Érase una vez un paraje insólito, un bosque mágico que era llamado El Camino del Corazón y érase un grupo de Caminantes que realizaban juntos una larga travesía a través de este bosque mágico y que se llamaban Espacio Estelar, Alma Bondadosa, Arquitecto de lo Insólito, Camino de Compasión, Puente Sutil de Hermandad y Manantial de Esperanza.
A lo largo del bosque mágico del Camino del Corazón, nuestros queridos Caminantes fueron visitando insólitas posadas, diseminadas aquí y allá, que permitían a nuestros protagonistas aprender, superar algunas difíciles pruebas y reparar el cansancio del camino.
A veces el camino del Bosque Mágico se tornaba tortuoso e incluso en ocasiones llegaba casi a desaparecer. Eso alteraba mucho a nuestros protagonistas, pues volvían los viejos miedos e inseguridades que creían ya superados.
Cuando llevaban recorrido un gran trecho, los Caminantes decidieron separarse y así explorar individualmente los recovecos del bosque mágico, enfrentándose cada uno de ellos a sus miedos y desconfianzas para poder así vencerlos.
Así, Espacio Estelar inició su propia andadura viendo cómo su camino de difuminaba cuando estaba cerca el anochecer, la senda parecía continuar por una escabrosa, tupida y oscura vegetación. Pero un cartel le anunciaba que en esa dirección se encontraba La Posada del Descanso. Según avanzaba hacia la Posada, Espacio Estelar fue encontrando en su camino a otros caminantes desconocidos y que provenían de otras rutas del bosque mágico. El murmullo advertía sobre el peligro de entrar por ahí a esas horas en las que la noche caería en breve. ¿Y si se perdían? ¿Qué peligros podrían encontrar? No se podía transitar por un camino cuando no hay visibilidad.
Espacio Estelar echó mano a su mochila y sacó un pequeño frasco con lo que parecía contener algún líquido. Dijo a los caminantes: “No temáis. Yo he tenido que atravesar en muchas ocasiones sendas y caminos tenebrosos, pero aquí estoy. Siempre he conseguido salir. La luz me ha guiado. Confiad en mí”.
Y con el pequeño frasco en su mano, apuró a los compañeros para que la siguieran, alguno había indeciso, pero como varios se pusieron en marcha, pudo más el miedo de quedarse solos que el miedo a lo desconocido.
Una vez que todos habían entrado en la espesa vegetación, vieron que de la mano de Espacio Estelar salía una luz que iluminaba el camino, podían ver la senda y aunque había que ir apartando ramas, poco a poco la fueron atravesando hasta llegar a un claro que la luna empezaba a iluminar. Y ahí en medio estaba la posada, llena de luces. A la entrada se veía a los posaderos haciéndoles señas para que se acercaran.
Vamos, vamos, les dijeron, pensábamos que se os enfriaba la cena. Pasad, os estábamos esperando. Pasad y acomodaros. Aquí vais a descansar y vamos a hacer que os sintáis estupendamente bien.
Una vez aseados se sentaron en una mesa redonda donde estaban servidos platos para todos con rica comida. Una de las Caminantes preguntó a Espacio Estelar cómo había conseguido esa mágica luz que irradiaba el pequeño frasco.
Ella sonrió y dijo: “Eso, mi querida compañera, ha llevado su tiempo y forma parte de una historia que os contaré más adelante. Pero puedo decirte, que yo a ese frasquito lo llamo CONFIANZA.
Alma Bondadosa avanzaba por la ruta haciendo algunas paradas en los poblados que se iba encontrando en la Ruta. Eran poblados hermosos y tranquilos donde las gentes vivían en paz y armonía, pero, a unos kilómetros de distancia de último poblado se encontró con un poblado en el que vivían otras gentes que muy al contrario estaban todo el día con conflictos y peleas, sin ser capaces de entenderse entre ellos.
Alma Bondadosa se sintió muy triste y un poco perdida pensando en cómo podría ayudar a aquellas personas. Reflexionó y llegó a la conclusión que la clave estaba en los niños. Si lograba llamar la atención de los niños, estos lo harían de los mayores. Se puso manos a la obra, cogió su caballete y sus pinturas y se situó en un lugar donde los niños pasaban cerca y pudieran verla creando dibujos y paisajes mágicos con sus pinceles y así, poco a poco, se fueron acercando e interesándose por aquel espectáculo insólito. Alma Bondadosa les invitaba a participar y ellos, encantados, mientras dibujaban y coloreaban iban abriendo su corazón y contándole los problemas que tenían.
Fueron ellos mismos, los niños, quiénes contaron entusiasmados a sus padres el descubrimiento de cómo sanar las relaciones a través de la creatividad. Alma Bondadosa se quedó con ellos un tiempo dando clases de creatividad en la escuela. Así, con la creatividad del corazón, algo que empezó siendo una pequeña ayuda se convirtió en un granero de semillas de amor que fueron germinando poco a poco.
Arquitecto de lo Insólito, trabajador, buscador, de espíritu errante, decide ir de aldea en aldea buscando trabajo. Siempre llevaba sus herramientas encima.
Un día de primavera al llegar a una aldea le preguntó a una mujer que se asomó al verle, si tenía trabajo para él. Podría arreglarle el tejado, hacerle un cobertizo o hasta hacerle una jardinera a la entrada de su casa. Todo ello a cambio de dinero y como la mujer no parecía necesitar nada o más bien no podía pagar, le propuso que le hiciera trabajos a cambio de hospedaje (comida y cama).
Arquitecto de lo Insólito pasó la primavera y el verano en la aldea medieval, por las mañanas trabajaba y por las tardes paseaba por el monte cercano que tenía muchos caminos, vericuetos y posadas. Cada posada tenía un nombre en la puerta, casi todas tenían un nombre abstracto. Muchas tardes se encontraba con gente que paseaba por dicho monte y charlaba con unos, con otros se saludaba, con otros se miraba. Toda esa gente que transitaba por ese monte tenía una mirada profunda y tranquila. Luego supo que a ese monte se le llamaba el Camino del Corazón.
Finalizaba el verano y Arquitecto de lo Insólito dijo a la mujer que tenía intención de ir hacia el sur en busca de trabajo y mejor temperatura. La mujer le propuso que antes de irse cortara la zarza que tenía en el patio trasero de la casa. Él dijo que había que arrancarla de raíz, porque siempre rebrota, la zarza es muy difícil de quitar. Se puso manos a la obra y al cavar para quitar las raíces lo más profundo posible, encontró un cántaro con monedas de oro. La mujer se alegró muchísimo y le dijo que lo estuvo buscando durante mucho tiempo. Su marido lo había escondido antes de ir a luchar en una batalla en favor del Señor de la aldea, en la cual murió.
Al despedirse de su anfitriona se dieron las gracias y la mujer le dijo que si es verdad que tenía buena mano para el trabajo, pero que lo que a su parecer lo que debía hacer era dedicarse a ayudar a la gente porque sabía entender a las personas y daba seguridad a los demás, minimizando los problemas.
Manantial de Esperanza emprendió su propio camino y llegó a un pueblo rodeado de un frondoso bosque en el que habitaban personas de todo tipo y condición. Nuestra amiga destacó rápidamente entre los habitantes del pueblo por su curiosidad innata, había aprendido a transmutar energías y a resolver conflictos dentro de los grupos donde se movía. Su curiosidad no tenía límites y un día se adentró en lo más profundo del bosque a ver si era verdad esa leyenda que circulaba por el pueblo de que en él habitaban unos seres que emanaban una luz muy especial y que pocos habían visto.
En la parte más recóndita encontró un palacete blanco del que salió un ser parecido a un Monge que acercándose a ella le dijo: Te venimos observando desde hace tiempo, has demostrado tu capacidad de crear armonía y resolver conflictos en tu círculo familiar y de amistad, esto significa que también das esperanza. Si tú quieres trabajaremos juntos, te concedemos un Don, ser tu propio alias, Manantial de Esperanza, para ello tendrás que salir de tu circulo conocido y ayudar a más personas del pueblo que, como puedes ver, andan enredados sin saber que todos son Luz y que pueden conseguir una vida mejor. ¿Estás de acuerdo? sí, contestó nuestra amiga. Este hermoso ser le entregó una cajita y le dijo, cada vez que te encuentres baja de ánimo o sientas que se te desdibuja el camino, ábrela y encontrarás una nota que te dará la respuesta a esa situación que estás viviendo y, sobre todo, nunca olvides que no estás sola, que te llevo en mi corazón.
Manantial de Esperanza se marchó con energías renovadas y dispuesta a poner en práctica su compromiso, dar Luz y Esperanza a todas las personas que se encontrara en su nuevo camino.
Por su lado, Camino de Compasión llegó a un pueblo oscuro, sombrío, donde la orientación de las montañas, las hojas de sus árboles enmarañados, hacían que jamás en sus casas entrara el sol.
Las grandes tormentas habían devastado la vegetación y había zonas donde aparecían aguas pantanosas donde el hedor y la falta de luz daban al lugar una apariencia, lóbrega, tétrica y gris, un aspecto anubarrado, melancólico, triste y mohíno. Los habitantes de la pequeña aldea, se habían mimetizado con su aspecto exterior, sus ropajes, sus caras tristes, sus expresiones opacas y silenciosas, un silencio que solo se interrumpía con algún ladrido de algún perro de la aldea.
Pasaban los días y nadie hacía por cambiar nada, el lugar, su forma de vivir, no cambiaba y día a día iba empeorándose el escenario. La tristeza era el color gris opaco que acompañaba la vida del lugar.
Camino de Compasión hizo llamar a sus compañeros, un grupo de Caminantes que se hacían llamar “del Corazón”. Comenzaron a hablar con los aldeanos y les preguntaron por qué estaban tan tristes y vivían así, cuidando tan poco sus hogares. Nadie les supo contestar con claridad y certeza, pero sí que todos contestaban que la pasividad y el conformismo les habían hecho no cambiar nada y que la rutina de sus vidas los había llevado a vivir así, ya ni siquiera hacían celebraciones por ningún acontecimiento.
Hablaron el grupo de Caminantes entre ellos y después de un poco de tiempo, de pensar, de dilucidar, de aportar cada miembro del grupo ideas. Llegaron a una gran conclusión: “Si la vida les había colocado por puro azar en ese poblado, viendo los problemas que tenían, ¡ERA PARA AYUDAR! Y así se pusieron manos a la obra:
En unos pocos días, comenzaron a organizar a toda la aldea, fueron formando grupos de ayudantes, dirigidos por cada uno de los miembros que podían aportar en las tareas su mejor quehacer.
La aldea, se fue convirtiendo día a día en un lugar con sol, fueron desbrozando, cortando ramas, podando árboles, canalizando las balsas de agua, dando forma a ese lugar sombrío.
Se fueron creando puntos de encuentro para los vecinos, todos se iban poco a poco ilusionando, viendo que juntos y en grupo podían ir creando UN MUNDO MEJOR.
Cada uno sacó la mejor versión de sí mismo, la alegría, las sonrisas y el AMOR comenzaron a cambiar los rostros de la gente, a la vez que sus vestidos y aspecto más cuidado. Las flores comenzaron a crecer y el lugar en poco tiempo se había reconvertido en un lugar precioso que iba atrayendo a otras personas, primero por curiosidad y luego convirtiéndose en lugar “turístico” que se recomendaba visitar.
Cuando el grupo se despidió de los habitantes del lugar, todos agradecieron su generosidad y su ayuda, pero, sobre todo, su gran Compasión al ver que, sin su ayuda, no hubiesen podido cambiar su mundo.
Después de unos cuantos soles y varias lunas, nuestros queridos Caminantes volvieron a reunirse en un cruce del Bosque Mágico del Corazón para compartir sus experiencias. Puente Sutil de Hermandad no pudo resistirse a relatarles en persona a todos los demás su experiencia mágica: “Recorriendo el Camino nos adentrábamos en la espesura del bosque, los árboles eran frondosos y de copas altas. Escuchábamos algunos sonidos como si hubiera más seres que nosotros ahí, mirábamos a nuestro alrededor, pero no los veíamos. Seguíamos caminando, hablando y riendo y de nosotros se desprendía una luz que iba iluminando aún más el camino, que, sin ser oscuro, cobraba un brillo especial a nuestro paso, y la estela luminosa que dejábamos hacía que todo floreciera y cobrara aún más color.
De vez en cuando volvíamos a escuchar esos sonidos del bosque, y ya avanzados en el recorrido, una de esas personas que escuchábamos sin saber lo que era, nos salió al paso y se dejó ver. Esa persona, al igual que otras, vivía escondida en su árbol, su roca, su matorral, era una persona radiante, aunque ella misma no lo sabía. Se nos acercó con timidez y un aspecto de fragilidad que nos conmovía.
Nos acercamos a ella y nos contó su extrañeza de vernos pasar por ahí, haciéndonos notar que sin que fuera nuestra intención. Nos contó que en ese bosque vivían varias personas en la seguridad y el confort de su árbol, de su río, de su arco iris. Pero la curiosidad le hizo acercarse a nosotros y nos tomó de la mano y nos llevó a conocer su árbol. Nos contó que ahí pasaba sus días. Le preguntamos por qué no iba al río, o a la roca o al arco iris, y nos dijo que no se había planteado que pudiera hacer algo así. Con amor Puente Sutil de Hermandad se le acercó mirando en la profundidad de sus ojos, y sonriéndole le colocó las manos en su corazón y al instante obró en ella el Don que tiene de Ampliar Horizontes en los demás y su Corazón despertó y una luz iridiscente contagió todo el ambiente.
De pronto comenzó a darse cuenta de todo lo que podía hacer, todo a su alrededor cobraba otro significado. Con esa rama que solo utilizaba para juntar las piedritas del suelo se dio cuenta que también podía peinar las nubes. Con esa telaraña de la que colgaba semillas, podía hacer velas de barquitos de hojas que llevarían río abajo esas semillas para compartirlas con los demás. Todo su mundo se transformó, y esa luz iridiscente llegó a los demás habitantes del bosque que se fueron contagiando y despertando y entre todos creamos un mundo lleno de colores y música, amor y magia, donde los límites no existen.
Una vez volcada la experiencia individual en el grupo, los Caminantes fueron conscientes de la fortaleza interna que realmente poseían, que los miedos y la inseguridad son un juego de la mente, asaltante del camino, que el corazón solo alberga el valor que le confiere el amor incondicional.
Continuaron su camino alegremente, compartiendo desde el corazón todo lo aprendido y vivido.
A lo largo del bosque mágico del Camino del Corazón, nuestros queridos Caminantes fueron visitando insólitas posadas, diseminadas aquí y allá, que permitían a nuestros protagonistas aprender, superar algunas difíciles pruebas y reparar el cansancio del camino.
A veces el camino del Bosque Mágico se tornaba tortuoso e incluso en ocasiones llegaba casi a desaparecer. Eso alteraba mucho a nuestros protagonistas, pues volvían los viejos miedos e inseguridades que creían ya superados.
Cuando llevaban recorrido un gran trecho, los Caminantes decidieron separarse y así explorar individualmente los recovecos del bosque mágico, enfrentándose cada uno de ellos a sus miedos y desconfianzas para poder así vencerlos.
Así, Espacio Estelar inició su propia andadura viendo cómo su camino de difuminaba cuando estaba cerca el anochecer, la senda parecía continuar por una escabrosa, tupida y oscura vegetación. Pero un cartel le anunciaba que en esa dirección se encontraba La Posada del Descanso. Según avanzaba hacia la Posada, Espacio Estelar fue encontrando en su camino a otros caminantes desconocidos y que provenían de otras rutas del bosque mágico. El murmullo advertía sobre el peligro de entrar por ahí a esas horas en las que la noche caería en breve. ¿Y si se perdían? ¿Qué peligros podrían encontrar? No se podía transitar por un camino cuando no hay visibilidad.
Espacio Estelar echó mano a su mochila y sacó un pequeño frasco con lo que parecía contener algún líquido. Dijo a los caminantes: “No temáis. Yo he tenido que atravesar en muchas ocasiones sendas y caminos tenebrosos, pero aquí estoy. Siempre he conseguido salir. La luz me ha guiado. Confiad en mí”.
Y con el pequeño frasco en su mano, apuró a los compañeros para que la siguieran, alguno había indeciso, pero como varios se pusieron en marcha, pudo más el miedo de quedarse solos que el miedo a lo desconocido.
Una vez que todos habían entrado en la espesa vegetación, vieron que de la mano de Espacio Estelar salía una luz que iluminaba el camino, podían ver la senda y aunque había que ir apartando ramas, poco a poco la fueron atravesando hasta llegar a un claro que la luna empezaba a iluminar. Y ahí en medio estaba la posada, llena de luces. A la entrada se veía a los posaderos haciéndoles señas para que se acercaran.
Vamos, vamos, les dijeron, pensábamos que se os enfriaba la cena. Pasad, os estábamos esperando. Pasad y acomodaros. Aquí vais a descansar y vamos a hacer que os sintáis estupendamente bien.
Una vez aseados se sentaron en una mesa redonda donde estaban servidos platos para todos con rica comida. Una de las Caminantes preguntó a Espacio Estelar cómo había conseguido esa mágica luz que irradiaba el pequeño frasco.
Ella sonrió y dijo: “Eso, mi querida compañera, ha llevado su tiempo y forma parte de una historia que os contaré más adelante. Pero puedo decirte, que yo a ese frasquito lo llamo CONFIANZA.
Alma Bondadosa avanzaba por la ruta haciendo algunas paradas en los poblados que se iba encontrando en la Ruta. Eran poblados hermosos y tranquilos donde las gentes vivían en paz y armonía, pero, a unos kilómetros de distancia de último poblado se encontró con un poblado en el que vivían otras gentes que muy al contrario estaban todo el día con conflictos y peleas, sin ser capaces de entenderse entre ellos.
Alma Bondadosa se sintió muy triste y un poco perdida pensando en cómo podría ayudar a aquellas personas. Reflexionó y llegó a la conclusión que la clave estaba en los niños. Si lograba llamar la atención de los niños, estos lo harían de los mayores. Se puso manos a la obra, cogió su caballete y sus pinturas y se situó en un lugar donde los niños pasaban cerca y pudieran verla creando dibujos y paisajes mágicos con sus pinceles y así, poco a poco, se fueron acercando e interesándose por aquel espectáculo insólito. Alma Bondadosa les invitaba a participar y ellos, encantados, mientras dibujaban y coloreaban iban abriendo su corazón y contándole los problemas que tenían.
Fueron ellos mismos, los niños, quiénes contaron entusiasmados a sus padres el descubrimiento de cómo sanar las relaciones a través de la creatividad. Alma Bondadosa se quedó con ellos un tiempo dando clases de creatividad en la escuela. Así, con la creatividad del corazón, algo que empezó siendo una pequeña ayuda se convirtió en un granero de semillas de amor que fueron germinando poco a poco.
Arquitecto de lo Insólito, trabajador, buscador, de espíritu errante, decide ir de aldea en aldea buscando trabajo. Siempre llevaba sus herramientas encima.
Un día de primavera al llegar a una aldea le preguntó a una mujer que se asomó al verle, si tenía trabajo para él. Podría arreglarle el tejado, hacerle un cobertizo o hasta hacerle una jardinera a la entrada de su casa. Todo ello a cambio de dinero y como la mujer no parecía necesitar nada o más bien no podía pagar, le propuso que le hiciera trabajos a cambio de hospedaje (comida y cama).
Arquitecto de lo Insólito pasó la primavera y el verano en la aldea medieval, por las mañanas trabajaba y por las tardes paseaba por el monte cercano que tenía muchos caminos, vericuetos y posadas. Cada posada tenía un nombre en la puerta, casi todas tenían un nombre abstracto. Muchas tardes se encontraba con gente que paseaba por dicho monte y charlaba con unos, con otros se saludaba, con otros se miraba. Toda esa gente que transitaba por ese monte tenía una mirada profunda y tranquila. Luego supo que a ese monte se le llamaba el Camino del Corazón.
Finalizaba el verano y Arquitecto de lo Insólito dijo a la mujer que tenía intención de ir hacia el sur en busca de trabajo y mejor temperatura. La mujer le propuso que antes de irse cortara la zarza que tenía en el patio trasero de la casa. Él dijo que había que arrancarla de raíz, porque siempre rebrota, la zarza es muy difícil de quitar. Se puso manos a la obra y al cavar para quitar las raíces lo más profundo posible, encontró un cántaro con monedas de oro. La mujer se alegró muchísimo y le dijo que lo estuvo buscando durante mucho tiempo. Su marido lo había escondido antes de ir a luchar en una batalla en favor del Señor de la aldea, en la cual murió.
Al despedirse de su anfitriona se dieron las gracias y la mujer le dijo que si es verdad que tenía buena mano para el trabajo, pero que lo que a su parecer lo que debía hacer era dedicarse a ayudar a la gente porque sabía entender a las personas y daba seguridad a los demás, minimizando los problemas.
Manantial de Esperanza emprendió su propio camino y llegó a un pueblo rodeado de un frondoso bosque en el que habitaban personas de todo tipo y condición. Nuestra amiga destacó rápidamente entre los habitantes del pueblo por su curiosidad innata, había aprendido a transmutar energías y a resolver conflictos dentro de los grupos donde se movía. Su curiosidad no tenía límites y un día se adentró en lo más profundo del bosque a ver si era verdad esa leyenda que circulaba por el pueblo de que en él habitaban unos seres que emanaban una luz muy especial y que pocos habían visto.
En la parte más recóndita encontró un palacete blanco del que salió un ser parecido a un Monge que acercándose a ella le dijo: Te venimos observando desde hace tiempo, has demostrado tu capacidad de crear armonía y resolver conflictos en tu círculo familiar y de amistad, esto significa que también das esperanza. Si tú quieres trabajaremos juntos, te concedemos un Don, ser tu propio alias, Manantial de Esperanza, para ello tendrás que salir de tu circulo conocido y ayudar a más personas del pueblo que, como puedes ver, andan enredados sin saber que todos son Luz y que pueden conseguir una vida mejor. ¿Estás de acuerdo? sí, contestó nuestra amiga. Este hermoso ser le entregó una cajita y le dijo, cada vez que te encuentres baja de ánimo o sientas que se te desdibuja el camino, ábrela y encontrarás una nota que te dará la respuesta a esa situación que estás viviendo y, sobre todo, nunca olvides que no estás sola, que te llevo en mi corazón.
Manantial de Esperanza se marchó con energías renovadas y dispuesta a poner en práctica su compromiso, dar Luz y Esperanza a todas las personas que se encontrara en su nuevo camino.
Por su lado, Camino de Compasión llegó a un pueblo oscuro, sombrío, donde la orientación de las montañas, las hojas de sus árboles enmarañados, hacían que jamás en sus casas entrara el sol.
Las grandes tormentas habían devastado la vegetación y había zonas donde aparecían aguas pantanosas donde el hedor y la falta de luz daban al lugar una apariencia, lóbrega, tétrica y gris, un aspecto anubarrado, melancólico, triste y mohíno. Los habitantes de la pequeña aldea, se habían mimetizado con su aspecto exterior, sus ropajes, sus caras tristes, sus expresiones opacas y silenciosas, un silencio que solo se interrumpía con algún ladrido de algún perro de la aldea.
Pasaban los días y nadie hacía por cambiar nada, el lugar, su forma de vivir, no cambiaba y día a día iba empeorándose el escenario. La tristeza era el color gris opaco que acompañaba la vida del lugar.
Camino de Compasión hizo llamar a sus compañeros, un grupo de Caminantes que se hacían llamar “del Corazón”. Comenzaron a hablar con los aldeanos y les preguntaron por qué estaban tan tristes y vivían así, cuidando tan poco sus hogares. Nadie les supo contestar con claridad y certeza, pero sí que todos contestaban que la pasividad y el conformismo les habían hecho no cambiar nada y que la rutina de sus vidas los había llevado a vivir así, ya ni siquiera hacían celebraciones por ningún acontecimiento.
Hablaron el grupo de Caminantes entre ellos y después de un poco de tiempo, de pensar, de dilucidar, de aportar cada miembro del grupo ideas. Llegaron a una gran conclusión: “Si la vida les había colocado por puro azar en ese poblado, viendo los problemas que tenían, ¡ERA PARA AYUDAR! Y así se pusieron manos a la obra:
En unos pocos días, comenzaron a organizar a toda la aldea, fueron formando grupos de ayudantes, dirigidos por cada uno de los miembros que podían aportar en las tareas su mejor quehacer.
La aldea, se fue convirtiendo día a día en un lugar con sol, fueron desbrozando, cortando ramas, podando árboles, canalizando las balsas de agua, dando forma a ese lugar sombrío.
Se fueron creando puntos de encuentro para los vecinos, todos se iban poco a poco ilusionando, viendo que juntos y en grupo podían ir creando UN MUNDO MEJOR.
Cada uno sacó la mejor versión de sí mismo, la alegría, las sonrisas y el AMOR comenzaron a cambiar los rostros de la gente, a la vez que sus vestidos y aspecto más cuidado. Las flores comenzaron a crecer y el lugar en poco tiempo se había reconvertido en un lugar precioso que iba atrayendo a otras personas, primero por curiosidad y luego convirtiéndose en lugar “turístico” que se recomendaba visitar.
Cuando el grupo se despidió de los habitantes del lugar, todos agradecieron su generosidad y su ayuda, pero, sobre todo, su gran Compasión al ver que, sin su ayuda, no hubiesen podido cambiar su mundo.
Después de unos cuantos soles y varias lunas, nuestros queridos Caminantes volvieron a reunirse en un cruce del Bosque Mágico del Corazón para compartir sus experiencias. Puente Sutil de Hermandad no pudo resistirse a relatarles en persona a todos los demás su experiencia mágica: “Recorriendo el Camino nos adentrábamos en la espesura del bosque, los árboles eran frondosos y de copas altas. Escuchábamos algunos sonidos como si hubiera más seres que nosotros ahí, mirábamos a nuestro alrededor, pero no los veíamos. Seguíamos caminando, hablando y riendo y de nosotros se desprendía una luz que iba iluminando aún más el camino, que, sin ser oscuro, cobraba un brillo especial a nuestro paso, y la estela luminosa que dejábamos hacía que todo floreciera y cobrara aún más color.
De vez en cuando volvíamos a escuchar esos sonidos del bosque, y ya avanzados en el recorrido, una de esas personas que escuchábamos sin saber lo que era, nos salió al paso y se dejó ver. Esa persona, al igual que otras, vivía escondida en su árbol, su roca, su matorral, era una persona radiante, aunque ella misma no lo sabía. Se nos acercó con timidez y un aspecto de fragilidad que nos conmovía.
Nos acercamos a ella y nos contó su extrañeza de vernos pasar por ahí, haciéndonos notar que sin que fuera nuestra intención. Nos contó que en ese bosque vivían varias personas en la seguridad y el confort de su árbol, de su río, de su arco iris. Pero la curiosidad le hizo acercarse a nosotros y nos tomó de la mano y nos llevó a conocer su árbol. Nos contó que ahí pasaba sus días. Le preguntamos por qué no iba al río, o a la roca o al arco iris, y nos dijo que no se había planteado que pudiera hacer algo así. Con amor Puente Sutil de Hermandad se le acercó mirando en la profundidad de sus ojos, y sonriéndole le colocó las manos en su corazón y al instante obró en ella el Don que tiene de Ampliar Horizontes en los demás y su Corazón despertó y una luz iridiscente contagió todo el ambiente.
De pronto comenzó a darse cuenta de todo lo que podía hacer, todo a su alrededor cobraba otro significado. Con esa rama que solo utilizaba para juntar las piedritas del suelo se dio cuenta que también podía peinar las nubes. Con esa telaraña de la que colgaba semillas, podía hacer velas de barquitos de hojas que llevarían río abajo esas semillas para compartirlas con los demás. Todo su mundo se transformó, y esa luz iridiscente llegó a los demás habitantes del bosque que se fueron contagiando y despertando y entre todos creamos un mundo lleno de colores y música, amor y magia, donde los límites no existen.
Una vez volcada la experiencia individual en el grupo, los Caminantes fueron conscientes de la fortaleza interna que realmente poseían, que los miedos y la inseguridad son un juego de la mente, asaltante del camino, que el corazón solo alberga el valor que le confiere el amor incondicional.
Continuaron su camino alegremente, compartiendo desde el corazón todo lo aprendido y vivido.