Los pilares de la salud y la felicidad
Hoy vamos a tratar los dos primeros (descanso y alimentación), lo haremos de una forma esquemática, y en la siguiente entrega desarrollaremos los dos últimos (movimiento y equilibrio emocional). Son relativamente sencillos de manejar, igual alguno cuesta un poco más, pero nada que sea inabordable o ni siquiera complicado…
descanso
Es indudable el valor que para nuestro equilibrio y nuestra salud tiene el hecho de un descanso suficiente y de calidad. Hablar de nuestro ritmo circadiano, ese que regula exactamente los ciclos de vigilia y sueño, y de su influencia en nuestra energía vital, en nuestro sistema inmunológico y en los procesos de reparación y recuperación a todos los niveles en nuestro organismo, es algo que ya podemos considerar de general conocimiento. Y es que además es algo que podemos comprobar todos personalmente...cada día.
Como norma general podríamos decir que necesitamos un mínimo de 7 horas de descanso (de dormir) cualquiera que sea nuestro estado y condición. Aunque luego, precisamente por esas circunstancias personales, es posible que el requerimiento de descanso sea mayor (bebés y niños, convalecientes, personas de edad avanzada...). Es importante concienciarnos de la importancia y de la influencia directa que tiene este aspecto sobre nuestro estado de salud, y de que debemos favorecerlo intentando que ese descanso sea reparador y de calidad (dormir en la mayor oscuridad, durante las horas de la noche, desconectar aparatos eléctricos cercanos, después de una cena ligera y suficientemente alejada de la hora de dormir,...)
Nota: Durante los últimos 5 minutos antes de dormirte haz el silencio a tu alrededor e intenta hacerlo también en tu interior dejando para más adelante preocupaciones, planificación y ruido mental. Centra tu atención sólo en la respiración y en lo agradable que es ir dejándote deslizar suavemente hacia el sueño.
Como norma general podríamos decir que necesitamos un mínimo de 7 horas de descanso (de dormir) cualquiera que sea nuestro estado y condición. Aunque luego, precisamente por esas circunstancias personales, es posible que el requerimiento de descanso sea mayor (bebés y niños, convalecientes, personas de edad avanzada...). Es importante concienciarnos de la importancia y de la influencia directa que tiene este aspecto sobre nuestro estado de salud, y de que debemos favorecerlo intentando que ese descanso sea reparador y de calidad (dormir en la mayor oscuridad, durante las horas de la noche, desconectar aparatos eléctricos cercanos, después de una cena ligera y suficientemente alejada de la hora de dormir,...)
Nota: Durante los últimos 5 minutos antes de dormirte haz el silencio a tu alrededor e intenta hacerlo también en tu interior dejando para más adelante preocupaciones, planificación y ruido mental. Centra tu atención sólo en la respiración y en lo agradable que es ir dejándote deslizar suavemente hacia el sueño.
Alimentación
Que tu alimento sea tu mejor medicina y tu mejor medicina sea tu alimento enunciaba ya hace 25 siglos Hipócrates, considerado generalmente como uno de los padres de la medicina moderna. Y después de muchas idas y venidas tal enunciado se sitúa hoy en la vanguardia de los factores determinantes para un buen estado de salud. A través de la alimentación debemos proveernos de todos los nutrientes necesarios y convenientes para un funcionamiento equilibrado de nuestro organismo.
Alimentos que nos aporten vitalidad y que no sólo no entorpezcan sino que faciliten todos los procesos químico-biológicos que se producen en nuestro interior. Fundamentalmente los de origen vegetal, lo más crudos y recientemente cosechados que sea posible, si se cocinan que sea a temperaturas no muy altas, desechando los azúcares refinados en cualquiera de sus formas posibles (platos preparados, dulces, bollería industrial, pasta blanca, bebidas azucaradas...), restringir el consumo de carnes, nada de embutidos, quedándonos sólo con carnes blancas (pavo, pollo), consumo moderado de pescado, evitar al máximo los fritos, fomentar el de frutas (mejor al natural que en zumos) así como el de frutos secos y legumbres... Beber agua de calidad (de baja o nula mineralización) y de infusiones en cantidad de unos 2 litros al día.
Nota: Sustituir la leche de origen animal por otra vegetal una vez pasado el periodo de lactancia es algo que favorecerá todos tus procesos digestivos. Si no puedes renunciar a los lácteos de ese origen, intenta que sean derivados de la leche de oveja o de cabra en lugar de los de vaca, y que hayan pasado por un proceso previo de fermentación en lugar de que fermenten en nuestro intestino (yogures, quesos muy curados o añejos...)
Alimentos que nos aporten vitalidad y que no sólo no entorpezcan sino que faciliten todos los procesos químico-biológicos que se producen en nuestro interior. Fundamentalmente los de origen vegetal, lo más crudos y recientemente cosechados que sea posible, si se cocinan que sea a temperaturas no muy altas, desechando los azúcares refinados en cualquiera de sus formas posibles (platos preparados, dulces, bollería industrial, pasta blanca, bebidas azucaradas...), restringir el consumo de carnes, nada de embutidos, quedándonos sólo con carnes blancas (pavo, pollo), consumo moderado de pescado, evitar al máximo los fritos, fomentar el de frutas (mejor al natural que en zumos) así como el de frutos secos y legumbres... Beber agua de calidad (de baja o nula mineralización) y de infusiones en cantidad de unos 2 litros al día.
Nota: Sustituir la leche de origen animal por otra vegetal una vez pasado el periodo de lactancia es algo que favorecerá todos tus procesos digestivos. Si no puedes renunciar a los lácteos de ese origen, intenta que sean derivados de la leche de oveja o de cabra en lugar de los de vaca, y que hayan pasado por un proceso previo de fermentación en lugar de que fermenten en nuestro intestino (yogures, quesos muy curados o añejos...)