Es un documento absolutamente atemporal, los 16 principios de la Carta de la Tierra hacen un crudo llamamiento a nuestras conciencias y nos permiten conocer datos, cifras y estadísticas sobre, por ejemplo, los gastos de armamento que se asignan los países en sus presupuestos, sobre las decisiones económicas que se toman sin tener en cuenta los daños medioambientales, las medidas que se toman por los países desarrollados crean pobreza y desigualdad… Imaginad lo que se podría hacer con todos miles de millones de dólares y euros aplicados con otros criterios, con ética, con valores…
El devenir de los acontecimientos que estamos viviendo en las últimas décadas nos hace darnos cuenta de una realidad muy clara: Si queremos que algo cambie no podemos esperar que los gobiernos, las administraciones, las organizaciones, etc. tomen las medidas adecuadas, sino que cada ser humano debe convertirse en hacedor, gestor, promotor... de aquello en lo que cree. Es importante que esta idea germine en las personas para que cada uno se haga responsable y se implique en el devenir de los acontecimientos, nadie puede hacer nada por nadie, es preciso avanzar en la autogestión. No estamos globalizados, lo que estamos consiguiendo es que la brecha entre los países ricos y los pobres se haga más grande y se incrementen las diferencias. Hemos oído ya muchas veces que mientras un 20 por ciento de los habitantes del planeta acaparan los recursos el 80 por ciento restante carece de lo más imprescindible para vivir.
Nuestro planeta es un ser vivo, a partir de 2002 comenzó a popularizarse el término Gaia, Madre Tierra, Pachamama como la llaman los pueblos indígenas; ellos nos hablan de que es una entidad autorreguladora, viva, y los datos nos muestran que lo físico, lo biológico, lo ambiental y lo social están en crisis.
Si continuamos así en 30 años el planeta seguirá adelante, pero sin nosotros, sin los seres humanos. Tenemos que recuperar la conciencia de la Tierra como parte de nosotros, tenemos en nuestro cuerpo sus elementos minerales, no estamos en la Tierra, somos la Tierra. Los elementos que conforman la vida: el agua, el fuego, la tierra y el aire forman parte también de nuestro propio cuerpo.
A lo largo de milenios el planeta ha producido una amplia comunidad de vida, el ser humano puede responsabilizarse de su cuidado, pero para ello tiene que mantener unos criterios éticos que deberán primar sobre cualquier otro interés.
El devenir de los acontecimientos que estamos viviendo en las últimas décadas nos hace darnos cuenta de una realidad muy clara: Si queremos que algo cambie no podemos esperar que los gobiernos, las administraciones, las organizaciones, etc. tomen las medidas adecuadas, sino que cada ser humano debe convertirse en hacedor, gestor, promotor... de aquello en lo que cree. Es importante que esta idea germine en las personas para que cada uno se haga responsable y se implique en el devenir de los acontecimientos, nadie puede hacer nada por nadie, es preciso avanzar en la autogestión. No estamos globalizados, lo que estamos consiguiendo es que la brecha entre los países ricos y los pobres se haga más grande y se incrementen las diferencias. Hemos oído ya muchas veces que mientras un 20 por ciento de los habitantes del planeta acaparan los recursos el 80 por ciento restante carece de lo más imprescindible para vivir.
Nuestro planeta es un ser vivo, a partir de 2002 comenzó a popularizarse el término Gaia, Madre Tierra, Pachamama como la llaman los pueblos indígenas; ellos nos hablan de que es una entidad autorreguladora, viva, y los datos nos muestran que lo físico, lo biológico, lo ambiental y lo social están en crisis.
Si continuamos así en 30 años el planeta seguirá adelante, pero sin nosotros, sin los seres humanos. Tenemos que recuperar la conciencia de la Tierra como parte de nosotros, tenemos en nuestro cuerpo sus elementos minerales, no estamos en la Tierra, somos la Tierra. Los elementos que conforman la vida: el agua, el fuego, la tierra y el aire forman parte también de nuestro propio cuerpo.
A lo largo de milenios el planeta ha producido una amplia comunidad de vida, el ser humano puede responsabilizarse de su cuidado, pero para ello tiene que mantener unos criterios éticos que deberán primar sobre cualquier otro interés.
El amor es el único camino
Los sentimientos son algo consustancial con el ser humano, dejan marcas en el alma… el tipo de vida de las sociedades industrializadas nos hace olvidarnos de nuestra capacidad de cuidado, de nuestra sensibilidad, de la necesidad del amor por la naturaleza, por el respeto a todo ser vivo y por supuesto del respeto y el cuidado de los seres humanos.
Amar la Tierra es evitar los riesgos que hemos creado porque hoy todos estamos amenazados por el calentamiento global, algo que no sabe de países ni de fronteras ficticias. Lo que ocurre en cualquier lugar recóndito del planeta afecta más tarde o más temprano al resto del mundo.
Cada uno debemos renovar la capacidad de sentir y transformar esto en una oportunidad para lo cual hay que integrar a todos los seres.
Es importante que esta nueva cultura de autorresponsabilidad y cuidado se viva desde los primeros años, en la escuela y en el hogar, para que los valores compartidos creen el substrato donde se planten las semillas de nuevos objetivos que algún día germinarán y colocarán al ser humano en perfecta interacción con lo y los que le rodean.
La Carta de las Naciones Unidas comienza diciendo: “Nosotros los pueblos de la Tierra decidimos evitar el horror de la guerra a las generaciones venideras…” y para ello se crearon organismos como la UNESCO, para hacerlo a través de la educación, la ciencia, el arte y la cultura, para crear cambios, para cambiar el tejido de hilos multicolores que conforma la humanidad.
Cuando la libertad, la fraternidad y la dignidad sean valores asumidos por todos muchos problemas desaparecerán. ¿Qué responsabilidad tiene cada uno de nacer donde ha nacido? No cuenta donde se nace sino lo que se hace.
Hace mucho tiempo que las cosas se han ido degradando. Federico García Lorca fue asesinado porque denunciaba que había pobres… hoy muchos hombres y mujeres seguimos teniendo los mismos ideales y utopías, pero hay que defenderlos, no por la fuerza, sino por la palabra, no por la imposición sino por el ejemplo.
Amar la Tierra es evitar los riesgos que hemos creado porque hoy todos estamos amenazados por el calentamiento global, algo que no sabe de países ni de fronteras ficticias. Lo que ocurre en cualquier lugar recóndito del planeta afecta más tarde o más temprano al resto del mundo.
Cada uno debemos renovar la capacidad de sentir y transformar esto en una oportunidad para lo cual hay que integrar a todos los seres.
Es importante que esta nueva cultura de autorresponsabilidad y cuidado se viva desde los primeros años, en la escuela y en el hogar, para que los valores compartidos creen el substrato donde se planten las semillas de nuevos objetivos que algún día germinarán y colocarán al ser humano en perfecta interacción con lo y los que le rodean.
La Carta de las Naciones Unidas comienza diciendo: “Nosotros los pueblos de la Tierra decidimos evitar el horror de la guerra a las generaciones venideras…” y para ello se crearon organismos como la UNESCO, para hacerlo a través de la educación, la ciencia, el arte y la cultura, para crear cambios, para cambiar el tejido de hilos multicolores que conforma la humanidad.
Cuando la libertad, la fraternidad y la dignidad sean valores asumidos por todos muchos problemas desaparecerán. ¿Qué responsabilidad tiene cada uno de nacer donde ha nacido? No cuenta donde se nace sino lo que se hace.
Hace mucho tiempo que las cosas se han ido degradando. Federico García Lorca fue asesinado porque denunciaba que había pobres… hoy muchos hombres y mujeres seguimos teniendo los mismos ideales y utopías, pero hay que defenderlos, no por la fuerza, sino por la palabra, no por la imposición sino por el ejemplo.