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Cambiar la mirada



Maria Pinar Merino Martin

12/04/2024

Cada día vemos como surgen proyectos e iniciativas locales que intentan mejorar la situación en los distintos frentes en que nos movemos los seres humanos. Las crisis son ya algo global que trasciende fronteras, da igual que hablemos de guerra, de injusticias, de desigualdad, de problemas medioambientales, de catástrofes geológicas, etc… Y es bueno que se reúnan personas para compartir sus inquietudes, sus deseos, sus sueños… Lamentablemente en la mayoría de los casos esas iniciativas son fagocitadas por los mecanismos del sistema social a través de sus órganos de poder, sus instituciones y sus medios de comunicación.



Foto de Marina Vitale en Unsplash
Foto de Marina Vitale en Unsplash
Tal vez sea el momento de acercar el foco a la persona, a cada ser humano, a vosotros que estáis ahí leyendo estas líneas, a los seres humanos que intentan abrir su mente y su corazón buscando nuevos paradigmas que ayuden a solucionar los problemas que nos aquejan como humanidad.

La experiencia histórica nos dice que el cambio se gesta siempre en el corazón del ser humano, después la mente es la que busca los medios. El siguiente paso es la formación de pequeños grupos creativos que constituyen el tejido embrionario, el substrato donde se asienta el germen de la nueva sociedad.

Es importante ese primer paso del cambio personal, porque si no se produce es posible que lo único que ocurra es que nos conmueva la situación de las tres cuartas partes del planeta y que encontremos una vía para acallar nuestras inquietudes buscando la ONG que nos inspire más confianza y enviándoles unos euros al mes… pero ese no es el cambio del que aquí estamos intentando hablar… este mundo necesita grandes cambios y para que éste tenga lugar es necesario dar los primeros pasos, que encontremos respuestas a la pregunta ¿Y yo qué puedo hacer?

Yo os traigo una propuesta, una propuesta cercana al alcance de cualquiera: Cambiar la mirada, dicen que la realidad es sólo aquello que observamos ¿significa eso que si cambiamos la mirada podremos cambiar la realidad?

Los experimentos de la física cuántica así lo afirman… las partículas son afectadas por los estados anímicos del experimentador, los electrones muestran un cierto grado de conciencia… nada está determinado, vivimos en un mundo de infinitas probabilidades.

CAMBIAR LA MIRADA, ese es el objetivo. Vamos a hacerlo en tres fases diferentes. Imaginad que somos un cohete espacial y que vamos a ir soltando diferentes módulos para impulsarnos un poco más lejos.

Foto de Vladimir Fedotov en Unsplash
Foto de Vladimir Fedotov en Unsplash

1ª. Fase: cambiar la mirada hacia nosotros mismos

Primero vamos a mirarnos a nosotros. ¿Cuánto tiempo hace que no nos paramos a pensar en nosotros, en como estamos, como nos sentimos, qué hacemos, si nos gusta lo que hacemos, si estamos satisfechos con lo que estamos viviendo, qué necesitamos, qué buscamos, qué me gustaría hacer, cómo me gustaría estar…?

Porque cuando nos miramos yo estoy segura de que no vemos a la persona que hoy somos, sino que vemos a la imagen que tenemos de nosotros mismos, a la que nos devuelven los demás, a la que nos han hecho creer…

Los recuerdos del pasado pesan, pesan, pesan… Llevamos con nosotros todo nuestro pasado. Nos creemos que tener presente el pasado nos hace más seguros, sin embargo, la experiencia nos ha demostrado que los recuerdos es lo más falso que tenemos, que se “adulteran” cada vez que accedemos a ellos.

Recordamos los éxitos y grabamos ese recuerdo, archivamos lo que hicimos y como lo hicimos para estar prestos a responder en la misma manera para garantizarnos los mismos resultados exitosos… pero la vida nos enseña que pocas veces vuelve a producirse el mismo éxito ¿por qué? nos preguntamos: muy sencillo, nada es igual que entonces, no somos los mismos, los demás que intervienen tampoco, las circunstancias también han cambiado, etc. Aplicamos la respuesta aprendida y el resultado no es lo que esperábamos.

Otras veces intentamos imitar o reproducir las experiencias de aquellos que consideramos seres especiales… y el resultado -por razones obvias- tampoco será el que ellos recogieron. Ese es el sinsentido de muchos rituales que reproducimos sin darle su verdadero valor.

Así pues, el que más y el que menos vamos cargando un pesado equipaje sobre nuestras espaldas. Nos llevamos los éxitos con la idea de repetirlos y los errores con la idea de no volver a cometerlos… Tenemos que acostumbrar al cerebro a quedarse solo con lo que es un aprendizaje para nosotros, solo lo que nos hace bien, lo que no pesa, la experiencia no pesa, da alas a nuestros pies, lo que pesa son los apegos, las situaciones no resueltas, los enganches y los bloqueos que mantenemos y realimentamos durante años.

Nos llevamos a cuestas el pesado fardo de los recuerdos, de las relaciones. Acostumbramos a considerar el éxito o el fracaso de algo solo por los resultados y valoramos el hecho en función de eso, es un error.

Necesitamos actualizar el registro, mirarnos para descubrir cómo soy hoy, como me siento hoy, que necesito hoy, qué busco hoy, en qué creo hoy…

Creamos nuestra propia realidad, lo que vemos fuera es un reflejo de lo que tenemos dentro. Hay 100 millones de neuronas especializadas en captar las sensaciones que nos llegan del exterior. Hay 100 mil millones de neuronas especializadas en captar todo lo que sucede en nuestro interior.

Nos fiamos de lo que vemos fuera. Llevamos anteojos que nos hacen ver a través de filtros, distintos filtros coloreados a través de los cuales vemos “nuestra realidad”. Tomar consciencia de que hoy soy una persona nueva, que no existía hace un mes ni siquiera hace unos días, soy una persona con todas mis posibilidades intactas, con todos mis activos por estrenar: mi valor, mi confianza, mi capacidad de amar, de ser generosa, de disfrutar, de alegrarme, de equivocarme, de compartir, de abrirme, de aprender…

Aprender cada día a mirarme con ojos limpios, limpios de verdad, sin ataduras, libres…

Ejercicio recomendado: ¿Qué deseo? ¿Dónde está eso que deseo? ¿Hacia donde he de dirigirme para alcanzarlo? ¿Qué tengo que hacer para lograrlo? (Estrategias) y la última pregunta: ¿Lo necesito realmente?

Foto de Sebastián León Prado en Unsplash
Foto de Sebastián León Prado en Unsplash

2ª. Fase: cambiar la mirada con el otro

Si la mirada que dirijo hacia mi sin consciencia y sin atención me lleva a autoengaños, cuando se trata de la interrelación personal la cosa se complica aún más.

Normalmente vemos en el otro lo que queremos ver: no veo a la persona tal como es sino la imagen que me he hecho de esa persona. Veo lo que me gustaría que fuera, lo que quisiera que tuviera, hiciera o pensara. Proyectamos en el otro las expectativas negativas, es decir los temores y las positivas = esperanzas. Pero cuando nuestra mirada se llena de expectativas nos perdemos la maravilla de quedarnos vacíos para recibir el aprendizaje de lo nuevo, de lo que llega.

Proyectamos nuestras necesidades, nuestros deseos y nuestros miedos… El recuerdo del pasado también pesa… Si en la infancia nuestro tío Manuel nos martirizaba ridiculizándonos con sus bromas y hoy nos presentan a un Manuel nuestra mente echa mano del recuerdo, que es lo que le da seguridad, y nos lo trae… recuerdo, emoción, hormonas, sentimientos… eso da como consecuencia una
determinada actitud, una disposición.

Traemos los recuerdos al presente y los aplicamos como plantillas, como esquemas mentales prefijados ¿levanta la ceja como mi padre? Uy para que queremos más… También tenemos tendencia por esa dependencia del pasado a volcar en las
personas de hoy las carencias del pasado
¿Cuántas veces le pedimos a nuestra pareja que nos quiera por todo lo que no nos han querido antes, que nos lo demuestren constantemente… y casi nunca es suficiente?

Las personas de hoy no van a darnos los achuchones del pasado ni los besos que no nos dieron. Nos darán lo que proviene de ellos, lo que generan hoy, libre, limpio, actual… pero no lo vemos porque somos prisioneros del pasado en las relaciones interpersonales.

Imaginaos como serían nuestras relaciones si cambiáramos la mirada, si fuéramos capaces de ver al ser que hoy es y estuviéramos dispuestos a otorgarle toda nuestra confianza, nuestro respeto, nuestra credibilidad y aceptación, nuestro afecto… como si fuera la primera vez que le vemos, como si tú y él estuvierais de estreno.

Mirar al otro con mirada amplia, sin focalizar los ojos, eso produce siempre tensión, hay que abrir la mirada, incluso desenfocarla un poco, ver el contexto, captar lo que hay en el entorno, no perdernos los alrededores… a lo mejor nos llevamos la sorpresa de captar su energía o sus emociones o sus pensamientos… En definitiva, se trata de cambiar la mirada para observar más.

Foto de Na Inho en Unsplash
Foto de Na Inho en Unsplash

3ª fase: cambiar la mirada hacia lo que nos rodea

En la vida, esta vida tan compleja, nos vemos abocados a vivir situaciones de estrés permanente: estamos sobreestimulados, sobreinformados, sobreactivos… viviendo a tope no vaya a ser que se nos olvide algo o nos perdamos algo… Entramos en la vida como si nos hubiéramos inscrito en una carrera interminable en la que a lo sumo encontramos alguna meta volante.

Vivimos en reactivo, generamos situaciones de estrés que nos hacen ir llenando el recipiente. Todo lo que vivimos genera una descarga hormonal que normalmente no soltamos y eso se va acumulando, y además no solo lo que vivimos, sino lo que nos imaginamos produce en nosotros una reacción que no tiene salida o respuesta, así que nos vamos intoxicando, infectando con nuestros propios miedos.
Y por otro lado la sobre información, tenemos tanta que no podemos manejarla, no solamente la que encontramos en Internet, sino la que nos llega a través de los medios de comunicación, lo que recibimos del exterior.
Cuando hay saturación ¿Qué ocurre? Pues que se bloquean los canales de comunicación, no somos capaces de discernir, de reflexionar, de conversar con otros de forma constructiva para arrojar un poco de luz en este mundo oscuro de la información. El arte de conversar, de acompañar al otro, de compartir que no es otra cosa que “partir con”.
El síndrome de la carrera nos hace en ocasiones intentar convencer, que no es otra cosa que luchar por vencer, y eso nos lleva a un mundo de vencedores y vencidos. Creamos nuestra propia realidad.

Todos tenemos creencias, que si bien para nosotros son ciertas, tal vez no lo son para los demás. Según Ken Keyes “Las personas afectuosas viven en un mundo de afecto, las hostiles viven en un mundo hostil, todas las personas que conocemos son nuestro espejo ¿Cómo es posible si todos vivimos en el mismo mundo?
Porque nuestras creencias son como anteojos oscuros, con distintos matices, a través de los cuales miramos el mundo; y el mundo, como un espejo, nos devuelve la imagen de la creencia que le presentamos. La clase de mundo que creamos para nosotros y experimentamos depende de los anteojos que usemos, es decir, depende de nuestras creencias, aunque queramos convencernos de lo contrario. Rue Wallace Hass lo resume con claridad: Lo que vemos es lo que somos. ¿Qué ves? ¿Quién eres? Todo depende de los anteojos que uses, todo depende de tus creencias. Las personas terminamos por crear nuestra propia realidad.

Hoy más que nunca necesitamos tener criterio, opinión propia, esquemas mentales abiertos y dispuestos a ser revisados, a replanteárnoslos cuando lo que nos llegue nos haga entender que se quedaron obsoletos, viejos. Tener criterio… Eso nos lleva al concepto de masa crítica, a la que podemos dar 3 lecturas:

1ª. Según la física es la cantidad mínima de masa que se requiere en un proceso de fisión nuclear para que esta tenga lugar.

2ª. En sentido figurado: número de elementos mínimo necesario para que un cambio se lleve a efecto, sea este social, cultural, energético o de cualquier índole. Cuando un número suficiente de ratoncitos de laboratorio aprenden a salir del laberinto en un experimento en Barcelona, se produce una explosión de la información que afecta y es asumida por todos los de la misma especie.
Cuando un nuevo estilo de pintura es asumido por los suficientes artistas se impone, cuando una determinada creencia se impone toda la comunidad humana tiende a asumirla como cierta.

3ª. La masa crítica también puede aludir a la necesidad de despertar el criterio individual dormido como respuesta ante la manipulación a la que estamos sometidos y que intenta mantenernos dormidos.




              



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