Siempre podemos hacer algo más



Luis Arribas Mercado

12/07/2023

Actualmente, en el mundo hay muchas personas que más allá de sus convencimientos religiosos, más allá de sus valores personales, sienten el amor al prójimo por el mero hecho de tratarse de un ser humano que sufre. Lo que estas personas consiguen generalmente a través de organizaciones humanitarias, enfrentándose en muchas ocasiones a la desidia, cuando no a las trabas hacia su labor, de los gobiernos que ven como su imagen se deteriora debido a los logros que estas organizaciones consiguen luchando contra viento y marea, es digno de dejarlo enmarcado en los hitos más destacados de la historia del ser humano consciente.



Foto de TopSphere Media en Unsplash
Hoy, gracias a ellos y a esas Ong’s, una gran cantidad de seres humanos salvan su vida y pueden enfrentarse a un futuro que hasta ese momento era realmente incierto.
 
Organizaciones como la Cruz Roja, Médicos sin fronteras, Open Arms y muchos otros en todo el mundo tratan de hacer lo que pueden con recursos limitados para mejorar la situación en la que viven muchos pueblos del planeta. Todo esto me ha hecho pensar que cada uno de nosotros tenemos en nuestras manos la posibilidad de cambiar nuestro entorno si ponemos dos ingredientes básicos: amor y fuerza de voluntad.
 
Últimamente, estamos muy preocupados por los cambios climáticos que asolan al planeta, por la falta de lluvias que han generado una sequía sin precedentes en nuestro país, pero ¿nos hemos parado a pensar en la cantidad de seres humanos que pierden la vida cada día precisamente por la falta de agua en pueblos donde no llueve casi nunca, como el Sahel, por poner un ejemplo? Mientras tanto, unos descerebrados se dedican a provocar incendios con perversas intenciones o representantes de gobiernos europeos boicotean la llegada de migrantes a sus países…
 
Si miramos bien a cuanto nos rodea, podremos darnos cuenta de que todos podemos hacer algo por mejorarlo, aunque tan solo sea colocar unas macetas con flores en nuestro balcón. Pero antes hay una premisa que no debemos obviar: la de mirarnos a nosotros mismos por dentro para reconocer nuestras carencias y nuestras capacidades. «Da lo que te sobra y pide lo que te falte» decían los maestros, y sólo conociendo lo que podemos dar y lo que necesitamos es como podremos relacionarnos con los demás de una manera sincera y abierta.
 
Nos da vergüenza pedir lo que necesitamos y ofrecer lo que tenemos por una cuestión de imagen. Nos cuesta reconocer nuestros valores pero no tanto nuestros defectos y de esa manera es muy difícil que los demás nos conozcan, si no somos capaces de reconocernos primero a nosotros mismos.
 
Nos hace falta un poco más de autoestima, de sonreírnos ante el espejo diciéndonos que la vida nos está esperando y que tenemos mucho que ofrecerle; nos hace falta un poco más de valor para afrontar los retos de cada día y no justificarnos por mirar al otro lado al primer contratiempo que nos surja; nos hace falta un poco más de compasión para ayudar con su carga al que lo necesita y no pasar de largo.
 
Nos hace falta también un poco más de sinceridad y tolerancia para no cargar a los demás con culpas que no les corresponden y también nos hace falta relativizar un poco más lo que nos pasa, porque «esto también pasará», como decía el interior de aquel anillo que regalaron a un rey que quería saber cuál era el secreto de la felicidad.






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