Agustín Barcos y Estrella Martín
La danza acompaña al ser Humano desde su aparición en la tierra. Bien sea con intención mágica y chamánica, de iniciación o de celebración, como parte de la formación de los jóvenes o como espectáculo, en todas las épocas y en todas las civilizaciones, la música y la danza ha estado presente.
Sin embargo, en el mundo occidental y, de forma especial en el entorno urbano, la danza estaba quedando restringida al baile profesional de espectáculo, al de salón o al de discoteca. Como mucho, se conserva el baile social en algunas ceremonias, como en las bodas, con sus propias particularidades.
Afortunadamente, estamos empezando a asistir al resurgir de esos tipos de danza en los que el ego no es el protagonista, recuperando el sentido del grupo, de la naturaleza, de la celebración de la Vida. Así, podemos encontrar en un número creciente de ciudades de Europa y América a personas que se reúnen para danzar en grupo sin otra finalidad y sin otra excusa. Llamamos a estas danzas Danzas del Mundo, Danzas Circulares o Danzas Sagradas.
Qué y cómo son
Las Danzas Circulares o Danzas del Mundo son danzas que se bailan en grupo, normalmente en corro, aunque también las hay para ser bailadas en línea, formando una espiral o en un círculo abierto. Normalmente se bailan tomados de las manos y preferiblemente al aire libre. Generalmente son danzas relacionadas con el folklore de los diferentes pueblos y culturas. No están concebidas para un espectáculo, el objetivo es participar y disfrutar de la danza.
Algunas danzas se remontan varios siglos y otras son creaciones contemporáneas. Su procedencia es diversa, con intención de englobar todas las culturas que comparten el mundo: danzas griegas, celtas, armenias, israelíes, balcánicas, nórdicas, árabes, polinesias, centroeuropeas, americanas… Hay danzas de boda, de alabanza, de celebración, de oración, de agradecimiento, de luto, de cosecha, guerreras, estacionales, lunares…
Para bailarlas no se requiere ninguna condición ni habilidad física o intelectual específica, ni conocimientos previos. Las danzas y ritmos tradicionales están creados por el pueblo llano a lo largo de los siglos para su expresión y disfrute, cuando se reunían al final de la jornada a cantar y bailar, diluyendo así las tensiones del día. Por tanto, la mayoría de ellas están concebidas para posibilitar la participación de la mayor parte de la población, independientemente de su edad, condición física o pericia técnica.
En muchos casos, al irse incorporando estas danzas tradicionales al repertorio de las Danzas Circulares del Mundo, han evolucionado hacia formas muy simplificadas, buscando la sencillez de su aprendizaje y ejecución para facilitar la participación.
En otros casos son danzas creadas recientemente con la intención de ser bailadas en los círculos que practican Danzas del Mundo.
Se acostumbra a explicar siempre cada danza antes de ser bailada, para facilitar la incorporación de nuevos bailarines y liberar al máximo de la presión de una técnica y de cualquier esfuerzo intelectual.
Qué nos aportan
Muchas personas inmersas en la sociedad de tipo occidental, vivimos un momento de búsqueda, de necesidad de reencuentro con los demás, con esa naturaleza a la que pertenecemos pero de la que nos separan metros de hormigón o de asfalto, o con aquella conexión interna que olvidamos.
En este momento, el encuentro con las Danzas Circulares produce una sensación de retorno, de recordar algo que estaba almacenado en la memoria de nuestra especie. Una sensación de reencuentro con un espacio familiar y real, con un lenguaje para expresar y compartir. Una experiencia transpersonal sencilla y cotidiana, que comunica con un espacio interno esencial que supera al ego y se funde con el grupo y con el entorno.
El danzante vuelve a sentirse a sí mismo adaptado a un ritmo humano y natural, consigue escapar temporalmente del ritmo artificial y desbocado de la sociedad tecnológica.
Sin embargo, en el mundo occidental y, de forma especial en el entorno urbano, la danza estaba quedando restringida al baile profesional de espectáculo, al de salón o al de discoteca. Como mucho, se conserva el baile social en algunas ceremonias, como en las bodas, con sus propias particularidades.
Afortunadamente, estamos empezando a asistir al resurgir de esos tipos de danza en los que el ego no es el protagonista, recuperando el sentido del grupo, de la naturaleza, de la celebración de la Vida. Así, podemos encontrar en un número creciente de ciudades de Europa y América a personas que se reúnen para danzar en grupo sin otra finalidad y sin otra excusa. Llamamos a estas danzas Danzas del Mundo, Danzas Circulares o Danzas Sagradas.
Qué y cómo son
Las Danzas Circulares o Danzas del Mundo son danzas que se bailan en grupo, normalmente en corro, aunque también las hay para ser bailadas en línea, formando una espiral o en un círculo abierto. Normalmente se bailan tomados de las manos y preferiblemente al aire libre. Generalmente son danzas relacionadas con el folklore de los diferentes pueblos y culturas. No están concebidas para un espectáculo, el objetivo es participar y disfrutar de la danza.
Algunas danzas se remontan varios siglos y otras son creaciones contemporáneas. Su procedencia es diversa, con intención de englobar todas las culturas que comparten el mundo: danzas griegas, celtas, armenias, israelíes, balcánicas, nórdicas, árabes, polinesias, centroeuropeas, americanas… Hay danzas de boda, de alabanza, de celebración, de oración, de agradecimiento, de luto, de cosecha, guerreras, estacionales, lunares…
Para bailarlas no se requiere ninguna condición ni habilidad física o intelectual específica, ni conocimientos previos. Las danzas y ritmos tradicionales están creados por el pueblo llano a lo largo de los siglos para su expresión y disfrute, cuando se reunían al final de la jornada a cantar y bailar, diluyendo así las tensiones del día. Por tanto, la mayoría de ellas están concebidas para posibilitar la participación de la mayor parte de la población, independientemente de su edad, condición física o pericia técnica.
En muchos casos, al irse incorporando estas danzas tradicionales al repertorio de las Danzas Circulares del Mundo, han evolucionado hacia formas muy simplificadas, buscando la sencillez de su aprendizaje y ejecución para facilitar la participación.
En otros casos son danzas creadas recientemente con la intención de ser bailadas en los círculos que practican Danzas del Mundo.
Se acostumbra a explicar siempre cada danza antes de ser bailada, para facilitar la incorporación de nuevos bailarines y liberar al máximo de la presión de una técnica y de cualquier esfuerzo intelectual.
Qué nos aportan
Muchas personas inmersas en la sociedad de tipo occidental, vivimos un momento de búsqueda, de necesidad de reencuentro con los demás, con esa naturaleza a la que pertenecemos pero de la que nos separan metros de hormigón o de asfalto, o con aquella conexión interna que olvidamos.
En este momento, el encuentro con las Danzas Circulares produce una sensación de retorno, de recordar algo que estaba almacenado en la memoria de nuestra especie. Una sensación de reencuentro con un espacio familiar y real, con un lenguaje para expresar y compartir. Una experiencia transpersonal sencilla y cotidiana, que comunica con un espacio interno esencial que supera al ego y se funde con el grupo y con el entorno.
El danzante vuelve a sentirse a sí mismo adaptado a un ritmo humano y natural, consigue escapar temporalmente del ritmo artificial y desbocado de la sociedad tecnológica.
Las Danzas circulares integran a personas de cualquier edad, nacionalidad, sexo o poder adquisitivo, en familia, con amigos, o en solitario.
Es una actividad social sin jerarquías. A nadie se le pide que cambie para ser aceptado o que represente un papel determinado. Incluso la persona que enseña la danza, a continuación se integra en el círculo y éste se lidera a sí mismo. Se crea un espacio sin exclusiones, en el que tienen cabida las diferencias de cada uno. El círculo tiene su propia entidad que incorpora todas las individualidades y las transciende. En un círculo todos son iguales y participan de la misma energía. El ego se diluye. Es un poderoso arquetipo de unificación y de perfección que crea un espacio sagrado e integrador, un espacio acogedor y de protección. El círculo no tiene principio ni fin. Evoca los ciclos infinitos de la naturaleza, el uróboros, el eterno retorno. El movimiento transmite el sentimiento que se expresa en la danza, el arquetipo que representa, acercando el significado y asimilando su causa.
Bailar danzas originarias de otras culturas genera sentimientos de solidaridad y empatía hacia esos grupos humanos, se perciben sus particularidades de forma más emocional que intelectual, reconociendo interiormente la emoción que representan y diluyendo así el sentimiento de separación respecto a otros grupos sociales, étnicos o religiosos. El grupo reconoce en la danza un aspecto de la humanidad que resuena en su interior y experimenta la interculturalidad descubriendo las semejanzas con esa cultura. Se produce la inclusión de la cultura de origen en el grupo.
“Cuando bailo las danzas de otros países siento que cada vez pertenezco a más lugares”.
Es una actividad social sin jerarquías. A nadie se le pide que cambie para ser aceptado o que represente un papel determinado. Incluso la persona que enseña la danza, a continuación se integra en el círculo y éste se lidera a sí mismo. Se crea un espacio sin exclusiones, en el que tienen cabida las diferencias de cada uno. El círculo tiene su propia entidad que incorpora todas las individualidades y las transciende. En un círculo todos son iguales y participan de la misma energía. El ego se diluye. Es un poderoso arquetipo de unificación y de perfección que crea un espacio sagrado e integrador, un espacio acogedor y de protección. El círculo no tiene principio ni fin. Evoca los ciclos infinitos de la naturaleza, el uróboros, el eterno retorno. El movimiento transmite el sentimiento que se expresa en la danza, el arquetipo que representa, acercando el significado y asimilando su causa.
Bailar danzas originarias de otras culturas genera sentimientos de solidaridad y empatía hacia esos grupos humanos, se perciben sus particularidades de forma más emocional que intelectual, reconociendo interiormente la emoción que representan y diluyendo así el sentimiento de separación respecto a otros grupos sociales, étnicos o religiosos. El grupo reconoce en la danza un aspecto de la humanidad que resuena en su interior y experimenta la interculturalidad descubriendo las semejanzas con esa cultura. Se produce la inclusión de la cultura de origen en el grupo.
“Cuando bailo las danzas de otros países siento que cada vez pertenezco a más lugares”.
Agustín Barcos y Estrella Martín