Sumar miradas



Koldo Aldai

01/08/2020



Photo by Joel Staveley on Unsplash
Ahora parece ser que todos los brotes no eran brotes, menos aún enfermos, ni peligrosos..., mientras tanto, el miedo sigue frenando latidos, clausurando collados, paralizando caricias, ternuras y tantos osados movimientos. Los aviones no despiertan todas las alas, los balcones de los hoteles no tienen quien se asome, las plazas quien las cante, las olas apenas quien las peine, atraviese o cabalgue... La vida no tiene quien la saque de nuevo, agarrada del brazo, por las anchas y estrechas alamedas de nuestros asfaltos.
 
Ahora resulta que todos los brotes no eran brotes, pero caminamos las playas sin aspirar salitre y alcanzamos a nuestra madre sin poder apretarla fuerte en abrazo y los vecinos son ajenos tras una mascarilla que nos ha vuelto a todos iguales y multiplicados.
 
Ahora resulta que todos los brotes no eran brotes, pero no hay cielo que se preste a estallar los cohetes de nuestras fiestas. El verano se va escapando sin haberlo zambullido y el temor sigue enseñoreado sin apenas nadie que le haga una sombra donde protegernos, donde tocar de nuevo una música y ponernos a bailar que es un verbo que conjuga igual que hermanar.
 
Ahora resulta que todos los brotes no eran brotes, pero tantos amigos rompieron sus billetes y de tanto aplazar los abrazos, tendremos que aprender de nuevo a estirar anchos los brazos y atrapar el aire cálido y estrechar a nuestro hermano.
 
Ahora resulta que todos los brotes no eran brotes, pero la vida en su esplendor sigue encerrada sin galán atrevido que rompa el hechizo del temor y la invite a un pasodoble.
No protestamos la ciencia sincera, la estadística rotunda, la evidencia contagiosa que otrora tumbó tantos cuerpos. Cuestionamos el temor que hoy no tiene sustento, ni límite, ni asiento; el miedo que nos ha alejado tanto y que aún no apuesta por el reencuentro. Hay otras voces, otras ruedas de prensa tan dignas como las que se convocan en los salones oficiales, que merecen ser escuchadas. La versión oficial y la alternativa deberían dejarse fecundar y enriquecer.
 
No estamos para desperdiciar ninguna perspectiva razonada, cabal y ampliamente respaldada. Los tiempos urgidos los son también de sumar miradas. La verdad, aún mocita y presumida ella, se ha echado muchos novios. Colocan a nuestras comunidades vasca y navarra junto a la señal de peligro, pero el inmenso hayedo de Urbasa susurra silente que respira aire puro y echa en falta la estival algarada, el loco trajín de los humanos.
 
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