En los últimos tiempos hemos visto como aparecían libros de autores muy prestigiosos que abundaban en una misma idea: el camino para salir de las situaciones de crisis personal y social que vivimos en el mundo occidental vendrá de la mano de la bondad, la generosidad y el altruismo. Algo que no solo proponen los místicos o los buscadores espirituales, sino que este mismo planteamiento es refrendado por la psicología, la filosofía y también por la neurociencia que no dudan en reafirmarse en que el ser humano tiene claras inclinaciones hacia la bondad y la felicidad y que son los pilares básicos para desarrollar la convivencia.
Estas ideas chocan con el actual paradigma que impera en Occidente basado en la individualidad, el narcisismo, la competitividad, el egoísmo, etc. actitudes que han derivado en la actual crisis de valores y ética que asola al mal llamado primer mundo. La complejidad de las situaciones que vivimos los seres humanos actualmente nos hace buscar nuevos paradigmas que orienten nuestras acciones y puedan aportar soluciones diferentes y, el primer paso es, sin duda, aumentar la empatía para mejorar las interrelaciones personales como una base firme para abordar la construcción de estructuras sociales más complejas.
Uno de esos libros de imprescindible lectura es “En Defensa del Altruismo” de Matthieu Ricard. En él, el autor corrobora que no somos seres egoístas movidos únicamente por intereses particulares, sino que, a través de más de cinco años de investigaciones, experiencias, lecturas, observaciones y reflexiones, nos demuestra el potencial de bondad y generosidad que existe en cada ser humano y afirma que si cambiamos nuestra manera de ser y de actuar se producirá un cambio no sólo a nivel individual sino también institucional y social.
El autor, que participó en un estudio de la Universidad de Winsconsin (EE.UU.) sobre neurociencia afectiva y fue declarado “el hombre más feliz de la Tierra” se pronuncia no solo como monje budista, sino también como científico (biólogo molecular), es hoy asesor personal del Dalai Lama y afirma que la felicidad no se obtiene por acumular cosas materiales o por satisfacer las necesidades que nos crea un modo de vida tan alejado de los ritmos naturales, o por perseguir las metas que nos marca la sociedad de consumo y que potencian el egocentrismo a ultranza… la situación global que vivimos hace que el altruismo sea una alternativa para solucionar la crisis personal y social que asola al individuo occidental. “Hoy en día el altruismo es más que nunca una necesidad, incluso una urgencia. Es también la manifestación natural de la bondad humana, cuyo potencial tenemos todos, a pesar de las múltiples motivaciones egoístas que atraviesan y a veces dominan nuestros espíritus”.
Cuando se producen catástrofes surgen sentimientos de ayuda mutua que desplazan a la filosofía de “cada cual para sí mismo”, surge la calma para contrarrestar el pánico, surge la entrega afectuosa frente a la indiferencia y surge también el valor frente a la cobardía… pero no se trataría únicamente de generar esos sentimientos en momentos de crisis sino en aprender a generar un estado de conciencia que nos enseñe a ver las cosas de una manera diferente y que nos permita responde en el día a día utilizando nuestras cualidades más positivas.
Para ofrecer una respuesta altruista es necesario: En primer lugar, estar cerca del otro, en segundo lugar, escuchar sus necesidades y, en tercer lugar, ofrecer la ayuda que la otra persona necesita, no la que nosotros creemos.
Las neurociencias demuestran que toda forma de entrenamiento o práctica produce reestructuración en nuestros circuitos neuronales, gracias a la neuroplasticidad del cerebro; pero lo más sorprendente que eso mismo sucede cuando generamos compasión y amor de manera altruista.
Estas ideas chocan con el actual paradigma que impera en Occidente basado en la individualidad, el narcisismo, la competitividad, el egoísmo, etc. actitudes que han derivado en la actual crisis de valores y ética que asola al mal llamado primer mundo. La complejidad de las situaciones que vivimos los seres humanos actualmente nos hace buscar nuevos paradigmas que orienten nuestras acciones y puedan aportar soluciones diferentes y, el primer paso es, sin duda, aumentar la empatía para mejorar las interrelaciones personales como una base firme para abordar la construcción de estructuras sociales más complejas.
Uno de esos libros de imprescindible lectura es “En Defensa del Altruismo” de Matthieu Ricard. En él, el autor corrobora que no somos seres egoístas movidos únicamente por intereses particulares, sino que, a través de más de cinco años de investigaciones, experiencias, lecturas, observaciones y reflexiones, nos demuestra el potencial de bondad y generosidad que existe en cada ser humano y afirma que si cambiamos nuestra manera de ser y de actuar se producirá un cambio no sólo a nivel individual sino también institucional y social.
El autor, que participó en un estudio de la Universidad de Winsconsin (EE.UU.) sobre neurociencia afectiva y fue declarado “el hombre más feliz de la Tierra” se pronuncia no solo como monje budista, sino también como científico (biólogo molecular), es hoy asesor personal del Dalai Lama y afirma que la felicidad no se obtiene por acumular cosas materiales o por satisfacer las necesidades que nos crea un modo de vida tan alejado de los ritmos naturales, o por perseguir las metas que nos marca la sociedad de consumo y que potencian el egocentrismo a ultranza… la situación global que vivimos hace que el altruismo sea una alternativa para solucionar la crisis personal y social que asola al individuo occidental. “Hoy en día el altruismo es más que nunca una necesidad, incluso una urgencia. Es también la manifestación natural de la bondad humana, cuyo potencial tenemos todos, a pesar de las múltiples motivaciones egoístas que atraviesan y a veces dominan nuestros espíritus”.
Cuando se producen catástrofes surgen sentimientos de ayuda mutua que desplazan a la filosofía de “cada cual para sí mismo”, surge la calma para contrarrestar el pánico, surge la entrega afectuosa frente a la indiferencia y surge también el valor frente a la cobardía… pero no se trataría únicamente de generar esos sentimientos en momentos de crisis sino en aprender a generar un estado de conciencia que nos enseñe a ver las cosas de una manera diferente y que nos permita responde en el día a día utilizando nuestras cualidades más positivas.
Para ofrecer una respuesta altruista es necesario: En primer lugar, estar cerca del otro, en segundo lugar, escuchar sus necesidades y, en tercer lugar, ofrecer la ayuda que la otra persona necesita, no la que nosotros creemos.
Las neurociencias demuestran que toda forma de entrenamiento o práctica produce reestructuración en nuestros circuitos neuronales, gracias a la neuroplasticidad del cerebro; pero lo más sorprendente que eso mismo sucede cuando generamos compasión y amor de manera altruista.
DE LA ÉTICA DE LOS GRIEGOS AL MOMENTO ACTUAL
Foto de Yeshi Kangrang en Unsplash
Hace más de 2.500 años Séneca afirmaba: “Vivir es ser útil a los demás”. El filósofo Aristóteles enseñaba en el Ágora que la felicidad se alcanzaba a través del servicio y el bienestar de los demás. En aquellos tiempos no se podían probar de forma científica las hipótesis de trabajo y tan sólo la experiencia refrendaba, con el paso del tiempo, la exactitud y veracidad de cada aseveración.
Sin embargo, hoy podríamos afirmar que Aristóteles y los filósofos griegos tenían razón: las persona que ayudan a los demás, que se sienten útiles prestando un servicio, que colaboran en facilitar el bienestar y la felicidad de los que les rodean son más felices, manifiestan que tienen una vida más plena, son más equilibrados, más sanos y también más exitosos que aquellos que se dedican sólo a su propio beneficio y satisfacción.
De ahí la creciente afluencia de voluntarios en las organizaciones no gubernamentales, la colaboración ciudadana en los servicios sociales, los movimientos de apoyo y ayuda a través de asociaciones y organizaciones de todo tipo, no sólo ante catástrofes puntuales sino como una práctica continuada. Albert Schwitzer dijo: “De una cosa estoy seguro, verdaderamente felices son sólo quienes han descubierto cómo pueden ser útiles a los demás”.
Esto apoya la actividad que se empezó a desarrollar en muchas empresas con la aparición de un nuevo departamento que se dio en llamar Responsabilidad Social Corporativa, y que de alguna manera canalizaba el compromiso de la entidad para ayudar a los sectores sociales más desfavorecidos, no sólo aportando recursos económicos sino también humanos.
Hay empresas que ofrecen a su personal la posibilidad de dedicar su tiempo y su trabajo a grupos o personas más necesitados, de aportar lo que saben y pueden.
Sin embargo, hoy podríamos afirmar que Aristóteles y los filósofos griegos tenían razón: las persona que ayudan a los demás, que se sienten útiles prestando un servicio, que colaboran en facilitar el bienestar y la felicidad de los que les rodean son más felices, manifiestan que tienen una vida más plena, son más equilibrados, más sanos y también más exitosos que aquellos que se dedican sólo a su propio beneficio y satisfacción.
De ahí la creciente afluencia de voluntarios en las organizaciones no gubernamentales, la colaboración ciudadana en los servicios sociales, los movimientos de apoyo y ayuda a través de asociaciones y organizaciones de todo tipo, no sólo ante catástrofes puntuales sino como una práctica continuada. Albert Schwitzer dijo: “De una cosa estoy seguro, verdaderamente felices son sólo quienes han descubierto cómo pueden ser útiles a los demás”.
Esto apoya la actividad que se empezó a desarrollar en muchas empresas con la aparición de un nuevo departamento que se dio en llamar Responsabilidad Social Corporativa, y que de alguna manera canalizaba el compromiso de la entidad para ayudar a los sectores sociales más desfavorecidos, no sólo aportando recursos económicos sino también humanos.
Hay empresas que ofrecen a su personal la posibilidad de dedicar su tiempo y su trabajo a grupos o personas más necesitados, de aportar lo que saben y pueden.
LA BONDAD ESTÁ EN LOS GENES
Foto de Jordan Whitt en Unsplash
Desde las teorías de Darwin se constata que el ser humano no responde al modelo que nos han hecho creer y que le señala como el más cruel y egoísta de todas las criaturas. Matthieu Ricard, monje budista y biólogo afirma que todas las disciplinas afirman que el altruismo, la bondad o la respuesta generosa están grabados en los genes y que han sido cualidades que han ayudado en la evolución humana.
La cooperación es la base de toda sociedad, incluso si nos remontamos a nuestros ancestros cuando ya existía una preocupación por la alimentación de forma comunitaria. Los primates debieron empezar a compartir sus recursos y habilidades para sobrevivir. Hoy desde el evolucionismo a la neurología pasando por la psicología, la historia o cualquier disciplina se afirma que la generosidad y el altruismo forman parte de nuestro desarrollo filogenético.
En todas las culturas encontramos rasgos semejantes, por ejemplo, los niños pequeños hacen regalos de forma espontánea. La bondad, la generosidad, la compasión nos mueve a acercarnos a los demás, a conocerle, sentirle y comprenderle y a partir de ahí brota el impulso de ayudar.
La cooperación es la base de toda sociedad, incluso si nos remontamos a nuestros ancestros cuando ya existía una preocupación por la alimentación de forma comunitaria. Los primates debieron empezar a compartir sus recursos y habilidades para sobrevivir. Hoy desde el evolucionismo a la neurología pasando por la psicología, la historia o cualquier disciplina se afirma que la generosidad y el altruismo forman parte de nuestro desarrollo filogenético.
En todas las culturas encontramos rasgos semejantes, por ejemplo, los niños pequeños hacen regalos de forma espontánea. La bondad, la generosidad, la compasión nos mueve a acercarnos a los demás, a conocerle, sentirle y comprenderle y a partir de ahí brota el impulso de ayudar.
LAS PERSONAS ALTRUISTAS VIVEN MÁS
Es conocido por la ciencia el efecto que las hormonas producen en nuestro mundo emocional y como consecuencia en nuestra interrelación con otras personas. Pero ahora se está investigando cómo esas hormonas pueden aumentar el bienestar físico y la salud. Por ejemplo, la oxitocina (es conocida como la hormona del amor y el placer), la serotonina (es responsable de mantener en equilibrio nuestro estado de ánimo y contribuye al bienestar y la felicidad), los opiáceos (son substancias que alivian el dolor), la ANF (que inhibe la producción de cortisol, la hormona del estés), etc. Todas ellas resultan altamente beneficiosas para la salud al prevenir algunas enfermedades pues también afectan al sistema inmunológico.
Otra de las aportaciones de la neurociencia es que la esperanza de vida de las personas se incrementa cuando existen vínculos afectivos y sociales. Y ello es debido no sólo a la función que desempeñan las hormonas, sino a que las personas que mantienen relaciones estables y satisfactorias saben cuidar mejor de sí mismas. Un restudio realizado entre más de 6.500 personas en la ciudad de San Francisco ratificó que las relaciones sociales intensas reducen a la mitad el riesgo de muerte en cualquier edad.
Pero lo más sobresaliente del estudio fue la confirmación de que lo más decisivo no es lo que recibimos de los otros, sino lo que damos. Las personas que dedicaban parte de su tiempo a cuidar a sus parientes, amigos o vecinos tenían mayor probabilidad de supervivencia, independientemente incluso de su estado de salud. Es decir, la longevidad se mantenía en aquellas personas que vivían dispuestos a ayudar.
Así pues, podríamos decir que filosófica y también científicamente está demostrado que la humanidad se dirige hacia un cambio trascendental de la mano de los seres que comprendan que, en el Amor, la Paz y la Armonía se encuentran los secretos del éxito y la felicidad, la salud física y mental y una larga vida. Esos seres despiertos serán los que podrán a través de la unión construir una civilización planetaria basada en nuevos paradigmas que tengan como base el amor, la generosidad, la bondad y el altruismo.
María Pinar Merino
Bibliografía: En defensa de la felicidad – Matthieu Ricard – Editorial Urano y En defensa del Altruismo, el poder de la bondad – Matthieu Ricard – Editorial Urano.
Otra de las aportaciones de la neurociencia es que la esperanza de vida de las personas se incrementa cuando existen vínculos afectivos y sociales. Y ello es debido no sólo a la función que desempeñan las hormonas, sino a que las personas que mantienen relaciones estables y satisfactorias saben cuidar mejor de sí mismas. Un restudio realizado entre más de 6.500 personas en la ciudad de San Francisco ratificó que las relaciones sociales intensas reducen a la mitad el riesgo de muerte en cualquier edad.
Pero lo más sobresaliente del estudio fue la confirmación de que lo más decisivo no es lo que recibimos de los otros, sino lo que damos. Las personas que dedicaban parte de su tiempo a cuidar a sus parientes, amigos o vecinos tenían mayor probabilidad de supervivencia, independientemente incluso de su estado de salud. Es decir, la longevidad se mantenía en aquellas personas que vivían dispuestos a ayudar.
Así pues, podríamos decir que filosófica y también científicamente está demostrado que la humanidad se dirige hacia un cambio trascendental de la mano de los seres que comprendan que, en el Amor, la Paz y la Armonía se encuentran los secretos del éxito y la felicidad, la salud física y mental y una larga vida. Esos seres despiertos serán los que podrán a través de la unión construir una civilización planetaria basada en nuevos paradigmas que tengan como base el amor, la generosidad, la bondad y el altruismo.
María Pinar Merino
Bibliografía: En defensa de la felicidad – Matthieu Ricard – Editorial Urano y En defensa del Altruismo, el poder de la bondad – Matthieu Ricard – Editorial Urano.