Tus huellas, tras Sus Huellas, sin portazgo, ni aduana. “Te prometo una vida apasionante”(*), sin alambradas dentro, ni fuera, sin límites en la búsqueda, ni en la mente; sin Dioses privativos, ni Cielos exclusivos. Tu palabra no tendrá que ser la última y tus postulados harán lugar a los postulados de otros/as.
Te prometo una vida apasionante. Podrás abandonar el negro y vestir color y abrazar la vida. Podrás caminar con compañera y compartir con ella la fe y el servicio, el púlpito y el altar. La celebración será un círculo vivo, un aro sagrado, un participar de todos, no un sermón y un patio de oídos.
Te prometo una vida apasionante susurrando eternidad a la gente de buena voluntad, no sólo entre las filas del credo único; revelando la buena nueva de un Cristo vivo, no de un Hijo crucificado; una vida apasionante en compañía del Jesús de la fraternidad sin fronteras, que abarca todas las gentes, todos los credos, a sabiendas de que Él no instituyó ningún credo.
Te prometo una vida apasionante en la que no tengas que defender un territorio, ni sostener ninguna doctrina, sino compartir un testimonio; una vida que ilumine sin opacar, que oriente sin cercenar. Nadie se verá obligado a pasar por ti para llegarse a la Divinidad que le habita.
Te prometo una vida apasionante de cielos infinitos, de cúpulas más anchas, de aulas más libres, de certezas más pequeñas y ligeras; una vida tuya, no de ningún purpurado; una vida de servicio pero desde tu voluntad irrenunciable; una vida de apóstol del amor incondicional, no de soldado de una pacífica cruzada fuera del tiempo.
Te prometo una vida apasionante nutrida de otras fes, de otros pálpitos, de otros silencios. Te cegarán también otras luminarias, te rendirás a otras formas y manifestaciones de lo Supremo. Te invito a una vida reverente con todas las expresiones espirituales sinceras, pues todas llevan el signo de la emancipación.
Te prometo una vida tan apasionante como incierta, sin ningún trabajo fijo, sin ninguna institución que cubra tus espaldas, ni te ingrese un sueldo, ni te pida cuenta de lo que sembraron tus labios. Porque tú eres libre y la libertad no tiene precio y la Edad Media no debe seguir avanzando sobre nuestros días.
Te prometo una vida apasionante de verbo tuyo y no prestado; una vida de rastreo de la verdad allí en los lugares más insospechados donde late, siempre lejos del dogma, del punto último, de la afirmación incuestionable.
Te prometo una vida apasionante de olvido de ti, de entrega entera, sin más dependencia en la que reportar que tu propia conciencia. “Llevarás la certeza de que has sido elegido”, mas no tú únicamente, sino cuantos y cuantas han hecho de sus vidas una oportunidad de donación, una ocasión de servicio.
(*) Lema de la campaña de la Conferencia Episcopal en busca de vocaciones sacerdotales.
Te prometo una vida apasionante. Podrás abandonar el negro y vestir color y abrazar la vida. Podrás caminar con compañera y compartir con ella la fe y el servicio, el púlpito y el altar. La celebración será un círculo vivo, un aro sagrado, un participar de todos, no un sermón y un patio de oídos.
Te prometo una vida apasionante susurrando eternidad a la gente de buena voluntad, no sólo entre las filas del credo único; revelando la buena nueva de un Cristo vivo, no de un Hijo crucificado; una vida apasionante en compañía del Jesús de la fraternidad sin fronteras, que abarca todas las gentes, todos los credos, a sabiendas de que Él no instituyó ningún credo.
Te prometo una vida apasionante en la que no tengas que defender un territorio, ni sostener ninguna doctrina, sino compartir un testimonio; una vida que ilumine sin opacar, que oriente sin cercenar. Nadie se verá obligado a pasar por ti para llegarse a la Divinidad que le habita.
Te prometo una vida apasionante de cielos infinitos, de cúpulas más anchas, de aulas más libres, de certezas más pequeñas y ligeras; una vida tuya, no de ningún purpurado; una vida de servicio pero desde tu voluntad irrenunciable; una vida de apóstol del amor incondicional, no de soldado de una pacífica cruzada fuera del tiempo.
Te prometo una vida apasionante nutrida de otras fes, de otros pálpitos, de otros silencios. Te cegarán también otras luminarias, te rendirás a otras formas y manifestaciones de lo Supremo. Te invito a una vida reverente con todas las expresiones espirituales sinceras, pues todas llevan el signo de la emancipación.
Te prometo una vida tan apasionante como incierta, sin ningún trabajo fijo, sin ninguna institución que cubra tus espaldas, ni te ingrese un sueldo, ni te pida cuenta de lo que sembraron tus labios. Porque tú eres libre y la libertad no tiene precio y la Edad Media no debe seguir avanzando sobre nuestros días.
Te prometo una vida apasionante de verbo tuyo y no prestado; una vida de rastreo de la verdad allí en los lugares más insospechados donde late, siempre lejos del dogma, del punto último, de la afirmación incuestionable.
Te prometo una vida apasionante de olvido de ti, de entrega entera, sin más dependencia en la que reportar que tu propia conciencia. “Llevarás la certeza de que has sido elegido”, mas no tú únicamente, sino cuantos y cuantas han hecho de sus vidas una oportunidad de donación, una ocasión de servicio.
(*) Lema de la campaña de la Conferencia Episcopal en busca de vocaciones sacerdotales.