Podríamos definir la sintonización como la capacidad de establecer una comunicación entre dos seres humanos por encima de la que proporcionan los cinco sentidos que nos relacionan con el entorno. En el campo de la salud esta sintonización sería la relación “especial” que se establecería entre un terapeuta y su paciente, y que daría lugar a que se armonizaran las frecuencias vibratorias de ambos, tanto en lo relativo al cuerpo físico como al campo etérico y al mental o emocional. Esta relación especial tendría connotaciones espirituales, expresadas a través de manifestaciones como la compasión, el amor o sentimientos de aceptación, de piedad o de ternura. En otros órdenes de las relaciones humanas –sobre todo las establecidas dentro del campo de la docencia entre profesores y alumnos- se hace patente la necesidad de la sintonización como vehículo para un mejor desarrollo de la función docente y de la capacidad de aprendizaje del alumno.
Como se sabe, los seres humanos no sólo recibimos datos del mundo que nos rodea gracias a los cinco sentidos físicos, sino que también tenemos otra fuente de información adicional que se hace patente internamente a través de tres formas o canales diferentes: visual, auditivo y kinestésico. Estos canales pueden manifestarse aisladamente o de forma simultánea a través de aquellas percepciones que nos hace llegar nuestro sexto sentido y a las que denominamos “intuición”. Estas percepciones, recibidas vía hipotálamo, glándulas pineal y pituitaria, tubérculos cuadrigéminos y cerebelo, pueden llegar a activar todo nuestro sistema “cardiaco”, es decir, nuestro mundo emocional, regido por el sistema límbico allí donde la amígdala cerebral juega un papel decisivo. Esta activación suele producirse de forma natural en quienes tienen desarrollada su sensibilidad por el dolor ajeno o se han puesto a disposición de las fuerzas positivas de la Naturaleza y de la Vida, como cierto tipo de sanadores espirituales. No obstante, esta facultad no es algo exclusivo de personas dotadas, sino que es inherente a todo ser humano que puede desarrollarla con los ejercicios adecuados.
Por otra parte, estamos permanentemente generando información de nosotros mismos a través de diferentes expresiones, unas físicas y otras psíquicas, unas voluntarias y otras inconscientes. Éstas últimas pueden ser eventualmente percibidas por otras personas, ya que todos los seres humanos poseemos una cierta capacidad intuitiva, pudiéndose llegar a percibir las circunstancias que afectan a su vida, tanto positivas como negativas. Además se puede llegar a detectar no solamente el problema físico que aqueja a una persona sino incluso las causas emocionales que se lo han provocado. Como hemos mencionado anteriormente, esta conexión se establece más allá de los sentidos físicos e incluso más allá de los procesos que la mente genera habitualmente en toda relación humana. Las percepciones impactan no sólo en la mente “no racional” del receptor sino que lo hace en toda su estructura psicobiológica. A fin de cuentas, forman parte del proceso de “sintonización” al que sólo se puede acceder si somos capaces de generar la suficiente cantidad de amor, ternura o compasión por el otro, porque el vehículo más eficaz de sintonización entre los seres humanos siempre es el amor en sus diferentes manifestaciones.
Dentro del campo de la salud, frente a la tecnología más avanzada en el campo del diagnóstico de que hacen gala nuestros modernos hospitales se encuentra el abrazo fraternal que transmite al exterior todo lo que nos ocurre. Por lo que, sin rechazar esa tecnología –necesaria en muchos casos-, no podemos por menos que patentizar el hecho de que nos estamos comunicando con el mundo diciéndole lo que nos pasa de múltiples maneras y tan sólo hay que abrir los canales adecuados para percibirlo. La enfermedad, el sufrimiento y el miedo al dolor y a la muerte es lo primero que transmitimos y lo primero en ser captado. A fin de cuentas, no hay que olvidar que es el mundo trascendente el que da sentido al mundo material. Y que ese mundo espiritual es el mismo para todos los seres humanos. Por tanto, es elevando nuestro tono vibratorio como podemos acercarnos a la esencia de los demás y que los demás se acerquen a la nuestra; es eliminando de nuestro lenguaje y de nuestra mente las palabras “tú” y “yo”, que deben ser sustituidas por un “nosotros”, la que facilitará de forma efectiva la sintonización con otro ser humano.
Es a partir del momento en que se produce la sintonización cuando se pueden ejercitar de manera efectiva las prácticas de sanación o cuando se pueden llegar a comprender más profundamente las circunstancias que rodean a la persona con quien se ha sintonizado. Esto es muy importante a tener en cuenta por quienes realizan prácticas terapéuticas o de relación personal o profesional, donde intervienen el plano psico-emocional, puesto que la efectividad de la terapia no estará basada tanto en los aspectos técnicos de la misma sino en la capacidad del terapeuta para sintonizar con su paciente.
Como se sabe, los seres humanos no sólo recibimos datos del mundo que nos rodea gracias a los cinco sentidos físicos, sino que también tenemos otra fuente de información adicional que se hace patente internamente a través de tres formas o canales diferentes: visual, auditivo y kinestésico. Estos canales pueden manifestarse aisladamente o de forma simultánea a través de aquellas percepciones que nos hace llegar nuestro sexto sentido y a las que denominamos “intuición”. Estas percepciones, recibidas vía hipotálamo, glándulas pineal y pituitaria, tubérculos cuadrigéminos y cerebelo, pueden llegar a activar todo nuestro sistema “cardiaco”, es decir, nuestro mundo emocional, regido por el sistema límbico allí donde la amígdala cerebral juega un papel decisivo. Esta activación suele producirse de forma natural en quienes tienen desarrollada su sensibilidad por el dolor ajeno o se han puesto a disposición de las fuerzas positivas de la Naturaleza y de la Vida, como cierto tipo de sanadores espirituales. No obstante, esta facultad no es algo exclusivo de personas dotadas, sino que es inherente a todo ser humano que puede desarrollarla con los ejercicios adecuados.
Por otra parte, estamos permanentemente generando información de nosotros mismos a través de diferentes expresiones, unas físicas y otras psíquicas, unas voluntarias y otras inconscientes. Éstas últimas pueden ser eventualmente percibidas por otras personas, ya que todos los seres humanos poseemos una cierta capacidad intuitiva, pudiéndose llegar a percibir las circunstancias que afectan a su vida, tanto positivas como negativas. Además se puede llegar a detectar no solamente el problema físico que aqueja a una persona sino incluso las causas emocionales que se lo han provocado. Como hemos mencionado anteriormente, esta conexión se establece más allá de los sentidos físicos e incluso más allá de los procesos que la mente genera habitualmente en toda relación humana. Las percepciones impactan no sólo en la mente “no racional” del receptor sino que lo hace en toda su estructura psicobiológica. A fin de cuentas, forman parte del proceso de “sintonización” al que sólo se puede acceder si somos capaces de generar la suficiente cantidad de amor, ternura o compasión por el otro, porque el vehículo más eficaz de sintonización entre los seres humanos siempre es el amor en sus diferentes manifestaciones.
Dentro del campo de la salud, frente a la tecnología más avanzada en el campo del diagnóstico de que hacen gala nuestros modernos hospitales se encuentra el abrazo fraternal que transmite al exterior todo lo que nos ocurre. Por lo que, sin rechazar esa tecnología –necesaria en muchos casos-, no podemos por menos que patentizar el hecho de que nos estamos comunicando con el mundo diciéndole lo que nos pasa de múltiples maneras y tan sólo hay que abrir los canales adecuados para percibirlo. La enfermedad, el sufrimiento y el miedo al dolor y a la muerte es lo primero que transmitimos y lo primero en ser captado. A fin de cuentas, no hay que olvidar que es el mundo trascendente el que da sentido al mundo material. Y que ese mundo espiritual es el mismo para todos los seres humanos. Por tanto, es elevando nuestro tono vibratorio como podemos acercarnos a la esencia de los demás y que los demás se acerquen a la nuestra; es eliminando de nuestro lenguaje y de nuestra mente las palabras “tú” y “yo”, que deben ser sustituidas por un “nosotros”, la que facilitará de forma efectiva la sintonización con otro ser humano.
Es a partir del momento en que se produce la sintonización cuando se pueden ejercitar de manera efectiva las prácticas de sanación o cuando se pueden llegar a comprender más profundamente las circunstancias que rodean a la persona con quien se ha sintonizado. Esto es muy importante a tener en cuenta por quienes realizan prácticas terapéuticas o de relación personal o profesional, donde intervienen el plano psico-emocional, puesto que la efectividad de la terapia no estará basada tanto en los aspectos técnicos de la misma sino en la capacidad del terapeuta para sintonizar con su paciente.