Foto de Priscilla Du Preez en Unsplash
Me parece a mí que la vida hay que tomársela con un punto de humor o, de lo contrario, nos iremos muriendo poco a poco con cara de amargados y pensando que la vida es una «castaña» que, como las matemáticas, solo trae problemas; y ya sabemos que lo que creemos lo creamos, así que «Don Quintín el Amargao» -sainete de Carlos Arniches- debía tener una vida muy poco agradable. Y como él todos los que creen que no se puede hacer nada por cambiar las cosas, que la culpa de todo lo que le pasa la tienen los demás. Yo no sé tú, amigo lector, pero yo conozco a algunas personas así.
Un amigo decía: «Nunca se da tanto como cuando se da esperanza» y por mí no va a quedar. De hecho, en mis relaciones con pacientes y amigos siempre trato de encontrar una puerta para la esperanza, porque la gente viene preocupada pensando que lo suyo puede ser grave y cuando hallamos la causa emocional de su problema se abre una puerta muy grande, porque ése es el camino para solucionarlo, algo que he podido comprobar a lo largo de años de tratar con personas que querían encontrar las causas de su enfermedad. Al fin y al cabo, cuando uno se mete en un túnel oscuro al que no le ve salida, todo lo que forma parte de su vida se deja de lado para buscar la salida de ese túnel y cuando la encuentra es como una luz al final de él, dando paso a reencontrarse con sí mismo y que la alegría vuelva a su vida.
En ocasiones, el encontrar las causas emocionales o psíquicas que han provocado una enfermedad, produce tal revolución en el ánimo del enfermo que, tiempo después, ha solucionado su problema físico y recuperado su sentido del humor, perdido hacía tiempo y que le hacía mirar la vida con muy poco futuro.
Así pues, el reírse de uno mismo y darle un punto de humor a las cosas que nos pasan es una terapia fantástica; eso no significa que no se tomen en serio los problemas, sino que la vida tiene también su parte cómica y hay que saber apreciarla. Nada es absolutamente blanco o negro, todo tiene matices que vienen de la mano de todas aquellas cosas que la angustia o la desesperación no nos había dejado ver.
En el otro extremo están los que inconscientemente se ríen de su desgracia, los que creen que tomándose las cosas con humor se solucionarán gracias a no darles importancia. Estas personas tienen miedo a mirar de frente a sus problemas y así buscarles la solución, en ocasiones recurriendo a la ayuda de los demás, sean éstos amigos, familiares o profesionales del tipo que corresponda.
Los españoles somos especialistas en contar chistes, señal de que sabemos tomarnos las cosas con sentido del humor pero también, a veces, nos tomamos las cosas a la tremenda. Así, mientras los chistes los manejamos con el hemisferio derecho del cerebro, el de la imaginación, las tragedias se producen en el «cerebro de las tripas», pensando con las vísceras, y nos estropeamos el hígado, el estómago, la vesícula, los riñones... Total para que muchas veces pasado el momento de ebullición nos quedemos desinflados pensando: «Bueno, no era para tanto...».
Los seres humanos tenemos dificultades para reírnos de nosotros mismos, preferimos reírnos de los demás y, generalmente, no aceptamos bien las críticas dichas con ironía, así que un buen ejercicio es mirarse al espejo y recordar algún momento en el que metiste la pata y la gente se rió o algún momento en que dijiste o hiciste algo que en su momento te dio vergüenza y ahora al recordarlo te da la risa. Ríete con ganas y verás cómo las cosas pierden energía negativa, pero no dejes por eso de enfrentarte a ellas con todas tus fuerzas. Ponle amor y humor a tu vida y verás cómo todo toma el camino correcto.
Un amigo decía: «Nunca se da tanto como cuando se da esperanza» y por mí no va a quedar. De hecho, en mis relaciones con pacientes y amigos siempre trato de encontrar una puerta para la esperanza, porque la gente viene preocupada pensando que lo suyo puede ser grave y cuando hallamos la causa emocional de su problema se abre una puerta muy grande, porque ése es el camino para solucionarlo, algo que he podido comprobar a lo largo de años de tratar con personas que querían encontrar las causas de su enfermedad. Al fin y al cabo, cuando uno se mete en un túnel oscuro al que no le ve salida, todo lo que forma parte de su vida se deja de lado para buscar la salida de ese túnel y cuando la encuentra es como una luz al final de él, dando paso a reencontrarse con sí mismo y que la alegría vuelva a su vida.
En ocasiones, el encontrar las causas emocionales o psíquicas que han provocado una enfermedad, produce tal revolución en el ánimo del enfermo que, tiempo después, ha solucionado su problema físico y recuperado su sentido del humor, perdido hacía tiempo y que le hacía mirar la vida con muy poco futuro.
Así pues, el reírse de uno mismo y darle un punto de humor a las cosas que nos pasan es una terapia fantástica; eso no significa que no se tomen en serio los problemas, sino que la vida tiene también su parte cómica y hay que saber apreciarla. Nada es absolutamente blanco o negro, todo tiene matices que vienen de la mano de todas aquellas cosas que la angustia o la desesperación no nos había dejado ver.
En el otro extremo están los que inconscientemente se ríen de su desgracia, los que creen que tomándose las cosas con humor se solucionarán gracias a no darles importancia. Estas personas tienen miedo a mirar de frente a sus problemas y así buscarles la solución, en ocasiones recurriendo a la ayuda de los demás, sean éstos amigos, familiares o profesionales del tipo que corresponda.
Los españoles somos especialistas en contar chistes, señal de que sabemos tomarnos las cosas con sentido del humor pero también, a veces, nos tomamos las cosas a la tremenda. Así, mientras los chistes los manejamos con el hemisferio derecho del cerebro, el de la imaginación, las tragedias se producen en el «cerebro de las tripas», pensando con las vísceras, y nos estropeamos el hígado, el estómago, la vesícula, los riñones... Total para que muchas veces pasado el momento de ebullición nos quedemos desinflados pensando: «Bueno, no era para tanto...».
Los seres humanos tenemos dificultades para reírnos de nosotros mismos, preferimos reírnos de los demás y, generalmente, no aceptamos bien las críticas dichas con ironía, así que un buen ejercicio es mirarse al espejo y recordar algún momento en el que metiste la pata y la gente se rió o algún momento en que dijiste o hiciste algo que en su momento te dio vergüenza y ahora al recordarlo te da la risa. Ríete con ganas y verás cómo las cosas pierden energía negativa, pero no dejes por eso de enfrentarte a ellas con todas tus fuerzas. Ponle amor y humor a tu vida y verás cómo todo toma el camino correcto.