Andrómeda era una bella mujer, llena de luz y de vida. Vivía en conexión con la naturaleza del bosque, y siempre se sentía acompañada del trino de los pájaros, del eco de las montañas, de la dulzura de los valles llenos de bellas flores y de vida, pero, llegó un día en que todo cambió...
El cielo se oscureció, la luz del bosque se apagó, los relámpagos y truenos empezaron a caer por doquier, el viento cruzaba presuroso los valles...
Andrómeda, buscó refugio en una cueva cercana, y decidió quedarse allí hasta que pasara la tormenta. Mientras tanto, la lluvia y el fuerte viento arrasaban los campos, y allí, en lo profundo de la cueva, Andrómeda, se fue adentrando más y más en su mundo interior activando la imaginación... Así que, cerró los ojos, y lo primero que visualizó fue que estaba en un lugar lleno de luz... rodeada de todas las personas a las que amaba y la amaban, realizando lo que más le gustaba: paseando por el bosque, sintiendo el tacto de la hierba rozando la yema de sus dedos, oliendo el aroma de las flores, escuchando el sonido alegre del agua del río, observando las estrellas de luz que se forman en el agua cuando el Sol posa en ella su reflejo...
El AMOR la embargó, conectándola con todas las cosas bellas que estaba imaginando. Hasta que llegó un momento en el que la tormenta pasó... Entonces Andrómeda, salió de su refugio, y su primer contacto con el exterior fue el de la caricia de la hierba húmeda bajo sus pies descalzos, sintiendo el aroma del bosque en todo su esplendor, potenciado por las gotas de agua de la lluvia.
De repente, miró hacia el cielo, y vio como el color azul del cielo empezó a ganar terreno al gris de las nubes pasajeras... Andrómeda sonrió, agradeciéndole a la vida todas las circunstancias que habían propiciado ese momento presente, lleno de plenitud... lleno de VIDA...
En ese instante acudieron a su mente las palabras lejanas que un maestro sabio con el que coincidió de pequeña, le transmitió: "El AMOR es el poso que deja la vida en nuestro corazón después de haberla vivido en su máxima esencia, saboreando cada momento".
El cielo se oscureció, la luz del bosque se apagó, los relámpagos y truenos empezaron a caer por doquier, el viento cruzaba presuroso los valles...
Andrómeda, buscó refugio en una cueva cercana, y decidió quedarse allí hasta que pasara la tormenta. Mientras tanto, la lluvia y el fuerte viento arrasaban los campos, y allí, en lo profundo de la cueva, Andrómeda, se fue adentrando más y más en su mundo interior activando la imaginación... Así que, cerró los ojos, y lo primero que visualizó fue que estaba en un lugar lleno de luz... rodeada de todas las personas a las que amaba y la amaban, realizando lo que más le gustaba: paseando por el bosque, sintiendo el tacto de la hierba rozando la yema de sus dedos, oliendo el aroma de las flores, escuchando el sonido alegre del agua del río, observando las estrellas de luz que se forman en el agua cuando el Sol posa en ella su reflejo...
El AMOR la embargó, conectándola con todas las cosas bellas que estaba imaginando. Hasta que llegó un momento en el que la tormenta pasó... Entonces Andrómeda, salió de su refugio, y su primer contacto con el exterior fue el de la caricia de la hierba húmeda bajo sus pies descalzos, sintiendo el aroma del bosque en todo su esplendor, potenciado por las gotas de agua de la lluvia.
De repente, miró hacia el cielo, y vio como el color azul del cielo empezó a ganar terreno al gris de las nubes pasajeras... Andrómeda sonrió, agradeciéndole a la vida todas las circunstancias que habían propiciado ese momento presente, lleno de plenitud... lleno de VIDA...
En ese instante acudieron a su mente las palabras lejanas que un maestro sabio con el que coincidió de pequeña, le transmitió: "El AMOR es el poso que deja la vida en nuestro corazón después de haberla vivido en su máxima esencia, saboreando cada momento".