El placer y el dolor surgen de nuestras necesidades. Si tengo antojo de helado de chocolate y tú me das helado de chocolate interpreto la situación como placentera. Si tú tienes alergia al chocolate y alguien te da helado de este sabor ese obsequio está relacionado con el dolor. Todo se reduce a la percepción y la interpretación. El ego es el que interpreta las cosas como placenteras o dolorosas, el que siente cualquier cruce sin permiso de sus fronteras como doloroso.
Todas estas afirmaciones están contenidas en la libertad. Si no soy emocionalmente libre ensombrezco y enturbio la experiencia del espíritu con el ego y mis mejores intenciones no pueden cumplirse. En última instancia la libertad emocional produce libertad psicológica y espiritual.
En realidad, sólo existen dos emociones: el placer y el dolor, o se siente bien o se lastima. La mayoría de las personas cree que las dos emociones fundamentales son el amor y el miedo, pero éstas son en realidad formas de responder al placer o al dolor potenciales. Amor significa que queremos acercarnos a algo porque pensamos que nos dará placer, temor significa que queremos alejarnos porque creemos que nos producirá dolor.
Pasamos nuestra vida en la búsqueda del placer y evitando el dolor. Las cosas que producen placer o dolor son diferentes para cada uno. El placer y el dolor surgen de nuestras necesidades. Si tengo antojo de helado de chocolate y tú me das helado de chocolate interpreto la situación como placentera. Si tú tienes alergia al chocolate y alguien te da helado de este sabor ese obsequio está relacionado con el dolor. Todo se reduce a la percepción y la interpretación. El ego es el que interpreta las cosas como placenteras o dolorosas, el que siente cualquier cruce sin permiso de sus fronteras como doloroso.
Navegando entre dos orillas: el placer y el dolor
La condición óptima y más adecuada es la del equilibrio. Cuando tenemos una turbulencia emocional perturbamos el equilibrio interno natural, lo cual puede obstaculizar nuestra evolución espiritual y hasta desconectarnos de la sincronicidad. Esto no significa que las emociones sean dañinas en sí ni que deban evitarse. Como personas siempre tendremos emociones, es parte de la condición humana. Sin embargo, las emociones extremas nos desvían del auténtico propósito de nuestras vidas. Siempre habrá sucesos o relaciones que desencadenen emociones intensas, siempre habrá cosas que provoquen gran dolor o ansiedad. Lo que debemos evitar es quedarnos atascados en una emoción.
Piensa que la vida es un río con dos orillas: placer en una, dolor en otra. La mejor manera de navegar por ese río es mantenerse en medio, avanzar a la misma distancia de las dos orillas. Si te acercas demasiado a alguna de ellas pierdes velocidad y corres el riesgo de encallar. Demasiado placer produce adicción, demasiado dolor puede eclipsar tu goce de la vida.
Es importante señalar que el dolor no tiene que ser físico. Puede ser dolor emocional o incluso el recuerdo de un dolor pasado. Aunque nuestro instinto natural nos hace evitar el dolor debemos manejarlo cuando ocurra. De otra manera resurgirá más adelante en alguna forma de turbulencia emocional. La forma que tome puede resultarte inesperada, pero resurgirá inevitablemente, tal vez como insomnio, enfermedad, ansiedad o depresión.
Piensa que la vida es un río con dos orillas: placer en una, dolor en otra. La mejor manera de navegar por ese río es mantenerse en medio, avanzar a la misma distancia de las dos orillas. Si te acercas demasiado a alguna de ellas pierdes velocidad y corres el riesgo de encallar. Demasiado placer produce adicción, demasiado dolor puede eclipsar tu goce de la vida.
Es importante señalar que el dolor no tiene que ser físico. Puede ser dolor emocional o incluso el recuerdo de un dolor pasado. Aunque nuestro instinto natural nos hace evitar el dolor debemos manejarlo cuando ocurra. De otra manera resurgirá más adelante en alguna forma de turbulencia emocional. La forma que tome puede resultarte inesperada, pero resurgirá inevitablemente, tal vez como insomnio, enfermedad, ansiedad o depresión.
La transformación de las emociones destructivas
Quizás la emoción más destructiva sea la ira. La meta última de la transformación espiritual es la iluminación, el estado perpetuo de conciencia de unidad, la conciencia constante de que tú, yo y el resto del Universo estamos diseñados de la misma tela, tejidos a partir de la inteligencia no circunscrita. La ira nos impulsa a hacer daño a los demás. Esto implica ir en la dirección opuesta a la iluminación y a la conciencia de unidad. La ira enturbia cualquier percepción de unidad. La ira se relaciona únicamente con el ego. En vez de impulsarte hacia la sincronicidad y la iluminación la ira te empuja hacia atrás, te cierra a los mensajes transformadores del Universo. Por lo tanto, es indispensable controlar esta forma de turbulencia emocional. En realidad, ventilar la ira no sirve de nada. Esto simplemente aviva la emoción y la permite crecer. Los sentimientos de ira deben tratarse de manera positiva, tan pronto como sea posible. El objetivo no es avivarla ni enterrarla para tratar de reprimirla. Debemos transformarla -como a cualquier otra emoción negativa- en nuestro interior.
El primer paso para transformar las emociones consiste en asumir la responsabilidad de lo que estamos sintiendo. Para asumir esta responsabilidad debemos reconocer la emoción. ¿Qué estás sintiendo? ¿En qué parte de tu cuerpo la sientes? Una vez que puedas identificarla obsérvala. Siéntela lo más objetivamente que puedas, como si fueras otra persona. La ira es desencadenada por el dolor. Describe el dolor desde este punto de vista objetivo. Una vez que hayas identificado el dolor puedes empezar a expresarlo, liberarlo y compartirlo.
Transforma la experiencia dolorosa en una nueva conciencia. Con el tiempo puedes llegar a celebrar el dolor como otro paso hacia la iluminación espiritual. Al aceptar el dolor de esta manera la turbulencia emocional desaparecerá y el camino a la sincronicidad volverá a despejarse.
El primer paso para transformar las emociones consiste en asumir la responsabilidad de lo que estamos sintiendo. Para asumir esta responsabilidad debemos reconocer la emoción. ¿Qué estás sintiendo? ¿En qué parte de tu cuerpo la sientes? Una vez que puedas identificarla obsérvala. Siéntela lo más objetivamente que puedas, como si fueras otra persona. La ira es desencadenada por el dolor. Describe el dolor desde este punto de vista objetivo. Una vez que hayas identificado el dolor puedes empezar a expresarlo, liberarlo y compartirlo.
Transforma la experiencia dolorosa en una nueva conciencia. Con el tiempo puedes llegar a celebrar el dolor como otro paso hacia la iluminación espiritual. Al aceptar el dolor de esta manera la turbulencia emocional desaparecerá y el camino a la sincronicidad volverá a despejarse.