Una mujer que llevaba un niño contra su pecho le preguntó a un maestro: Háblanos de los hijos. Y él respondió:
Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de sí misma.
Vienen por medio de vosotros, pero no de vosotros y, aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, mas no vuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos mas no sus almas, porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños os es dado visitar.
Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no intentéis hacerlos como vosotros. Porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer. Vosotros sois el arco por medio del cual vuestros hijos son disparados como flechas vivas.
El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito y os dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos.
Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para vuestra dicha, porque así como Él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firme; por eso vosotros tuvísteis la oportunidad de vivir vuestra vida y la libertad de amar y hacer vuestra vida.
Deja que tus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no los reclames para que vuelvan, ellos te querrán por siempre y tendrán también su nido del cual algún día ellos solos quedarán, pero fue su nido y su vida; déjalos libres, ámalos con libertad, no apagues su fuego de su hogar, vive y deja vivir y ellos siempre te querrán.