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Y es en estos momentos, en los que es más fácil alejarse de la rutina, de las prisas y del caos que nos acompaña en nuestra vida, para sentir el silencio. Ese silencio que tan presente debería estar para permitirnos escuchar nuestra voz interior, nuestro corazón y ¿por qué no?, también nuestra mente, que normalmente se encuentra tan anestesiada.
Soy una persona muy introspectiva, razón por la cual ya tengo una idea bastante clara de qué es para mí lo importante, lo esencial.
Hoy más que nunca se nos acaban las excusas para no mirar hacia dentro. Estos días que nos cambiarán como sociedad, no pueden pasar sin que lo acompañe también un cambio personal. Solemos hacer estas reflexiones en cada final de año, recapitulando logros y fracasos y renovando propósitos. Sin embargo, ésta es una ocasión algo más singular y especial si cabe.
Soy de las que aprovecho cada oportunidad que me ofrece la vida para crecer y llegar un poco más lejos, para replantearme una vez más la ruta a seguir…
Animo a todo el mundo a que busque ese momento de silencio del que hablaba. A que se pregunte: ¿Qué es la felicidad para mí? ¿Soy feliz? ¿Qué necesito en mi vida? ¿Qué me sobra? En definitiva, que escuche su voz interior para proyectar los cambios que desea conseguir. Es un momento perfecto para poner en marcha esa transformación.
El miedo es un mecanismo de defensa útil para nuestra supervivencia, pero nos servimos de él con demasiada frecuencia. Tenemos que atrevernos a soñar a lo grande, con verdadera convicción, y la “Ley de la atracción” hará el resto.
Es cierto que habrá gente que tenga que cambiar de vida a la fuerza después de todo esto, muchos tendrán que reinventarse, pero éste no debería ser el único motivo para hacerlo.
Quizás te des cuenta de que llevas una vida cómoda, gobernada por la inercia y la rutina, pero el día de mañana descubrirás que la has malgastado con trabajos que no te gustaban, con personas que no te aportaban nada o decisiones que tomaste porque eran el camino fácil…
En mi caso, quizás saber que el mundo está cambiando o quizás el despertar –casi obligado– que estoy experimentando, me lleva a ser más consciente de lo que me rodea y de lo que quiero y no quiero, que me acompañe en mi viaje. Y con esa seguridad, cada día es más sencillo cambiar la perspectiva.
Voy despojándome del peso de los convencionalismos, de las ataduras que me oprimen y del velo que no me deja ver lo que quiero, ni sentir lo que necesito.
Soy una persona muy introspectiva, razón por la cual ya tengo una idea bastante clara de qué es para mí lo importante, lo esencial.
Hoy más que nunca se nos acaban las excusas para no mirar hacia dentro. Estos días que nos cambiarán como sociedad, no pueden pasar sin que lo acompañe también un cambio personal. Solemos hacer estas reflexiones en cada final de año, recapitulando logros y fracasos y renovando propósitos. Sin embargo, ésta es una ocasión algo más singular y especial si cabe.
Soy de las que aprovecho cada oportunidad que me ofrece la vida para crecer y llegar un poco más lejos, para replantearme una vez más la ruta a seguir…
Animo a todo el mundo a que busque ese momento de silencio del que hablaba. A que se pregunte: ¿Qué es la felicidad para mí? ¿Soy feliz? ¿Qué necesito en mi vida? ¿Qué me sobra? En definitiva, que escuche su voz interior para proyectar los cambios que desea conseguir. Es un momento perfecto para poner en marcha esa transformación.
El miedo es un mecanismo de defensa útil para nuestra supervivencia, pero nos servimos de él con demasiada frecuencia. Tenemos que atrevernos a soñar a lo grande, con verdadera convicción, y la “Ley de la atracción” hará el resto.
Es cierto que habrá gente que tenga que cambiar de vida a la fuerza después de todo esto, muchos tendrán que reinventarse, pero éste no debería ser el único motivo para hacerlo.
Quizás te des cuenta de que llevas una vida cómoda, gobernada por la inercia y la rutina, pero el día de mañana descubrirás que la has malgastado con trabajos que no te gustaban, con personas que no te aportaban nada o decisiones que tomaste porque eran el camino fácil…
En mi caso, quizás saber que el mundo está cambiando o quizás el despertar –casi obligado– que estoy experimentando, me lleva a ser más consciente de lo que me rodea y de lo que quiero y no quiero, que me acompañe en mi viaje. Y con esa seguridad, cada día es más sencillo cambiar la perspectiva.
Voy despojándome del peso de los convencionalismos, de las ataduras que me oprimen y del velo que no me deja ver lo que quiero, ni sentir lo que necesito.