Tenemos, desde finales de los años 80, un vínculo muy especial con esa preciosa isla y con sus gentes. Cada año hemos organizado viajes a la Isla Bonita para intentar compartir con personas, no sólo del resto de España sino también de Latinoamérica y otros lugares del mundo, las características que hacen de La Palma un lugar único.
Esa pequeña isla es un continente en miniatura en el que se pueden encontrar todos los climas, todos los paisajes, todos los escenarios imaginables… Puedes estar por la mañana perdiéndote entre las cascadas y la vegetación exuberante de un bosque tropical y por la tarde recorrer la aridez de sus volcanes. Puedes recorrer sus elevados riscos disfrutando de día de unos paisajes espectaculares y por la noche de los cielos más limpios del planeta. Puedes descubrir sus playas vírgenes, la vida multicolor de sus fondos marinos y la riqueza de sus cultivos y productos; puedes adentrarte en las entrañas de la tierra recorriendo sus cuevas, escuchar el silencio de una forma especial… un silencio, un vacío “lleno”, como lo describió una maestra zen que nos acompañó en uno de los viajes.
Un anciano, al que consideré siempre sabio, me dijo una vez: “Los lugares son importantes, pero la gente lo es más”. Y después de tantos años compartiendo vivencias con muchos amigos y amigas palmeros, no puedo estar más de acuerdo.
Desde el principio nos atrapó el talante de sus gentes, su manera de entender la vida, su forma de relacionarse con la naturaleza y con los demás. Su trato llano y sincero, su manera desmitificadora de acercarse a los misterios y a lo insólito.
Esa pequeña isla es un continente en miniatura en el que se pueden encontrar todos los climas, todos los paisajes, todos los escenarios imaginables… Puedes estar por la mañana perdiéndote entre las cascadas y la vegetación exuberante de un bosque tropical y por la tarde recorrer la aridez de sus volcanes. Puedes recorrer sus elevados riscos disfrutando de día de unos paisajes espectaculares y por la noche de los cielos más limpios del planeta. Puedes descubrir sus playas vírgenes, la vida multicolor de sus fondos marinos y la riqueza de sus cultivos y productos; puedes adentrarte en las entrañas de la tierra recorriendo sus cuevas, escuchar el silencio de una forma especial… un silencio, un vacío “lleno”, como lo describió una maestra zen que nos acompañó en uno de los viajes.
Un anciano, al que consideré siempre sabio, me dijo una vez: “Los lugares son importantes, pero la gente lo es más”. Y después de tantos años compartiendo vivencias con muchos amigos y amigas palmeros, no puedo estar más de acuerdo.
Desde el principio nos atrapó el talante de sus gentes, su manera de entender la vida, su forma de relacionarse con la naturaleza y con los demás. Su trato llano y sincero, su manera desmitificadora de acercarse a los misterios y a lo insólito.
Una forma diferente de vivir
Cuando llegamos a la isla por primera vez fuimos acogidos por algunos miembros del Grupo Espírita de la Palma, cuya sede estaba en los Llanos de Aridane, como si perteneciéramos a ese lugar desde siempre. Nos sentimos cuidados, atendidos, respetados… nos acompañaron orgullosos enseñándonos las bellezas ocultas de su isla… y, de paso, compartimos con ellos su historia, sus tradiciones, sus lugares mágicos, sus leyendas pero, sobre todo, su filosofía de vida.
Desde el principio pudimos comprobar que la energía de la isla era muy potente y tenía la facultad de despertar los centros emocionales de los visitantes, activando el chacra del corazón como si fuera un torbellino… Se abrían las puertas de lo insólito, de la magia, de las experiencias inexplicables… Visitábamos lugares que facilitaban procesos de decantación de posturas, de toma de decisiones… de “ver claro” los próximos pasos a dar.
Tal vez ayudaba la actitud y los objetivos que nos marcábamos para el viaje -algo que siempre proponemos en todos los lugares de los países que visitamos- pero reconozco que en La Palma las cosas que sucedían superaban todas nuestras expectativas.
En aquellos primeros años conocimos agricultores que aún practicaban el trabajo en comunidad. Cada vecino de un municipio era bastante autosuficiente, tenían un huerto, gallinas, cabras, conejos… y practicaban una preciosa costumbre: se ponían de acuerdo para ir juntos cada día a trabajar la siembra o la cosecha de uno de ellos. “Hoy toca sembrar las papas de Segundo”, y las mujeres ayudaban y preparaban la comida que compartían todos juntos. “Mañana toca trabajar la tierra de Ceferino”... Ese planteamiento era algo que a mí me cautivaba pues siempre he sido partidaria de hacer las cosas en grupo.
En las plazas de los pueblos pudimos ver como en los mercados se practicaba el trueque. Otra costumbre vigente era que cuando alguien tenía excedente de cualquier producto sacaba al borde del camino un gran cesto con él para que el que pasara por allí se sirviera lo que deseara.
Después podías encontrarte a la dependienta de una pequeña mercería del pueblo, donde habías ido a comprar unos calcetines, hablando con una clienta sobre un viaje astral que había tenido hacía unas noches, o en la plaza del pueblo, bajo la sombra de laureles centenarios, a unos parroquianos hablando del último avistamiento ovni frente a los riscos de Garafía, mientras saboreaban un barraquito.
Desde el principio pudimos comprobar que la energía de la isla era muy potente y tenía la facultad de despertar los centros emocionales de los visitantes, activando el chacra del corazón como si fuera un torbellino… Se abrían las puertas de lo insólito, de la magia, de las experiencias inexplicables… Visitábamos lugares que facilitaban procesos de decantación de posturas, de toma de decisiones… de “ver claro” los próximos pasos a dar.
Tal vez ayudaba la actitud y los objetivos que nos marcábamos para el viaje -algo que siempre proponemos en todos los lugares de los países que visitamos- pero reconozco que en La Palma las cosas que sucedían superaban todas nuestras expectativas.
En aquellos primeros años conocimos agricultores que aún practicaban el trabajo en comunidad. Cada vecino de un municipio era bastante autosuficiente, tenían un huerto, gallinas, cabras, conejos… y practicaban una preciosa costumbre: se ponían de acuerdo para ir juntos cada día a trabajar la siembra o la cosecha de uno de ellos. “Hoy toca sembrar las papas de Segundo”, y las mujeres ayudaban y preparaban la comida que compartían todos juntos. “Mañana toca trabajar la tierra de Ceferino”... Ese planteamiento era algo que a mí me cautivaba pues siempre he sido partidaria de hacer las cosas en grupo.
En las plazas de los pueblos pudimos ver como en los mercados se practicaba el trueque. Otra costumbre vigente era que cuando alguien tenía excedente de cualquier producto sacaba al borde del camino un gran cesto con él para que el que pasara por allí se sirviera lo que deseara.
Después podías encontrarte a la dependienta de una pequeña mercería del pueblo, donde habías ido a comprar unos calcetines, hablando con una clienta sobre un viaje astral que había tenido hacía unas noches, o en la plaza del pueblo, bajo la sombra de laureles centenarios, a unos parroquianos hablando del último avistamiento ovni frente a los riscos de Garafía, mientras saboreaban un barraquito.
El Espíritu de La Palma
Para los viajeros impregnarnos de lo que llamábamos el “Espíritu de La Palma” era como darnos un baño vivificante y reparador. Era conectar con nuestra parte más esencial, más auténtica y volver a la península, tras una semana de vacaciones, completamente renovados… Era sin duda la mejor inversión.
Y en estos últimos meses, cuando la isla y sus gentes se han visto sacudidos por el estallido del volcán dormido, he acompañado la reacción de mis amigos y amigas y me gustaría darles las gracias por su actitud, por sus respuestas, por su ejemplo.
A mis primeras llamadas preocupada por cómo estaban, respondían: “Estamos bien, muchas gracias, no hay pérdidas de vidas humanas, si desgraciadamente algunos daños materiales. No podemos hacer otra cosa que observar y estar atentos, esperando cómo evoluciona el proceso… Es un espectáculo tremendo, mucho más intenso que la erupción del Teneguía en el 71… Hay un ruido ensordecedor, como si un reactor militar estuviera pasando interminablemente”.
“Estoy en paz, gracias por estar ahí apoyándonos. Aumenta la destrucción material… estamos a unos 7 km. de la zona por donde discurre la lava. Algunos conocidos han perdido sus casas y algún miembro del grupo tiene su casa muy cerca y temen perderlo todo. Solo queda mantenernos atentos y esperar. Está funcionando muy bien el apoyo y la solidaridad, todo el que puede ayuda”.
“Gracias por tu ánimo y por organizar esas ayudas a través del Ayuntamiento de los Llanos. Todo, de alguna manera, hasta esto que nos está sucediendo, trabaja para el bien, entendámoslo o no ahora”.
“Todo se arreglará finalmente, lo sabemos. Estoy convencido que todo lo que pasa tiene sentido, es por algo y para algo. Por un lado, veo los enormes destrozos y por otro veo la entereza de la mayor parte de la gente… Esto acabará algún día y entonces será el momento de afrontar el mucho trabajo a realizar. Confiamos en el correcto proceso de la Vida”.
“Seguimos enfocados en la aceptación y la comprensión. Y ahora el boletín del volcán: esta noche casi no ha habido terremotos, apenas unos pocos. No hay emisión de ceniza, sí de lava aún y mucho vapor de agua. Ha disminuido el tremor y no hay deformación del terreno… y ya los científicos comienzan a decir que el fin del volcán está cerca”.
“Todo lo que ha pasado nos invita a sentar bases para hoy y mañana. El tiempo siempre es una incertidumbre. Sabemos que saldremos adelante de esta situación reforzados, igual que hemos superado episodios semejantes en otras épocas. Aquí los mayores tienen una frase que resume nuestro sentir, el de la mayoría de los palmeros: Lo que sucede… conviene”
Y en estos últimos meses, cuando la isla y sus gentes se han visto sacudidos por el estallido del volcán dormido, he acompañado la reacción de mis amigos y amigas y me gustaría darles las gracias por su actitud, por sus respuestas, por su ejemplo.
A mis primeras llamadas preocupada por cómo estaban, respondían: “Estamos bien, muchas gracias, no hay pérdidas de vidas humanas, si desgraciadamente algunos daños materiales. No podemos hacer otra cosa que observar y estar atentos, esperando cómo evoluciona el proceso… Es un espectáculo tremendo, mucho más intenso que la erupción del Teneguía en el 71… Hay un ruido ensordecedor, como si un reactor militar estuviera pasando interminablemente”.
“Estoy en paz, gracias por estar ahí apoyándonos. Aumenta la destrucción material… estamos a unos 7 km. de la zona por donde discurre la lava. Algunos conocidos han perdido sus casas y algún miembro del grupo tiene su casa muy cerca y temen perderlo todo. Solo queda mantenernos atentos y esperar. Está funcionando muy bien el apoyo y la solidaridad, todo el que puede ayuda”.
“Gracias por tu ánimo y por organizar esas ayudas a través del Ayuntamiento de los Llanos. Todo, de alguna manera, hasta esto que nos está sucediendo, trabaja para el bien, entendámoslo o no ahora”.
“Todo se arreglará finalmente, lo sabemos. Estoy convencido que todo lo que pasa tiene sentido, es por algo y para algo. Por un lado, veo los enormes destrozos y por otro veo la entereza de la mayor parte de la gente… Esto acabará algún día y entonces será el momento de afrontar el mucho trabajo a realizar. Confiamos en el correcto proceso de la Vida”.
“Seguimos enfocados en la aceptación y la comprensión. Y ahora el boletín del volcán: esta noche casi no ha habido terremotos, apenas unos pocos. No hay emisión de ceniza, sí de lava aún y mucho vapor de agua. Ha disminuido el tremor y no hay deformación del terreno… y ya los científicos comienzan a decir que el fin del volcán está cerca”.
“Todo lo que ha pasado nos invita a sentar bases para hoy y mañana. El tiempo siempre es una incertidumbre. Sabemos que saldremos adelante de esta situación reforzados, igual que hemos superado episodios semejantes en otras épocas. Aquí los mayores tienen una frase que resume nuestro sentir, el de la mayoría de los palmeros: Lo que sucede… conviene”
Confiar en el correcto proceso de la Vida
Lo que sucede, conviene no es una frase que muestre actitud de resignación ante lo que está pasando sino todo lo contrario. Se trata de ser capaz de ampliar la mirada, de vivir el momento presente sin proyectar la incertidumbre y los miedos al futuro que aún no ha llegado, ni tampoco añorando un pasado que ya no está ahí.
Es una oportunidad para vivir el presente, para replantearse las cosas que nos afectan y tomar posturas que no nos dañen. Es aceptar que la madre naturaleza tiene unos procesos y unas necesidades, que responde como un ser vivo y tiene reacciones que no siempre somos capaces de entender.
¿Ante lo que está sucediendo que se puede hacer? Pues lo que hace ese pueblo admirable, mirar de frente y no perder de vista el horizonte. Es la oportunidad de sacar lo mejor de cada uno, de responder con las herramientas y los recursos atesorados durante toda una vida. Es la toma de consciencia de la tremenda interrelación en que vivimos los seres humanos entre nosotros, con los seres sintientes y con la Madre Naturaleza. Algún día nuestra capacidad de comprensión será mayor y también mayor la capacidad de aceptación y seremos capaces de gestionar cualquier situación que la vida nos presente por muy difícil que sea, recordando la Fuerza Interior que anida en todos y cada uno de los seres humanos.
Es una oportunidad para vivir el presente, para replantearse las cosas que nos afectan y tomar posturas que no nos dañen. Es aceptar que la madre naturaleza tiene unos procesos y unas necesidades, que responde como un ser vivo y tiene reacciones que no siempre somos capaces de entender.
¿Ante lo que está sucediendo que se puede hacer? Pues lo que hace ese pueblo admirable, mirar de frente y no perder de vista el horizonte. Es la oportunidad de sacar lo mejor de cada uno, de responder con las herramientas y los recursos atesorados durante toda una vida. Es la toma de consciencia de la tremenda interrelación en que vivimos los seres humanos entre nosotros, con los seres sintientes y con la Madre Naturaleza. Algún día nuestra capacidad de comprensión será mayor y también mayor la capacidad de aceptación y seremos capaces de gestionar cualquier situación que la vida nos presente por muy difícil que sea, recordando la Fuerza Interior que anida en todos y cada uno de los seres humanos.