Cuentan las viejas crónicas que una vez existió en un pequeño lugar de un lejano país, un reino gobernado por un rey muy especial. Lo que le hacía tan especial era el amor a sus súbditos.
En este lugar reinaba la paz y la armonía entre sus habitantes y todos eran felices, pero un buen día ocurrió un hecho insólito y extraño. Sus habitantes comenzaron a sentir algo dentro de sí que les iba volviendo cada vez más tristes. Y cuando cada día el amanecer ocupaba su lugar y los lugareños despertaban a sus vidas, cuando se asomaban por sus ventanas o salían a las calles, percibían que el canto de los gallos, los ladridos de los perritos, el zumbido de los insectos, el susurro del bosque… todo, había dejado de sonar. Y todo entró en un silencio total. Y este silencio, entrando por los sentidos, invadía el interior de las personas y no dejaba hablar a sus sentimientos, a sus emociones y a sus pensamientos, haciendo a los lugareños cada vez más insensibles y autómatas en su quehacer diario.
Los hombres, las mujeres, los niños, los mayores, todos los habitantes del reino se dieron cuenta de ello y buscaban soluciones sin éxito, hasta que ya no supieron dónde buscar.
Confusos por lo que estaban viviendo, acudieron a su rey para que les devolviera la normalidad.
Su majestad, que gozaba de una gran habilidad para resolver conflictos, reunió a sus consejeros y decidieron pedir ayuda a una dama que habitaba en el bosque y que no se dejaba ver con asiduidad, la “Hechicera de la Noche”.
-Quédate en mi palacio –le dijo cuando la tuvo ante él-. Enviaré mis mensajeros a otros reinos, pediré ayuda a todas aquellas personas sabias y buenas que viven repartidas por los cuatro puntos cardinales, y la nobleza de tu corazón y las habilidades que posees decidirán si las personas que acudan con soluciones serán o no merecedoras de llegar a mi presencia. Escuchare sus propuestas desde el corazón y entre todos conseguiremos que la alegría y la paz interior vuelvan a nuestras gentes.
Así lo hizo, y no transcurrió mucho tiempo sin que comenzasen a acudir personajes con propuestas de lo más originales. Pero o bien la Hechicera de la Noche no veía nobleza en sus personas y no les permitía el acceso ante el rey, o el rey consideraba que lo propuesto no estaba a la altura de las circunstancias y los despedía con parabienes en la boca y con amargura en el corazón.
Pero como donde el Amor llama, el Amor responde, entre los personajes que acudieron desde lejanos lugares, tres despertaron en la Hechicera de la Noche una sensación especial de sintonía y cordialidad.
Estos personajes acudieron de distintos lugares y no fueron otros que: “Amanecer Luminoso”, quien venía desde el reino del despertar de la conciencia a la luz; “Mariposa de Luz”, que acudió desde el reino de los altos vuelos capaces de iluminar las conciencias, y “Sembrador de luz” quien solía deambular por el reino de la tierra interior de las personas dejando semillas de proyectos de vida luminosos.
Hechicera de la Noche vio algo especial en cada uno de ellos y decidió convocarlos a los tres una tarde, antes de permitirles llegar a la presencia del rey. Habló con ellos larga y pausada mente, se comunicaron inquietudes, pusieron en común anhelos, contaron sus proyectos y sus experiencias de vida, declararon sus aspiraciones y deseos y vieron con asombro que los cuatro estaban involucrados en un proyecto interior al que reconocieron como el “Camino del Corazón”, porque los cuatro tenían como guía de cuanto hacían, pensaban o sentían, a su propio corazón.
Así que, muy entusiasmados por el descubrimiento y muy ilusionados por poner sus habilidades ante el rey fueron los cuatro y tras hacer la reverencia que todo protocolo real exige comenzaron sus exposiciones.
-Majestad -dijo Hechicera de la Noche-, he encontrado tres almas nobles dispuestas a ayudar a resolver el problema que se cierne sobre vuestro reino, a ayudar a sus habitantes y a disipar las sombras que desde hace tiempo revolotean sobre vuestra persona. Ellos no quieren nada a cambio, solo la satisfacción de volver a ver la alegría en los habitantes del reino, y de que el murmullo de la vida vuelva a resonar en las calles y en el interior de las personas. Yo por mi parte, pongo a vuestra disposición la capacidad que tengo de incorporar magia en la noche interior de cada uno de los habitantes del reino.
-Majestad -continuó Amanecer Luminoso quien vestía su túnica dorada como los rayos del sol-, al recibir vuestra llamada me puse en camino y viajé por todos los rincones de vuestro reino. He podido comprobar que el desánimo, la apatía y la falta de alegría anidan en los corazones de vuestros súbditos..., y he llegado a la conclusión de que son los pensamientos negativos son los que están provocando que sea la propia naturaleza, por su sensibilidad, la que primero se vea afectada por ello; de ahí, su silencio, afectando después al interior de cada persona. Como Amanecer Luminoso tengo el poder de devolver el entusiasmo y la alegría a todos los habitantes del reino. Para ello traigo una bola de cristal hecha con los rayos del sol, cuya característica principal es que, una vez que se mantiene entre sus manos y se observa atentamente, la luz solar que emite llena la mente y el corazón de quien la recibe, activando un nuevo programa que cambia definitivamente la visión que cada uno tiene de su papel en la vida.
Y dicho esto, de su bolsa extrajo una hermosa bola de luz solar y se la entrego al rey.
-Majestad -dijo después Mariposa de Luz-, también yo acudí a vuestra llamada. Enterada de los acontecimientos que se ciernen sobre el reino, no tengo dudas de que la rutina, las envidias, los recelos, la pereza y todas las actitudes negativas que los humanos podemos tener, están aflorando en cada persona del reino. Su mundo interior se ha vuelto gris y este color ha teñido también el mundo exterior. Mis alas tienen la cualidad de esparcir magia y de hacer ver que tras las nubes hay un sol que brilla, que tras la tormenta viene la calma y que cuando se levanta la niebla luce un día radiante. Si es de vuestro agrado, cada tarde volaré sobre los cuatro puntos cardinales de vuestro reino, esparciendo entre los habitantes la semilla de la magia, cubriendo de un perfume de esperanza los maltrechos corazones, alentando a los animales del reino y rociando dulzuras en los campos, en los paisajes y en todos los seres de la naturaleza.
-Majestad -finalizó Sembrador de Luz-, desde muy joven me fui por los campos de mi lejano país a disfrutar de la creación y a respirar la paz que de ella emana y vi que acudían a mí personas con conflictos internos con los que, hablando, encontrábamos soluciones. Me di cuenta de que la Vida me regalo la capacidad de influir en las personas con mis palabras, mis gestos y mi sonrisa, devolviéndoles esperanza, aclarándoles ideas, alentándoles en sus labores. Hoy quiero poner a vuestra disposición esta cualidad y me ofrezco para que cada persona que sienta aflicción en su interior y las sombras no le dejen avanzar en su vida, hable conmigo. Estoy dispuesto no sólo a atender a quien lo desee en alguna casa de vuestro reino, sino a viajar a todos los lugares desde los que se me solicite, para sembrar semillas de luz interior que devuelvan a las personas la visión de cómo recuperar su armonía, de cómo retomar su destino, y de cómo navegar en los mares de su felicidad.
Cuando los cuatro “Caminantes del Corazón” levantaron la mirada hacia el rey después de la reverencia final, vieron lágrimas de emoción en sus ojos y luz de esperanza en su sonrisa.
-No tengo palabras para responder a vuestras propuestas –les dijo el rey-. Sean bienvenidas y poneos raudos a trabajar, porque cada segundo que pasa, el pozo se hace más profundo para cada uno de los seres de este reino. Estoy convencido de que vuestras habilidades nos devolverán a todos el ser feliz que fuimos un día.
Y así hicieron y así ocurrió. Cada uno de los cuatro se puso a disposición de las necesidades que veía. Actuaban con sencillez y con amor según sus cualidades, y pudieron ver que conforme actuaban, las personas con las que trataban no sólo iban cambiando, sino que se hacían eco de sus actitudes y todos los habitantes del reino se fueron convirtiendo en pequeños “hechiceras de la noche”, se multiplicaron los “amaneceres luminosos”, se reprodujeron las “mariposas de luz” y florecieron los “sembradores de luz” por doquier.
Y en aquel reino de aquel pequeño lugar de aquel lejano país, la alegría, la paz, la seguridad y el Amor, volvieron a ser la savia que alimentó cada uno de los momentos de la vida de todos los seres que en él existían.
En este lugar reinaba la paz y la armonía entre sus habitantes y todos eran felices, pero un buen día ocurrió un hecho insólito y extraño. Sus habitantes comenzaron a sentir algo dentro de sí que les iba volviendo cada vez más tristes. Y cuando cada día el amanecer ocupaba su lugar y los lugareños despertaban a sus vidas, cuando se asomaban por sus ventanas o salían a las calles, percibían que el canto de los gallos, los ladridos de los perritos, el zumbido de los insectos, el susurro del bosque… todo, había dejado de sonar. Y todo entró en un silencio total. Y este silencio, entrando por los sentidos, invadía el interior de las personas y no dejaba hablar a sus sentimientos, a sus emociones y a sus pensamientos, haciendo a los lugareños cada vez más insensibles y autómatas en su quehacer diario.
Los hombres, las mujeres, los niños, los mayores, todos los habitantes del reino se dieron cuenta de ello y buscaban soluciones sin éxito, hasta que ya no supieron dónde buscar.
Confusos por lo que estaban viviendo, acudieron a su rey para que les devolviera la normalidad.
Su majestad, que gozaba de una gran habilidad para resolver conflictos, reunió a sus consejeros y decidieron pedir ayuda a una dama que habitaba en el bosque y que no se dejaba ver con asiduidad, la “Hechicera de la Noche”.
-Quédate en mi palacio –le dijo cuando la tuvo ante él-. Enviaré mis mensajeros a otros reinos, pediré ayuda a todas aquellas personas sabias y buenas que viven repartidas por los cuatro puntos cardinales, y la nobleza de tu corazón y las habilidades que posees decidirán si las personas que acudan con soluciones serán o no merecedoras de llegar a mi presencia. Escuchare sus propuestas desde el corazón y entre todos conseguiremos que la alegría y la paz interior vuelvan a nuestras gentes.
Así lo hizo, y no transcurrió mucho tiempo sin que comenzasen a acudir personajes con propuestas de lo más originales. Pero o bien la Hechicera de la Noche no veía nobleza en sus personas y no les permitía el acceso ante el rey, o el rey consideraba que lo propuesto no estaba a la altura de las circunstancias y los despedía con parabienes en la boca y con amargura en el corazón.
Pero como donde el Amor llama, el Amor responde, entre los personajes que acudieron desde lejanos lugares, tres despertaron en la Hechicera de la Noche una sensación especial de sintonía y cordialidad.
Estos personajes acudieron de distintos lugares y no fueron otros que: “Amanecer Luminoso”, quien venía desde el reino del despertar de la conciencia a la luz; “Mariposa de Luz”, que acudió desde el reino de los altos vuelos capaces de iluminar las conciencias, y “Sembrador de luz” quien solía deambular por el reino de la tierra interior de las personas dejando semillas de proyectos de vida luminosos.
Hechicera de la Noche vio algo especial en cada uno de ellos y decidió convocarlos a los tres una tarde, antes de permitirles llegar a la presencia del rey. Habló con ellos larga y pausada mente, se comunicaron inquietudes, pusieron en común anhelos, contaron sus proyectos y sus experiencias de vida, declararon sus aspiraciones y deseos y vieron con asombro que los cuatro estaban involucrados en un proyecto interior al que reconocieron como el “Camino del Corazón”, porque los cuatro tenían como guía de cuanto hacían, pensaban o sentían, a su propio corazón.
Así que, muy entusiasmados por el descubrimiento y muy ilusionados por poner sus habilidades ante el rey fueron los cuatro y tras hacer la reverencia que todo protocolo real exige comenzaron sus exposiciones.
-Majestad -dijo Hechicera de la Noche-, he encontrado tres almas nobles dispuestas a ayudar a resolver el problema que se cierne sobre vuestro reino, a ayudar a sus habitantes y a disipar las sombras que desde hace tiempo revolotean sobre vuestra persona. Ellos no quieren nada a cambio, solo la satisfacción de volver a ver la alegría en los habitantes del reino, y de que el murmullo de la vida vuelva a resonar en las calles y en el interior de las personas. Yo por mi parte, pongo a vuestra disposición la capacidad que tengo de incorporar magia en la noche interior de cada uno de los habitantes del reino.
-Majestad -continuó Amanecer Luminoso quien vestía su túnica dorada como los rayos del sol-, al recibir vuestra llamada me puse en camino y viajé por todos los rincones de vuestro reino. He podido comprobar que el desánimo, la apatía y la falta de alegría anidan en los corazones de vuestros súbditos..., y he llegado a la conclusión de que son los pensamientos negativos son los que están provocando que sea la propia naturaleza, por su sensibilidad, la que primero se vea afectada por ello; de ahí, su silencio, afectando después al interior de cada persona. Como Amanecer Luminoso tengo el poder de devolver el entusiasmo y la alegría a todos los habitantes del reino. Para ello traigo una bola de cristal hecha con los rayos del sol, cuya característica principal es que, una vez que se mantiene entre sus manos y se observa atentamente, la luz solar que emite llena la mente y el corazón de quien la recibe, activando un nuevo programa que cambia definitivamente la visión que cada uno tiene de su papel en la vida.
Y dicho esto, de su bolsa extrajo una hermosa bola de luz solar y se la entrego al rey.
-Majestad -dijo después Mariposa de Luz-, también yo acudí a vuestra llamada. Enterada de los acontecimientos que se ciernen sobre el reino, no tengo dudas de que la rutina, las envidias, los recelos, la pereza y todas las actitudes negativas que los humanos podemos tener, están aflorando en cada persona del reino. Su mundo interior se ha vuelto gris y este color ha teñido también el mundo exterior. Mis alas tienen la cualidad de esparcir magia y de hacer ver que tras las nubes hay un sol que brilla, que tras la tormenta viene la calma y que cuando se levanta la niebla luce un día radiante. Si es de vuestro agrado, cada tarde volaré sobre los cuatro puntos cardinales de vuestro reino, esparciendo entre los habitantes la semilla de la magia, cubriendo de un perfume de esperanza los maltrechos corazones, alentando a los animales del reino y rociando dulzuras en los campos, en los paisajes y en todos los seres de la naturaleza.
-Majestad -finalizó Sembrador de Luz-, desde muy joven me fui por los campos de mi lejano país a disfrutar de la creación y a respirar la paz que de ella emana y vi que acudían a mí personas con conflictos internos con los que, hablando, encontrábamos soluciones. Me di cuenta de que la Vida me regalo la capacidad de influir en las personas con mis palabras, mis gestos y mi sonrisa, devolviéndoles esperanza, aclarándoles ideas, alentándoles en sus labores. Hoy quiero poner a vuestra disposición esta cualidad y me ofrezco para que cada persona que sienta aflicción en su interior y las sombras no le dejen avanzar en su vida, hable conmigo. Estoy dispuesto no sólo a atender a quien lo desee en alguna casa de vuestro reino, sino a viajar a todos los lugares desde los que se me solicite, para sembrar semillas de luz interior que devuelvan a las personas la visión de cómo recuperar su armonía, de cómo retomar su destino, y de cómo navegar en los mares de su felicidad.
Cuando los cuatro “Caminantes del Corazón” levantaron la mirada hacia el rey después de la reverencia final, vieron lágrimas de emoción en sus ojos y luz de esperanza en su sonrisa.
-No tengo palabras para responder a vuestras propuestas –les dijo el rey-. Sean bienvenidas y poneos raudos a trabajar, porque cada segundo que pasa, el pozo se hace más profundo para cada uno de los seres de este reino. Estoy convencido de que vuestras habilidades nos devolverán a todos el ser feliz que fuimos un día.
Y así hicieron y así ocurrió. Cada uno de los cuatro se puso a disposición de las necesidades que veía. Actuaban con sencillez y con amor según sus cualidades, y pudieron ver que conforme actuaban, las personas con las que trataban no sólo iban cambiando, sino que se hacían eco de sus actitudes y todos los habitantes del reino se fueron convirtiendo en pequeños “hechiceras de la noche”, se multiplicaron los “amaneceres luminosos”, se reprodujeron las “mariposas de luz” y florecieron los “sembradores de luz” por doquier.
Y en aquel reino de aquel pequeño lugar de aquel lejano país, la alegría, la paz, la seguridad y el Amor, volvieron a ser la savia que alimentó cada uno de los momentos de la vida de todos los seres que en él existían.