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¿Existe el Libre Albedrío?



Luis Arribas Mercado

20/11/2020

La alteración de una parte de un sistema modifica indefectiblemente al sistema en su totalidad. Ese es el error del que parten los partidos políticos y las religiones. No se puede alterar o modificar una ley o un dogma sin que deba revisarse todo el sistema



LA DUALIDAD

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
La humanidad de la Tierra se ve a menudo sacudida por terribles experiencias como son los atentados terroristas, es una demostración más de la dualidad en que os movéis. El ser humano es capaz de sembrar la muerte y la destrucción y, al mismo tiempo de amar, sufrir y compadecerse del daño causado. El tema de las guerras y el terrorismo no se diferencian en absoluto, porque ambas están orientadas a matar para conseguir algo.
 
No hablo de la dualidad inherente a todo ser humano, sino a la capacidad del ser humano en esa etapa evolutiva de matar y conmoverse de ese hecho. En sociedades más evolucionadas no sucede eso, no se mata y, por tanto, ese aspecto de la dualidad no lo manifiestan.
 
Surge una pregunta: en las muertes masivas por accidente y concretamente en los que mueren por atentados ¿lo habían previsto todos en su programa de vida? Es decir: ¿se han puesto de acuerdo todas esas personas para morir al mismo tiempo?
 
Eso es algo difícil de afirmar porque nadie puede entrar en los programas de vida ajenos, pero nosotros pensamos que el libre albedrio no existiría si predestinamos nuestros actos implicando a terceros, es decir, que ese sacrificio voluntario es una suposición, pues el libre albedrio de los terroristas no se pone de acuerdo con sus víctimas aunque quizás, como ya he dicho en otras ocasiones, desde un plano de conciencia más elevado sí ocurra esto, pero para nosotros, hoy por hoy, no nos parece coherente.
 
El hilo conductor se pierde en cuanto se introduce la palabra o el concepto de infinito, porque no se puede desde un cerebro limitado comprender lo ilimitado pero se puede intentar, no por ello debemos renunciar a hacerlo.
 
Los grandes maestros que en la Tierra han sido considerados como tales, se han encontrado con la dificultad de definir al menos tres cosas: Amor, Dios e Infinito; porque, aunque se pueda dar una definición académica, matemática, moral o conceptual, siempre será una leve aproximación a su verdadera esencia o realidad.

Photo by Letizia Bordoni on Unsplash
Photo by Letizia Bordoni on Unsplash

El libre albedrío

Estamos hablando de conceptos como programación, destino, acontecimientos individuales y colectivos programados… No de hechos que sean la consecuencia lógica de una cadena de circunstancias, sino de que ese hecho esté absolutamente programado y, por tanto, en ese supuesto, no existiría el libre albedrío, por lo que no tendría sentido la evolución y, en consecuencia, tampoco el crecimiento y desarrollo de las sociedades y las humanidades, sino que nos enfrentaríamos a un Dios programador, que un día decidió hacer un programa y comprobar si funcionaba bien y eso, sencillamente, para nosotros es incoherente, porque entonces no tendrían respuesta preguntas como: ¿por qué nos ha dado sentimientos?, ¿por qué sentimos dolor, incluso físico?, ¿para qué sirve la muerte? en fin, muchos interrogantes que desde la óptica evolutiva no tienen respuesta sin el libre albedrío.
 
El tema es apasionante. Sé que hay autores y escuelas de pensamiento que defienden la teoría de la ausencia del libre albedrío y de una programación que arrastramos vida tras vida, pero no como espíritus en evolución, sino como manifestaciones puntuales, sin proyección futura, de un programa maestro simbolizado en el ADN.
 
El estar en presencia consciente es posible, pero es muy difícil de mantener en el nivel evolutivo del ser humano de la Tierra. Mantener un determinado nivel de consciencia es muy difícil, porque vuestro cerebro está muy revolucionado, tiene mucha potencia y una limitada estructura neuronal, con ella podéis manejar muy pocos parámetros; a medida que la estructura neuronal aumente, por ejemplo hasta el 60%, podréis manejar muchos más parámetros, quizás en un número cercano a los 50.000, lo que permite tomar decisiones más correctas, acordes con el Programa de Vida. Al final de la escala humana (4.7* terminología de la escala evolutiva, referenciada en muchas lecciones anteriores de la Ciencia del YO) podríamos decir que ya no habría albedrío, tal como lo conocemos, porque en ese nivel ya se tienen todos los parámetros.

Mente y corazón

Imagen de ElisaRiva en Pixabay
Imagen de ElisaRiva en Pixabay
Tratamos de conceptos profundos que marcan el futuro de la especie humana. Hoy por hoy, prisioneros de la dualidad y a la vez conscientes de ser uno, la lucha consiste en ir acercando la mente al corazón hasta llegar a manifestar la unicidad. Son importantes, como un paso evolutivo, los desarrollos intelectuales, incluso para explicar lo inexplicable; eso abre nuevas sendas neuronales, algo importante de cara a tener más recursos para gestionar los retos y desafíos que la vida nos presente. El buen uso de lo intelectual no nos aleja del corazón, sino que lo complementa. 
 
Para aprender algo nuevo utilizamos el hemisferio cerebral derecho y, cuando ya tenemos ese conocimiento adquirido, se ocupa el hemisferio izquierdo creando patrones y esquemas mentales de funcionamiento, algo a lo que llamamos experiencia. Así pues, podríamos decir que la estimulación cognitiva que nos obliga a utilizar el hemisferio derecho ayuda a evitar el deterioro cognitivo.
 
El corazón es autónomo y actúa independientemente de las creencias que forma la mente para sobrevivir. El “no yo” es el de la madre que da la vida por la de un hijo (por ejemplo).
 
Lo que el Camino del Corazón pretende no es que el Caminante alcance la iluminación ni que llegue a ser un corazón en presencia las veinticuatro horas del día, sino que la persona vaya identificando las trampas que se ha puesto precisamente para no llegar a ese estado de Conciencia Superior. Identificar esas trampas es el primer paso para desactivarlas.
 

Luis Arribas Mercado
Fuente: La Ciencia del Yo




              



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