Photo by Alexandre Tsuchiya on Unsplash
Soy bailarina y profesora de danza en Madrid. Amo lo que hago con toda mi alma, pues siempre lo he visto como una oportunidad para expresar lo más profundo de mi Ser y lo que es aún más importante, con la oportunidad que te brinda la enseñanza, poder conocer sin trampa ni cartón lo que otros quieren expresar. ¡Es tan bonito ver la sinceridad de un cuerpo en movimiento! ¡Ahí si que no hay posible engaño!
Pues bien, mi profesión me permite acceder enseñando a diferentes lugares del mundo y quería haceros partícipes de la experiencia maravillosa que he vivido este verano. He participado en un seminario internacional de danza en la ciudad de Brasilia. Allí imparto clases de Danza Española para brasileños, junto a catorce profesores de distintos países y materias: Ballet, Danza Contemporánea, Hip-hop, Jazz y un largísimo etc.
Este año han asistido a una de mis clases un grupo de veinte niños de un pueblito de Bahía, una de las zonas más pobres del ya muy desfavorecido país brasileño. Eran niños y adolescentes provenientes de familias con muchos problemas: prostitución, alcoholismo, familias pobres desestructuradas, malos tratos y abusos infantiles, etc.
Pertenecían a un increíble proyecto llamado “Galpao de arte” (Cobertizo del arte), que cuenta con el apoyo de la U.N.E.S.C.O. y creado por una bailarina “loca” que un día alumbró la feliz idea de devolver la dignidad a esas criaturas por medio de la expresión artística. En este pueblo compró un enorme cobertizo semiderruido que albergaba una antigua fábrica de tabaco y encima de un suelo lleno de grandes agujeros colocó una escuela de danza, música, pintura y teatro. Aún con enormes deficiencias el pabellón alberga actualmente 300 niños y niñas que, de no estar allí, matarían el tiempo en las calles al lado de la delincuencia, droga y violencia de todo tipo. La profesora me dijo que, si las niñas no estuvieran con ellos, las estadísticas decían que buena parte de ellas ya estarían embarazadas.
Mi vivencia ha sido emocionante. En mi clase he visto niños motivados, que valoraban cada una de mis palabras y gestos y que en sus caras embobadas llevaban el signo del agradecimiento. Los resultados han sido asombrosos, he enseñado en tres semanas lo mismo que tardaría meses en enseñar en mi escuela de Madrid.
Allí también tuve la suerte de poder asistir a la función que hicieron en un teatro de su espectáculo “Vive, vivir, viviendo”. Un espectáculo que combinaba el humor, y del bueno, con la danza y la interpretación. Su profesionalidad me cautivó y su pasión me contagió. Alguna que otra lagrimita fueron inevitables.
Mi lectura de este hecho es que pensando que enseñaba he sacado tanto o más provecho que ellos. Me han cargado las pilas para mucho tiempo. También deciros que esta profesora que ellos tienen me ha hecho ver que en ocasiones los proyectos parecen imposibles, pero que, si tienes un talento, algo que amas, y lo pones al servicio de los demás ese talento singular siempre encuentra unas necesidades singulares para desarrollarse y al final encuentra su camino de acción y ¡con éxito!
El último día de clase los niños me regalaron una camiseta donde cada uno estampó su manita impregnada de pintura. Ahora no tengo solo sus huellas en mi camiseta, sino que se han quedado para siempre impregnadas en mi corazón.
Beatriz Barceló
Bailarina profesional, profesora de yoga y danza.
Pues bien, mi profesión me permite acceder enseñando a diferentes lugares del mundo y quería haceros partícipes de la experiencia maravillosa que he vivido este verano. He participado en un seminario internacional de danza en la ciudad de Brasilia. Allí imparto clases de Danza Española para brasileños, junto a catorce profesores de distintos países y materias: Ballet, Danza Contemporánea, Hip-hop, Jazz y un largísimo etc.
Este año han asistido a una de mis clases un grupo de veinte niños de un pueblito de Bahía, una de las zonas más pobres del ya muy desfavorecido país brasileño. Eran niños y adolescentes provenientes de familias con muchos problemas: prostitución, alcoholismo, familias pobres desestructuradas, malos tratos y abusos infantiles, etc.
Pertenecían a un increíble proyecto llamado “Galpao de arte” (Cobertizo del arte), que cuenta con el apoyo de la U.N.E.S.C.O. y creado por una bailarina “loca” que un día alumbró la feliz idea de devolver la dignidad a esas criaturas por medio de la expresión artística. En este pueblo compró un enorme cobertizo semiderruido que albergaba una antigua fábrica de tabaco y encima de un suelo lleno de grandes agujeros colocó una escuela de danza, música, pintura y teatro. Aún con enormes deficiencias el pabellón alberga actualmente 300 niños y niñas que, de no estar allí, matarían el tiempo en las calles al lado de la delincuencia, droga y violencia de todo tipo. La profesora me dijo que, si las niñas no estuvieran con ellos, las estadísticas decían que buena parte de ellas ya estarían embarazadas.
Mi vivencia ha sido emocionante. En mi clase he visto niños motivados, que valoraban cada una de mis palabras y gestos y que en sus caras embobadas llevaban el signo del agradecimiento. Los resultados han sido asombrosos, he enseñado en tres semanas lo mismo que tardaría meses en enseñar en mi escuela de Madrid.
Allí también tuve la suerte de poder asistir a la función que hicieron en un teatro de su espectáculo “Vive, vivir, viviendo”. Un espectáculo que combinaba el humor, y del bueno, con la danza y la interpretación. Su profesionalidad me cautivó y su pasión me contagió. Alguna que otra lagrimita fueron inevitables.
Mi lectura de este hecho es que pensando que enseñaba he sacado tanto o más provecho que ellos. Me han cargado las pilas para mucho tiempo. También deciros que esta profesora que ellos tienen me ha hecho ver que en ocasiones los proyectos parecen imposibles, pero que, si tienes un talento, algo que amas, y lo pones al servicio de los demás ese talento singular siempre encuentra unas necesidades singulares para desarrollarse y al final encuentra su camino de acción y ¡con éxito!
El último día de clase los niños me regalaron una camiseta donde cada uno estampó su manita impregnada de pintura. Ahora no tengo solo sus huellas en mi camiseta, sino que se han quedado para siempre impregnadas en mi corazón.
Beatriz Barceló
Bailarina profesional, profesora de yoga y danza.